En busca de nuestras raíces judías

La historia de España no se entendería sin la impronta de los hebreos, una de las comunidades más prósperas de la época medieval. Seis rutas que recorren la Península Ibérica de norte a sur y de este a oeste permiten al viajero palpar las huellas que los sefardíes nos concedieron.

Meses antes de que Cristóbal Colón pusiera un pie en el Nuevo Mundo, los Reyes Católicos editaron el Edicto de Granada, un decreto de marzo de 1492 que obligaba a los judíos que habitaban la Península a convertirse al cristianismo o abandonar esta tierra antes del 2 de agosto el mismo día que Colón partió. Pero la expulsión no fue pretexto para borrar las huellas de una de las comunidades más prolíficas que pobló durante siglos la España Medieval, hasta el punto de que hoy podemos palpar la impronta de los sefardíes judíos oriundos de nuestro país en seis rutas turísticas.

Por el noroeste

La villa de Ribadavia (Orense) fue una próspera comarca en la que la comunidad judía administraba los bienes de los señores. Todos ellos se asentaron en la calle de la judería, cerrada por las puertas de la muralla. Algo similar sucede en Monforte de Lemos, donde la Torre del Homenaje conserva la estrella de Salomón. En León, en 1196 los sefardíes se trasladaron al núcleo urbano, delimitado por las actuales Plaza Mayor, de Santa Ana y del Grano. La última parada es Oviedo, donde el barrio de Socastiello fue, desde 1274, la morada exclusiva de los judíos. La casina Sinagoga y el Teatro Campoamor –edificado en los terrenos del cementerio judío– son paradas obligadas.

Por el norte

Aragón, La Rioja y Navarra también esconden un apasionante pasado judío y prueba de ello es Estella, que contó con dos aljamas, mientras que en Calahorra se asentó la comunidad judía más importante de La Rioja, con un centenar de familias en 1332. La iglesia de San Francisco y el entramado urbano de la antigua judería dan muestra de ello. Por su parte, la casa judía de la calle Dombriz, la plaza de la judería o la catedral sinagoga son las visitas imprescindibles para rememorar la presencia hebrea en Tudela, mientras que en Tarazona el barrio de la judería sorprende por sus singulares casas colgadas.

Por Cataluña

Tortosa, capital del Bajo Ebro, da el pistoletazo de salida a esta ruta, ya que en 1148 Ramón Berenguer IV donó las antiguas atarazanas árabes a la comunidad judía que hoy conserva prácticamente intacta la estructura laberíntica de sus calles. En Barcelona merece la pena adentrarse en el Museo de Historia y en la plaza de Sant Iu, donde se conservan losas con inscripciones judías. Más al norte, Besalú y Castelló d’Empuries conservan restos de sus sinagogas y murallas medievales, mientras que la visita al Museo de Historia de los Judíos y el Instituto de Estudios Nahmánides son la cita imprescindible en Gerona.

Por Andalucía

La historia de Andalucía difícilmente puede entenderse sin la presencia judía. Buen ejemplo es Jaén, cuna de Hasday ibn Shaprut, médico, consejero y diplomático durante el mandato del califa Abderramán III. El centro religioso y cultural del judaísmo se asentó en el sur con las academias rabínicas de Córdoba y Lucena. En la capital cordobesa se conserva una magnífica judería, con la sinagoga, la casa de Sefarad y el museo de las Tres Culturas como principales estandartes. En Sevilla, pasear por el barrio de Santa Cruz permite al viajero transportarse a la época sefardí.

Por Extremadura

La belleza y tipismo de la judería de Cáceres no defrauda al viajero. La «vieja» se halla dentro de la ciudad monumental amurallada y encandila por la ermita de San Antonio, antigua Sinagoga, mientras que la «nueva» se ubica en las actuales calles Paneras y de la Cruz. En Plasencia, el Parador de Turismo es la antigua sinagoga, la más espaciosa de la alta Extremadura medieval, mientras que en Hervás las calles Rabilero y del Vado, con casas de adobe y madera, son el vivo ejemplo de la época dorada sefardí.

Por Castilla

Toledo fue la capital de Sefarad, lo que lo convierte en destino imprescindible para rememorar el pasado hebreo de nuestro país, no en vano cuenta con varias sinagogas, el museo Sefardí y la «casa del judío», entre otras visitas obligadas. En Ávila se conserva, por ejemplo, un ejemplar único del decreto de 1492, mientras que en Segovia, que contó con cinco sinagogas y una de las principales aljamas del Reino de Castilla, se conserva la que fuera Sinagoga Mayor (actual convento del Corpus Christi).

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