En 2025, un grupo de universidades israelíes logró un avance significativo en el monitoreo del medioambiente: desarrollaron una herramienta basada en imágenes satelitales para mapear la cobertura vegetal mediterránea — un logro potencialmente transformador para la conservación, gestión forestal y estudio del clima.
Este artículo ofrece un recorrido detallado sobre esta innovación: cómo funciona, qué significa para el manejo de ecosistemas mediterráneos, qué antecedentes científicos hay, sus limitaciones, y por qué importa más allá de Israel.
¿Qué han hecho las universidades israelíes?
Según un reciente reporte del medio informativo especializado The Times of Israel, investigadores de varias instituciones — entre ellas Hebrew University of Jerusalem, Reichman University y el Tel Aviv University (específicamente su “Open Landscape Institute”) — desarrollaron una plataforma digital que procesa imágenes satelitales gratuitas para generar mapas anuales de cobertura vegetal.
La plataforma clasifica el territorio en diferentes categorías: árboles coníferos, árboles de hoja ancha (caducifolios o perennes según el caso), zonas de matorrales (shrubs), vegetación herbácea, y terrenos desnudos o sin vegetación.
Los usuarios pueden visualizar mapas por año, por tipo de vegetación, e incluso descargar estadísticas — una herramienta con enorme valor práctico.
De acuerdo con el equipo responsable (en coordinación con Jewish National Fund, que gestiona extensos terrenos forestales en Israel), los resultados demostraron una “fuerte correspondencia” con mediciones de campo reales y datos sobre incendios forestales. Esto indica que la herramienta refleja con fiabilidad las condiciones reales del terreno.
Sin embargo, el JNF advierte que este tipo de monitoreo satelital no reemplaza por completo los relevamientos en terreno, que deberían realizarse cada cinco años para confirmar los datos.
Antecedentes científicos: por qué esto importa
Heterogeneidad del paisaje mediterráneo
Los ecosistemas mediterráneos son famosos por su alta heterogeneidad espacial y temporal: bosques, matorrales, arbustos bajos, herbáceas, zonas abiertas… todo mezclado, con transiciones graduales, efectos de incendios, ciclos de recuperación, fragmentación, etc. Esto hace difícil su monitoreo con métodos tradicionales.
Mapear “tipo de vegetación + cobertura + superficie vegetal” a gran escala exige algo más que fotos aéreas o muestreos puntuales: se necesita una fuente de datos espaciales amplios, frecuentes en el tiempo, y con resolución suficiente para distinguir entre los distintos tipos de vegetación.
Sensores remotos e índices de vegetación
Desde hace varias décadas se utiliza la teledetección satelital para estudiar la vegetación en zonas mediterráneas. La metodología clásica consiste en usar imágenes multiespectrales de satélites, aprovechando la forma en que la vegetación refleja la luz — en particular, mediciones en infrarrojo cercano vs visible — y calcular índices de vegetación como el Índice de Vegetación de Diferencia Normalizada (NDVI).
Estos índices permiten estimar la “verdor”, biomasa, productividad, vigor vegetal, densidad de follaje, e indirectamente cambios estacionales, estrés hídrico, efectos de incendios, regeneración, deforestación, etc.
Desde comienzos del siglo XXI, estudios revisados por pares mostraron que con datos satelitales — por ejemplo de misiones como Landsat — es posible mapear las principales “formas de vida” vegetales en zonas mediterráneas: bosques, matorrales, herbáceas, arbustos bajos y zonas desnudas.
Más recientemente, con sensores más avanzados — ópticos o radar (SAR) — se inició el desarrollo de métodos para estimar biomasas, monitorear cambios post-incendios, desertificación o degradación, con resoluciones espaciales mayores y revisiones temporales más frecuentes.
Por tanto, la nueva plataforma israelí se asienta sobre décadas de avances científicos: ahora combina la experiencia académica con capacidad operativa nacional, y abre la puerta a un monitoreo sistemático, periódico y automatizado.
¿Qué aporta este nuevo sistema respecto a lo que ya existía?
- Frecuencia anual de mapas de vegetación. Esto permite detectar cambios recientes, como recuperaciones tras incendios, nuevas plantaciones, o degradación. El monitoreo satelital reduce drásticamente los tiempos y costos en comparación con relevamientos de campo.
- Resolución temática: tipos de cobertura. No se limita a “vegetación sí / no”: distingue entre tipos de vegetación — árboles de coníferas, caducifolios/hoja ancha, matorrales, herbáceas, suelos desnudos — lo cual es clave para el manejo forestal, biodiversidad, regeneración, planificación ambiental.
- Acceso público / flexibilidad de uso. Al permitir visualizar por año/tipo y descargar estadísticas, la plataforma ofrece una herramienta útil para investigadores, gestores forestales, conservación, autoridades ambientales y ONGs.
- Validación con datos de campo e incendios. Que los mapas satelitales coincidan con mediciones reales y eventos documentados (como incendios) refuerza la fiabilidad del sistema, algo esencial para su adopción como herramienta oficial.
- Potencial replicación global. Según los desarrolladores, aunque fue diseñada para ecosistemas mediterráneos en Israel, podría aplicarse en otras regiones del mundo con biomas similares — por ejemplo, zonas mediterráneas de Australia, California (EE.UU.), el Mediterráneo europeo, sur de Chile, sur de Sudáfrica, etc.
Limitaciones y desafíos
A pesar de las ventajas, el equipo del proyecto enfatiza — y la literatura científica lo confirma — que el monitoreo satelital no reemplaza completamente la inspección en terreno. Las razones:
- Los ecosistemas mediterráneos presentan una heterogeneidad extrema, con mosaicos de vegetación, zonas de transición, manchas pequeñas, regeneración variable, microclimas — lo que puede provocar errores de clasificación, confusiones entre tipos o “mezclas” de coberturas.
- La resolución espacial de los sensores, aunque mejor que hace décadas, puede no captar detalles muy finos — como arbustos dispersos, vegetación baja, arbustos jóvenes — lo cual limita su capacidad en “escala de mata” o “escala de transición”.
- Las firmas espectrales y variabilidad estacional — cambios fenológicos, estrés hídrico, variaciones climáticas — pueden complicar la interpretabilidad de los índices satelitales. Por eso muchas metodologías combinan datos ópticos con radar u otros sensores.
- Además, factores externos — incendios, cambios de uso de suelo, urbanización, invasión de especies, degradación — requieren complementarse con datos de campo y planificación local. Por ello, la estrategia del proyecto combina mapas satelitales con relevamientos presenciales cada cinco años.
Por último, hay que destacar que aunque la herramienta es muy útil para cobertura vegetal y estructura de paisaje, no — por sí sola — reemplaza estudios ecológicos detallados: biodiversidad, salud del suelo, fauna, calidad del agua, dinámica de nutrientes, etc. Para esos fines, siguen siendo necesarios abordajes integrados.
Implicaciones para conservación, manejo forestal y cambio climático
Conservación y restauración ecológica
La nueva plataforma permite identificar con rapidez zonas degradadas, deforestadas o sometidas a cambio — matorrales, herbáceas en desuso, suelos desnudos — lo que facilita priorizar áreas para restauración, reforestación o rehabilitación ecológica.
Además, al poder ver la evolución anual, es posible monitorear la recuperación tras incendios, plagas, sequías, o intervenciones humanas. Esto es clave para políticas de conservación, planes de manejo forestal o restauración de ecosistemas.
Gestión forestal y planificación
Para organizaciones como el KKL-JNF — que gestiona cientos de miles de hectáreas forestales — la herramienta representa un ahorro enorme de recursos: menos necesidad de enviar equipos cada pocos años al campo; mejor planificación de talas, reforestaciones, mantenimiento; y mayor capacidad de detectar cambios antes de que se agraven.
También, para países con ecosistemas mediterráneos — o regiones similares — sistemas como este pueden ayudar a planificar el uso sostenible de la tierra, manejar recursos hídricos, prevenir desertificación, controlar incendios, y estructurar programas de restauración.
Ciencia, monitoreo global y cambio climático
Desde la perspectiva científica, contar con series temporales homogéneas, de alto nivel y con clasificación detallada permite estudiar cómo los ecosistemas responden al clima, al uso humano, a perturbaciones naturales, etc. Esto alimenta modelos de carbono, biodiversidad, resiliencia ecológica.
Además, la posibilidad de replicar este enfoque en otras regiones del mundo con bioma mediterráneo permite comparar dinámicas, compartir metodologías, y construir redes globales de monitoreo — algo vital en la era del cambio climático.
¿Por qué ahora y por qué con satélites gratuitos?
Varias razones convergen para que este avance sea posible en 2025:
- Mejoras en sensores remotos y satélites operativos — satélites públicos o de acceso libre como los de misiones ópticas o radar ofrecen hoy datos suficientes, con buena resolución espacial y temporal. Por ejemplo, misiones de la European Space Agency (ESA) como Sentinel-2 proporcionan imágenes multiespectrales frecuentes, útiles para monitoreo de vegetación.
- Avances en métodos de teledetección y análisis automatizado — algoritmos que combinan múltiples imágenes, técnicas multitemporales, clasificación por firmas espectrales, uso de índices como NDVI o nuevos índices (e incluso radar) han madurado.
- Necesidad creciente de monitoreo ambiental a gran escala — con amenazas como cambio climático, degradación, incendios, desertificación — los métodos tradicionales ya no bastan. Necesitamos datos actualizados, de bajo costo, periódicos, abarcativos.
- Capacidad local & colaboración académica-institucional — en este caso, las universidades israelíes junto con una entidad forestal nacional pusieron en marcha un sistema operativo que permite transformar ciencia en herramienta práctica.
¿Podría implementarse algo similar en otras regiones del mundo?
Sí — de hecho, los responsables del proyecto indican que su herramienta podría adaptarse a otras áreas con climas y biomas similares al mediterráneo: zonas de clima mediterráneo en Europa, California (EE.UU.), Australia, Chile, Sudáfrica, etc.
Para ello se necesitaría:
- acceso a imágenes satelitales multiespectrales (optar por misiones públicas como Sentinel, Landsat, etc.),
- calibración local: calibrar la clasificación con relevamientos de campo, para tener “firmas espectrales” representativas del ecosistema local,
- desarrollo de métodos de clasificación adaptados a la heterogeneidad local — ya que no todos los mediterráneos son iguales: suelos, especies, estaciones, densidad de vegetación, amenazas, etc —,
- voluntad institucional y colaboración entre científicos, gestores ambientales, agencias gubernamentales, e idealmente organizaciones comunitarias.
De hecho, la literatura científica ya demuestra aplicaciones similares: mapeo de vegetación, monitoreo de estrés hídrico, seguimiento de incendios, estimación de biomasa, dinámica post-fuego, entre otros.
Así, no es una idea exclusiva de Israel: el nuevo desarrollo representa más bien un paso adelante en la implementación práctica a escala nacional.
Conclusión: un hito en el monitoreo ambiental moderno
La herramienta satelital recientemente desarrollada por universidades israelíes marca un avance significativo en la forma de monitorear ecosistemas mediterráneos. Al combinar imágenes satelitales gratuitas, técnicas modernas de teledetección y colaboración institucional — con validación de campo — se logra una plataforma práctica, confiable y sostenible.
Esto no solo optimiza el manejo forestal — facilitando planificación, restauración, conservación — sino que también ofrece un modelo replicable para otras regiones del planeta que enfrentan los retos del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la degradación ambiental.
Aunque no sustituye completamente los relevamientos in situ, representa una herramienta poderosa para vigilancia continua, identificación temprana de problemas, y mejor toma de decisiones.
En un mundo donde los ecosistemas están bajo presión creciente, este tipo de soluciones tecnológicas y científicas muestran que es posible — y necesario — innovar para proteger la naturaleza.
