Enseñanza rabínica: El valor del amor y el valor del matrimonio

¿Cuánto vale el amor? Este es un relato de un judío de Sidón quien después de más diez años de matrimonio, no había sido bendecido con descendencia; de acuerdo con la tradición con la cual había sido educado, determinó que debía divorciarse; se presentó con su mujer ante el rabino Shimón bar Yojai y le expuso su caso. El rabino, que no estaba a favor del divorcio, intentó convencerlo para que rechazara esta opción; sin embargo, el hombre no cambió de opinión.

Viendo esto el rabino les dijo: Hijos míos… cuando ustedes se unieron por primera vez en el lazo sagrado del matrimonio, ¿no estaban muy contentos de ello? ¿No hicieron acaso una gran fiesta para entretener a sus huéspedes? Entonces, ahora que ustedes han acordado su separación, harán lo mismo que cuando se unieron: celebrarán una gran fiesta y atenderán a sus invitados. Vayan a sus casas, organicen y celebren la fiesta y a la mañana siguiente vengan a mí y yo cumpliré con sus peticiones.

Ante tan razonable propuesta y que venía de un gran personaje, la pareja se retiró y decidió cumplir con lo acordado, ya que nada malo podría suceder y nada había que perder.

La fiesta que prepararon fue suntuosa, con abundancia de comida y bebida, el mejor de los entretenimientos para sus invitados. Pasaron las horas de la celebración y la felicidad, que estaba elevada por efecto del licor, hace que, en algún momento el hombre le diga así a su esposa; Amada mía, amor mío: hemos vivido juntos durante estos años muchos momentos felices, pero es solo el hecho de que no hemos podido tener hijos, me hace pedirte el divorcio. Para convencerte a ti que lo que hago no es promesa de enfermedad, ni de muerte, ni mucho menos de compromiso con otra mujer, te pido que saques de nuestra casa, cualquier cosa, lo que sea, que es lo que tú más deseas o mas amas. Así se hará, contestó la mujer.

La celebración continuó por muchas horas más, la felicidad llenaba el local, pero poco a poco la gente se fue retirando, aunque muchos se quedaron dormidos en el lugar, al igual que el dueño de la fiesta. La mujer, al darse cuenta de la situación, hizo que tomaran al hombre y lo llevaran a la casa de su padre.

Al irse desvaneciendo el efecto del licor, el hombre se despierta, en un lugar que no es conocido por el, totalmente extraño, se preocupa y pregunta: ¿Dónde estoy? ¿Qué ha sucedido? ¿Cómo llegué aquí? ¿Qué significa todo esto?

La esposa, quien había estado esperando este momento, y se encontraba de pie, detrás de las cortinas, comienza a tratar de calmar al hombre, diciéndole que estaba en la casa de su padre.

¿En la casa de mi suegro? preguntó el hombre asombrado. ¿Cómo es posible que yo me encuentre en la casa de tu padre?

Se paciente, mi adorado esposo. Replicó la paciente mujer. ¿Recuerdas que anoche me permitiste sacar de la casa lo que yo consideraba lo más valioso para mí? Ahora créeme, amor mío, que entre todos los tesoros, no hay nada que yo más valore que a tú; No hay ningún tesoro en este mundo que yo más estimo y aprecio que a tú.

El esposo, en gran manera avergonzado, la abrazó, se reconcilió con su mujer, y a partir de ese momento vivieron juntos, muy felices.

¿Cuánto vale el amor?

Por: Rabí Mordechai

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