Mi nombre es Adriana Lerman y vivo en Buenos Aires. Tuve la suerte de disfrutar de mi abuelo Salomón Lerman, quien me transmitió valores y tradiciones judías.
Yo sabía que él había nacido en Polonia y que logró arribar a Argentina tras escapar del nazismo europeo en enero del año 1939.
Pero nunca supe cuáles fueron las circunstancias que lo llevaron a dejar su ciudad natal, si tenía hermanos, quiénes eran sus padres, cómo se llamaban y qué pasó con su familia que quedó en Europa.
Luego del fallecimiento de mi abuelo, en el año 2002, mi padre, Natalio Lerman, encontró en su departamento, una carpeta repleta de cartas, credenciales, tarjetas y fotografías de la época de juventud de mi abuelo.
Estos documentos estaban escritos en distintos idiomas; idish, francés, polaco y hebreo.
A mi padre le consternó este descubrimiento porque él tampoco conocía nada acerca del pasado de su padre pero guardó esta carpeta como un tesoro intuyendo que se trataba de algo muy importante.
Mi padre intentó indagar y logró armar algunos bosquejos del árbol genealógico de su familia. Tenía montones de borradores con nombres y apellidos escritos en lápiz. Tal era su desesperación por conocer la familia que había perdido en el Holocausto.
Finalmente, mi determinación y tenacidad por conocer mis raíces me llevaron a realizar una investigación histórica que me condujo a escribir un libro, al cual llamé “El dolor de estar vivo”, basado en la documentación de mi abuelo, gracias a la cual logré desentrañar su conmovedora historia.
Mi libro describe cómo el Holocausto separó a mi abuelo de las personas que más amaba, explica los motivos que lo obligaron a escapar de Polonia y muestra las trabas e impedimentos que tuvo que sortear para finalmente llegar a la Argentina, en busca de una oportunidad para vivir.
Una historia de coraje y resiliencia que ahonda en el desarraigo y la pérdida pero también en el encuentro, el amor y la esperanza.
Siento que me convertí en la voz de mi abuelo porque logré contar lo que él mismo no pudo. Conseguí derribar el muro de silencio tras el cual mi abuelo se escudó para poder seguir viviendo.
De esta manera pude recuperar las hojas perdida de mi historia familiar y honrar la memoria de mi abuelo y de mi gran familia, víctima del genocidio nazi, para que sea preservada e iluminada por siempre.