Hoy recordamos el fin de Auschwitz y nos abre perturbadores interrogantes de cómo y por qué el ser humano dejó su humanidad de lado. Nos preguntamos: ¿estamos seguros que no habrá nuevos Auschwitz?
El pensador español Manuel Reyes Mate señala: “El holocausto judío perpetrado por los nazis no fue la obra de un loco sino el final de un proceso que compromete a lo mejor de la civilización occidental (…)// ¿podemos pensar ya de espaldas a Auschwitz como si nada hubiera ocurrido?”. Advierte Claude Levi-Strauss que “nada indica que los prejuicios raciales disminuyan; y todo conduce a pensar que, luego de breves treguas locales, resurgen en otras partes con una intensidad mayor”. Y Paul Valèry advierte: “la inhumanidad tiene un grandioso futuro”.
Una ideología nefasta, fanática y “eficiente” llevó a la humanidad al abismo. Los nazis eligieron para realizar el mayor campo de la muerte de la historia humana, un escondido lugar del sur de Polonia, aislado, escasamente poblado, de fácil acceso ferroviario y que se podía camuflar. Le germanizaron su nombre, y surgió Auschwitz. Allí y en los campos adyacentes se levantó también un complejo fabril con trabajo esclavo y un laboratorio de experimentación médica en personas. En Auschwitz-Birkenau fueron masacradas por lo menos 1.100.000 de toda edad, en su mayoría judíos, entre otras minorías. Los nazis intentaron borrar las pruebas del crimen: destruyeron los hornos crematorios, quemaron archivos, ejecutaron a los sonderkomandos pero no pudieron borrar el testimonio de los sobrevivientes.
El investigador Raúl Hilberg llama la atención sobre la precisión industrial de la matanza, describe que “los centros de exterminio funcionaban rápido… El recién llegado descendía del tren a la mañana, por la tarde el cadáver ya estaba quemado y sus ropas empaquetadas, almacenadas y expedidas a Alemania”. Y mientras esto ocurría el mundo miraba para un costado (desde 1941 los Aliados tenían noticias del genocidio y no reaccionaron).
Si bien hubo matanzas en la historia, la utilización de los cuerpos de las víctimas en forma industrial para obtener objetos de uso cotidiano como jabón, tejidos o fertilizante para las plantas, sienta un horroroso precedente.
¿Cuál es nuestra función luego del Holocausto?, el filósofo Edgar Morín señala: “Debemos resistir a las formidables fuerzas de regresión y de muerte…. Debemos prepararnos para nuevas opresiones… Resistir”.
Hoy, recordamos los 71 años del final de Auschwitz y nos encontramos con casi los últimos sobrevivientes vivos y los testimonios, como el poema. ¡Tenemos la última oportunidad para escuchar a las víctimas! La postrera muerte que podría producir el Holocausto es la Muerte de la Memoria.
Mario Eduardo Cohen es presidente del CIDICSEF (Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí)
Por Mario Eduardo Cohen
Fuente: Diario Clarín