El ”Séder”, una noche milenaria para recordar el fin de la esclavitud
El “Séder”, la velada con la que dio comienzo anoche a “Pesaj” (la Pascua judía), recuerda el éxodo del Egipto faraónico a través de todo tipo de gestos simbólicos y alegorías que reflejan los sinsabores de la esclavitud y cuyo principal objetivo es transmitir el mensaje de la libertad a las nuevas generaciones.
“Y le contarás a tu hijo en este día…” reza la proclama de una fiesta que se prolongará hasta el próximo 30 de abril, y que se caracteriza por la ausencia de pan y productos leudados en recuerdo de una apresurada huida que no permitió a los israelitas esperar a que la masa subiera.
El episodio, narrado en la Biblia, se transforma 3.200 años después en un riguroso ritual llamado “Séder” (orden, secuencia), que varía gradualmente según la religiosidad y la procedencia del judío que lo practica.
Pero en todos los casos está marcado por la prescriptiva consumición de cuatro copas de vino o mosto (zumo de uva antes de fermentar) y la recitación de la “Hagadá”, un libreto que describe la bíblica gesta de Moisés y que va amenizando la noche con todo tipo de canciones.
“Beban la primera copa de vino, laven vuestras manos vertiendo el agua tres veces y tomen el vegetal mojado en agua con sal para recordar el sufrimiento que padecieron nuestros antepasados”, instruye a los comensales Ari Weisberg, un judío afincado temporalmente en Toronto que ha llegado a Jerusalén con su mujer, Yehudit Shier, para celebrar la Pascua.
Han invitado a la ceremonia a cuatro amigos con los que realizan minuciosamente los preceptos de la “Hagadá”, una compilación de textos hebreos con versículos de arameo y que, en muchos hogares judíos, es traducido también al idioma de la familia, alargando aún más la ceremonia.
Los gestos avinagrados en las caras de los más pequeños no se hacen esperar, y Jasmine -con 15 años, la más joven en la casa- se resiste a terminar el agrio vegetal.
El protocolo de la noche se centra en los más pequeños, a los que sus padres pasan la bíblica leyenda y a los que se les mantiene despiertos hasta altas horas haciéndoles participar en tradicionales canciones y la búsqueda de un trozo de pan ácimo -el “aficomán”-, escondido anoche por Jasmine en un mueble del pasillo e intencionalmente descubierto por Ari sólo hacia el final de la velada.
“¿Por qué es esta noche distinta a otras?”, suelen preguntar los más pequeños durante la ceremonia, a quienes se responde: “Esta noche nos sentamos reclinados” pues “hemos dejado de ser esclavos, ahora somos hijos libres”.
La ceremonia dura varias horas, y para poder comer hay que recitar previamente la mitad de la “Hagadá”: “El truco consiste en haber comido algo antes para que la espera no se haga tan larga”, confiesa otra de las comensales, Lisa Gann.
Después de la cena se retoma el ritual y se degusta la tercera copa de vino: “Ahora abriremos la puerta para el profeta Elías”, explica Yehudit sobre esta alegoría al mesías y la redención.
Un mensaje de esperanza que traslada también a los comensales la omnipresencia de Dios y la promesa de protección del pueblo de Israel aun en los tiempos más duros.
Otro elemento central de la mesa es la “matzá”, masa de pan sin fermentar que sustituye al pan durante los siete días de Pascua, en la que los judíos observantes no comen ningún cereal que se mezcle con el agua durante más de 18 minutos, a partir de cuando se considera un producto leudado.
La bíblica historia de los israelitas bajo el yugo del faraón, las reiteradas solicitudes de Moisés para que liberara a su pueblo, las diez plagas que cayeron sobre Egipto y la huida de miles de personas atravesando un Mar Rojo abierto en canal, son las enseñanzas que los judíos recordaron con modestia un año más y que dan su otro nombre a esta conmemoración: “la fiesta de la libertad”.
Hacia el final, ya algo cansados, los invitados marcan el ritmo de las últimas canciones de la “Hagadá” -consideradas las más bellas- a compás apresurado y divertido, cerrando una noche que los judíos ven como la reafirmación de su conciencia colectiva como pueblo. EFE