De la Oscuridad a la Luz: Cómo los Rehenes Liberados Lideraron el Encendido de la Menorá, Convirtiendo Janucá en un Grito Nacional de Esperanza y Resistencia

Descubra cómo los rehenes israelíes liberados transformaron el encendido de la menorá de Janucá en un poderoso símbolo de esperanza y triunfo sobre la oscuridad.

I. La Llama Inextinguible

Janucá, la Fiesta de las Luces, es una celebración que, a lo largo de los siglos, ha encarnado la victoria del espíritu sobre la tiranía, del pequeño milagro sobre la abrumadora oscuridad. Sin embargo, en un año marcado por la atrocidad del 7 de octubre y la sombra persistente de los secuestrados en Gaza, la celebración adquirió una resonancia inigualable y profundamente dolorosa.

Este Janucá no fue solo un recuerdo histórico; fue una declaración viva de resistencia. El acto más poderoso de esta declaración no provino de líderes políticos o militares, sino de aquellos que habían regresado de la noche más profunda: los rehenes liberados. Al tomar el shamash (la vela auxiliar) y encender la menorá, cada uno de ellos no solo cumplió un precepto religioso, sino que iluminó un camino, un hilo de luz que unió a la nación en un compromiso irrompible: la esperanza de traer a casa a todos los cautivos.

La escena se repitió por todo Israel y el mundo: rostros marcados por la experiencia, pero radiantes de una luz recién recuperada, pronunciando las bendiciones de Janucá. De Jerusalén a Roma, estos supervivientes se convirtieron en los faros de una nación que se niega a ceder ante la desesperación. Su presencia transformó la festividad, convirtiendo el aceite milagroso de la antigüedad en el combustible de la fe y la unidad nacional en el presente. Este es el relato de cómo la luz de Janucá fue redefinida por aquellos que realmente salieron de la oscuridad.

II. El Grito en el Muro: Segev Kalfon y la Pequeña Chispa

El Muro Occidental (Kotel) en Jerusalén, el lugar más sagrado para el judaísmo, sirvió como el escenario principal para una de las ceremonias más emotivas de la primera noche. El honor de encender la vela central de la menorá en este sitio recayó en Segev Kalfon. Su participación fue un acto cargado de simbolismo, ya que Kalfon había sido rehén en Gaza durante 738 días antes de ser liberado en una de las últimas tandas de intercambio. Su presencia en la luz era, en sí misma, el primer milagro.

Con la nación conteniendo la respiración, Kalfon ofreció un testimonio que capturó la esencia del sentimiento israelí. «Estar aquí y dar las gracias es un regalo inconmensurable», declaró. Luego, tejió la experiencia personal con la parábola de Janucá: «La primera vela simboliza la pequeña chispa que puede conquistar la gran oscuridad. Una luz que es pequeña, pero real.»

Para aquellos que estuvieron en los túneles oscuros o que han vivido los últimos meses bajo la sombra del terror, esta analogía no fue una mera metáfora. Kalfon describió cómo, al ser liberado, «la luz casi me cegó, la luz de la gente que se preocupó por mí y oró por mí, gente que no me conocía pero puso mi nombre en su corazón.» Esta luz, por lo tanto, no era solo la de la menorá, sino la luz colectiva de la solidaridad del pueblo.

Pero su discurso no se detuvo en la celebración de su propio retorno. Con una solemnidad conmovedora, Kalfon recordó a aquellos que no estaban presentes: «Pero estoy aquí por el que todavía está allí, por Ran Gvili,» dijo, nombrando al último rehén cuyo cuerpo aún permanece en Gaza. «Por él, esta luz todavía está ardiendo. Por él, nos aseguraremos de que esta luz no se apague. Nuestra luz es el hilo que lo llevará de vuelta a casa.»

El encendido del Muro Occidental no fue una fiesta; fue un juramento. La llama de la menorá, alimentada por un superviviente, se convirtió en el faro de la esperanza y la promesa de que la nación no descansará hasta que el último cautivo regrese.

III. El Milagro Cotidiano: Alegría, Unidad y Supervivencia

Mientras Kalfon sostenía la esperanza nacional en el Muro, otros rehenes liberados compartían momentos más íntimos, pero igualmente profundos, de su regreso a la vida y a la luz.

El Retorno a la Alegría Familiar

Emily Damari, liberada en enero, compartió un emotivo clip junto a sus amigos cercanos, los hermanos gemelos Gali y Ziv Berman, quienes también fueron secuestrados y liberados en octubre. Juntos, encendieron una menorá, pronunciaron las bendiciones tradicionales y, crucialmente, bailaron. El acto de bailar, de expresar una alegría simple y desenfrenada, contrastaba brutalmente con el confinamiento y el terror de su cautiverio. Fue un poderoso recordatorio de que, a pesar de todo, la vida, la amistad y la alegría pueden prevalecer. El vídeo, difundido rápidamente, se convirtió en un símbolo viral de Jag Sameaj (Felices Fiestas) con un significado renovado: la alegría del retorno.

La Unidad de los Soldados

Las cuatro jóvenes soldados de vigilancia liberadas en enero – Liri Albag, Karina Ariev, Daniella Gilboa y Naama Levy – también se unieron para encender una menorá. Estas jóvenes, cuyas imágenes de su secuestro se convirtieron en un doloroso símbolo del ataque, ahora se erigían juntas, su unidad una representación de la camaradería que surge de la adversidad compartida. Su luz conjunta fue un tributo a su resiliencia colectiva y un mensaje silencioso de apoyo a sus compañeras de armas.

La Luz en las Instituciones Nacionales

Matan Angrest, liberado en octubre, tuvo el honor de encender una gran menorá en el exterior de la Biblioteca Nacional de Israel en Jerusalén. La menorá llevaba el logo de la 7ª Brigada Blindada de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), fusionando el milagro religioso con la lucha militar contemporánea. Su deseo fue el eco del sentir popular: «Mi deseo para todos es que la luz triunfe sobre la oscuridad, que esta menorá que hemos encendido ilumine todo el Estado de Israel.» En el corazón cultural de la nación, su acto simbolizaba la unión de la tradición, la cultura y la defensa.

Mensajes de Vida y Unidad

Otros liberados también compartieron sus voces, cimentando el mensaje de Janucá como una elección de vida.

  • Evyatar David (liberado en octubre): «Salimos de la oscuridad a la luz, para celebrar la festividad con nuestras familias, con la nación de Israel.» Una simple frase que encapsula la experiencia de la liberación.
  • Eli Sharabi (liberado en enero): «Elegí la vida, para poder esparcir luz por el bien de la unidad de Israel, y nuestros soldados.» Sharabi, cuya familia sufrió la pérdida de otros miembros, transformó su tragedia personal en una misión de luz colectiva.
  • Omer Shem Tov (liberado en enero): «Dios quiera, estaremos mucho más iluminados, unidos y fuertes juntos.» Un llamamiento directo a la unidad como fuente de fortaleza.

El hilo conductor de todos estos testimonios fue claro: la luz de Janucá es la unidad de Israel y la elección de la vida por encima de todo.

IV. Janucá: Un Paradigma de Resiliencia Histórica y Contemporánea

Para comprender la magnitud de que los rehenes lideraran estas ceremonias, es fundamental sumergirse en la esencia de Janucá. La festividad conmemora la victoria de los Macabeos sobre el Imperio Seléucida en el siglo II a.C., quienes habían profanado el Segundo Templo de Jerusalén e intentado erradicar la práctica del judaísmo.

El Milagro del Aceite y el Milagro de la Liberación

El evento central de Janucá es el milagro del aceite: al re-dedicar el Templo, los Macabeos solo encontraron un pequeño recipiente de aceite de oliva puro, suficiente para encender la menorá por un solo día, pero que milagrosamente duró ocho días, el tiempo necesario para producir aceite nuevo.

La analogía con el conflicto actual es ineludible:

  1. La Profanación y la Oscuridad: El 7 de octubre fue una profanación de la vida, de la seguridad y del hogar. El cautiverio de los rehenes en túneles subterráneos fue la encarnación literal de la oscuridad.
  2. El Pequeño Aceite, la Pequeña Esperanza: La liberación de un puñado de rehenes fue el «pequeño aceite». En medio de una guerra brutal y una crisis nacional, cada liberación fue un milagro fugaz, una pequeña chispa que reavivó la esperanza nacional, al igual que el aceite que duró más de lo esperado.
  3. La Rededicación (Janucá): La participación de los liberados en el encendido de la menorá simboliza la re-dedicación de la nación. No solo del Templo físico, sino de la fe, la moral y la resiliencia del pueblo de Israel.

El mensaje que estos supervivientes enviaron no fue solo que Janucá es relevante, sino que ellos son la encarnación viviente de la festividad: el triunfo de la luz diminuta pero persistente sobre una oscuridad que parecía total.

La Tarea de Pirsumei Nissa

Un principio central de Janucá es Pirsumei Nissa (la Publicitación del Milagro). La menorá se enciende en lugares públicos, como ventanas o puertas, para que todos vean el milagro. Al liderar las ceremonias en el Muro Occidental, la Biblioteca Nacional y los centros comunitarios, los rehenes liberados cumplieron esta tarea en un sentido moderno y vital. Ellos no solo publicitaron el milagro de los Macabeos, sino el milagro de su propia supervivencia y la promesa de la continuidad de la vida judía. Sus voces y sus luces se proyectaron mucho más allá de los confines de Israel, resonando en la diáspora global.

V. Luces que Traspasan Fronteras: Conectando Traumas Históricos

La trascendencia de este Janucá se hizo evidente en la esfera internacional, donde las historias de los rehenes se fusionaron con la memoria de los traumas más profundos de la historia judía.

El Encuentro en Roma: Supervivencia de Siglos

Quizás el acto más simbólico de conexión histórica se produjo en Roma, Italia. Rom Braslavski, liberado en octubre, asistió a un evento de Janucá en el Hogar de Ancianos Judíos. Allí, se encontró con Sami Modiano, un venerable superviviente de Auschwitz.

El acto de encender la menorá por parte de Braslavski, un superviviente de la crueldad terrorista contemporánea, junto a Modiano, un testigo del Holocausto, no fue casual. Fue una poderosa y dolorosa lección sobre la continuidad de la persecución y la inquebrantable persistencia judía.

En ese momento, las luces de Janucá unieron dos historias de oscuridad: la de los campos de exterminio y la de los túneles de Gaza. Ambas narrativas, separadas por décadas, confluyeron en un único mensaje: el pueblo judío ha enfrentado la aniquilación en todas las épocas, pero su respuesta siempre ha sido encender una luz, elegir la vida y contar la historia. Braslavski y Modiano simbolizaron la resistencia que abarca generaciones, asegurando que la llama de la memoria y la esperanza nunca se apague.

El Papel del Liderazgo

En el frente diplomático y moral, la Casa del Presidente Isaac Herzog en Jerusalén se convirtió en un centro de luz y solidaridad. El Presidente y su esposa, Michal, organizaron una ceremonia de encendido con una larga lista de rehenes liberados: Keith y Aviva Siegel, Matan Angrest, Shlomi Ziv, Noralin Babadilla, Margalit Mozes, Clara Merman, Moran Stella Yanai, y Gabriella y Mia Lemberg, entre otros.

Este encuentro en la residencia oficial subrayó que la crisis de los rehenes no es un tema político o militar secundario, sino el corazón moral de la nación. Al rodearse de los liberados, el Presidente reafirmó el compromiso del Estado no solo con la seguridad, sino con el tejido humano y emocional de la sociedad. La luz en la Residencia Presidencial se encendió como un recordatorio para el mundo: detrás de los números y las noticias de la guerra, hay personas, familias y un inmenso costo humano.

VI. Más Allá de los Ocho Días: La Promesa de la Luz

La luz de Janucá arde solo por ocho días, pero el compromiso que se renovó este año es para siempre. La tarea de los rehenes liberados, después de encender las velas, es triple:

Curación y Testimonio

Los supervivientes se han convertido en testigos vivientes de la oscuridad. Sus historias son esenciales no solo para la sanación nacional, sino para el registro histórico. Al hablar, al compartir sus videos bailando, o al encender la menorá, están proporcionando el primer capítulo de la historia de su regreso, un capítulo escrito con esperanza, no con victimización.

El Compromiso con los Restantes

El juramento de Segev Kalfon, de que la luz arde por Ran Gvili y todos los demás que aún están en Gaza, es un llamado a la acción. Los rehenes liberados han tomado la batuta de la lucha por la liberación de sus compañeros. Ellos son la voz más auténtica y poderosa en la exigencia de que se intensifiquen los esfuerzos para traer a casa a los hombres, mujeres y niños restantes. La luz que encendieron es, metafóricamente, una señal de rescate.

La Redefinición de la Victoria

En un momento en que se discuten objetivos de guerra y estrategias militares, la participación de los rehenes en Janucá ayudó a redefinir lo que significa la victoria para el pueblo. La victoria no es solo el éxito militar; es la restauración de la luz, la capacidad de volver a bailar, de encender la menorá en casa, y de asegurar que la oscuridad no prevalezca.

La luz de Janucá es un recordatorio constante de que, incluso cuando la desesperación es inmensa y los recursos parecen escasos (el «aceite» de la esperanza), se puede producir un milagro. Los rehenes liberados, al convertirse en los portadores de esta luz, han dotado a la festividad de una profundidad y un significado que trascenderá esta generación. Han enseñado que la verdadera llama de la resistencia reside en el corazón de cada individuo que se niega a dejar que la oscuridad lo consuma.

VII. El Hilo de Luz Hacia Casa

Este Janucá, la Fiesta de las Luces, se convirtió en una de las celebraciones más significativas en la historia reciente de Israel. No por el esplendor de las ceremonias, sino por la identidad de quienes las presidieron: aquellos que habían estado literalmente en la boca de la noche.

Desde las profundidades de los túneles de Gaza hasta la solemne iluminación en el Muro Occidental, la trayectoria de los rehenes liberados es un testimonio viviente del tema central de Janucá: Ness Gadol Hayá Sham — un gran milagro ocurrió allí. Al tomar la pequeña llama de la vela, Segev Kalfon, Emily Damari, Matan Angrest, y todos los demás, no solo recordaron el milagro de la antigüedad; crearon uno nuevo, infundiendo esperanza en la psique nacional.

La luz que encendieron es un hilo inquebrantable de esperanza que se extiende desde sus hogares hasta las oscuras celdas de sus compañeros que aún esperan. Es el juramento nacional de que, así como el pequeño jarro de aceite duró, la persistencia y la unidad del pueblo de Israel no cesarán hasta que la última persona secuestrada regrese a casa, y la oscuridad sea definitivamente reemplazada por la luz completa de la paz y la seguridad. La llama de la menorá es ahora el faro del retorno.

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