Judíos en Rumanía: Historia, Desafíos y Resiliencia ante el Antisemitismo en 2025

Tras unas elecciones polémicas, la pequeña comunidad judía de Rumanía enfrenta un resurgir del antisemitismo. Historia, testimonios y retos actuales de un pueblo que lucha por preservar su herencia.

La historia de los judíos en Rumanía es tan rica como dolorosa, marcada por siglos de aportes culturales y comerciales, pero también por persecuciones, pogromos y emigraciones masivas. Hoy, en 2025, tras unas elecciones presidenciales que pusieron en vilo a la democracia del país, los pocos judíos que permanecen en Rumanía viven entre el orgullo por su herencia y la preocupación constante por un antisemitismo que, lejos de desaparecer, parece encontrar nuevos caminos para manifestarse.

Este reportaje ofrece un recorrido histórico y humano por la situación de la comunidad judía rumana, desde sus raíces hasta los desafíos contemporáneos, con testimonios, datos históricos y reflexiones sobre su futuro.

Una sinagoga sin fieles en la tierra de Drácula

A solo diez minutos a pie del lugar de nacimiento de Vlad Dracul —la figura histórica que inspiró al Conde Drácula— se erige la Sinagoga de Sighișoara. Construida en 1903, este templo fue durante décadas el centro espiritual de unas 200 familias judías de habla yidis. Sin embargo, el Holocausto, seguido por la emigración masiva hacia Israel, vació la comunidad. El último servicio religioso se celebró en 1984 y el último judío de la ciudad falleció en 2009.

Hoy, el edificio permanece en pie gracias a la inversión del abogado estadounidense David Blum, quien financió su restauración en memoria de sus ancestros. Paradójicamente, el cuidado del lugar está en manos de Viorica Baluța, una cristiana ortodoxa que, con orgullo, protege el patrimonio para los turistas y curiosos que visitan Sighișoara.

Pero no todo ha sido respeto. En 2014, vándalos intentaron incendiar la sinagoga; en 2015, aparecieron esvásticas pintadas en la entrada. Estos actos, ocurridos mucho antes del actual repunte de antisemitismo en Europa, reflejan un problema latente.

Antisemitismo histórico en Rumanía

El antisemitismo rumano no es un fenómeno reciente ni importado. Según Alexandru Muraru, vicepresidente del Partido Nacional Liberal, “nuestro antisemitismo tiene raíces históricas”.

En la década de 1930, la Gran Rumanía albergaba a unos 800.000 judíos, la cuarta población judía más grande del mundo, tras Estados Unidos, Polonia y la Unión Soviética. Muchos pueblos y ciudades, como Podu Iloaiei, tenían mayoría judía, y su influencia cultural y económica era significativa.

Sin embargo, el auge de movimientos fascistas como el Movimiento Legionario y la colaboración con la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial resultaron devastadores. Se estima que 400.000 judíos rumanos fueron asesinados, con episodios tan trágicos como el pogromo de Iași en 1941, donde más de 13.000 judíos fueron masacrados en solo tres días.

Del comunismo a la diáspora israelí

Tras la guerra, muchos judíos permanecieron en Rumanía, pero el régimen comunista de Nicolae Ceaușescu impuso nuevas restricciones. Paradójicamente, la dictadura facilitó la emigración de 1.500 judíos al año a Israel, a cambio de pagos en efectivo y ayuda militar. Este intercambio convirtió la emigración en la única vía para preservar la identidad judía en un sistema que reprimía la religión.

Cuando Ceaușescu fue derrocado en 1989, quedaban apenas 11.000 judíos en el país. Hoy, la cifra se estima en 2.500 personas, la mayoría ancianos.

Memoria y educación: un reto pendiente

El desconocimiento sobre el Holocausto en Rumanía es alarmante: solo el 20% de los rumanos sabe de su existencia y del papel que jugó el país bajo Ion Antonescu. El Instituto Nacional Elie Wiesel, dirigido por Alexandru Florian, trabaja en la preservación de la memoria histórica, pero enfrenta resistencias y escasa financiación.

Entre sus proyectos más ambiciosos se encuentra el futuro Museo Nacional de Historia Judía Rumana y del Holocausto, un edificio de siete plantas y 10.000 metros cuadrados en Bucarest, con inauguración prevista para 2029.

La amenaza política del extremismo

El reciente ciclo electoral puso en alerta a la comunidad judía. Calin Georgescu, candidato de extrema derecha del partido AUR y admirador del Movimiento Legionario, llegó a perfilarse para la presidencia antes de ser descalificado por la Corte Suprema por presunta injerencia rusa. Fue reemplazado por George Simion, un populista con discurso nacionalista que minimizó el Holocausto.

En la segunda vuelta de mayo de 2025, el centrista Nicușor Dan venció a Simion con el 54% de los votos, pero para figuras como Muraru, la amenaza persiste: más de 5,3 millones de rumanos votaron por un candidato extremista.

Educación como puente: el caso Laude-Reut

Una de las instituciones que combate el desconocimiento y el prejuicio es el Complejo Educativo Laude-Reut, fundado en 1997 por el filántropo Ronald Lauder. Con 600 estudiantes —el 40% no judíos—, el colegio enseña hebreo e historia judía como parte de un enfoque intercultural.

Para su directora, Tova Ben-Nun Cherbis, el antisemitismo juvenil se alimenta de la desinformación en redes sociales. Casos como el de David Solomonovich, estudiante que dejó de usar su collar con la Estrella de David tras recibir amenazas, evidencian el clima actual.

El turismo judío como oportunidad

A pesar de la disminución de la población judía, algunos lugares de culto, como el Templo Coral de Bucarest, se han convertido en importantes atractivos turísticos. Con su arquitectura morisca y elaboradas fachadas, atrae visitantes de todo el mundo, incluidos turistas israelíes y musulmanes interesados en la historia judía local.

Futuro incierto, esperanza persistente

Gilbert Șaim, gabbai del Templo Coral, cree que la vida judía en Rumanía no desaparecerá del todo. Estima que unas 20 sinagogas aún realizan servicios, y que la presencia de israelíes residentes podría dar un nuevo impulso a la comunidad.

“En el futuro próximo, habrá pocos judíos locales, pero más israelíes”, afirma. “Ese será nuestro futuro”.

Legado cultural, histórico y espiritual

La comunidad judía en Rumanía vive una paradoja: su peso demográfico es mínimo, pero su legado cultural, histórico y espiritual sigue resonando. Entre sinagogas vacías convertidas en patrimonio, museos que aún buscan financiamiento, amenazas de la extrema derecha y proyectos educativos que resisten al odio, los judíos rumanos demuestran que su historia no se borrará fácilmente.

En un contexto europeo donde el antisemitismo resurge con fuerza, la experiencia rumana recuerda que la memoria y la educación son las mejores armas contra la intolerancia. Y que, aunque la comunidad sea pequeña, su voz sigue siendo necesaria.

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