La ley que concede la nacionalidad española a los judíos sefardíes, presentada como reparación histórica por los judíos expulsados de Sefarad (España) hace 524 años, corre el riesgo de acabar en un fiasco. Como fue el decreto de Primo de Rivera, que en los años veinte del siglo pasado solo fueron recibidos 3.000 sefardíes.
Desde la entrada en vigor de la nueva ley, el 1 de octubre de 2015, solo una persona ha obtenido la nacionalidad española en base a ella, mientras que el número de sociedades es de 2.424, lejos de las decenas de miles esperadas.
«Puede que haya hasta medio millón de personas que se pueden considerar sefardíes en el mundo, pero parece que menos de 100.000 finalmente solicitarán un pasaporte español», declaró a EL PAÍS el director de la Unión Mundial Sefardí, José Benarroch enero pasado.
Sus cálculos parecían respaldados por la avalancha de solicitudes de información recibidas por los consulados españoles, especialmente en Israel, cuando se anunció que España estaba dispuesta a reparar la injusticia histórica cometida con los judíos que fueron expulsados de Castilla y Aragón por los Reyes Católicos en 1492 y se dispersaron por el norte de África, los Balcanes o el Imperio Otomano.
Más de un año después de la publicación de la ley y diez meses después de su entrada en vigor, el 1 de octubre de 2015, solo 225 residentes sefardíes en Israel han solicitado un pasaporte español. Y el número total de peticiones es de 2.424, según datos del Ministerio de Justicia al 4 de agosto.
Solicitudes de la nacionalidad por sefardíes originarios de España

Hasta ahora sólo se ha otorgado una nacionalidad bajo la nueva ley y se han concluido otros 256 expedientes, mientras que el resto está pendiente. Hay que tener en cuenta que la norma solo estará vigente durante tres años, hasta el 1 de octubre de 2018, aunque el Consejo de Ministros podría prorrogarla por un año más.
La complejidad de los trámites que deben realizar los solicitantes hace pensar que diez meses no es suficiente para hacer balance y que a medio plazo las solicitudes podrían multiplicarse, pero lo cierto es que, con los requisitos actuales, difícilmente se alcanzará la cifra de entre 90.000 y 200.000 expedientes que citó el presidente de la Federación de Comunidades Judías de España, Isaac Querub.
La gran novedad de la reforma, impulsada por el exministro de Justicia Alberto Ruiz-Gallardón, fue la posibilidad de que los sefardíes obtuvieran la nacionalidad española sin tener que renunciar a su nacionalidad, algo hasta ahora reservado a los iberoamericanos. “¡Cuánto os hemos echado de menos!”, Proclamó el rey Felipe VI, dirigiéndose a los sefardíes, tras promulgar la ley.
Sin embargo, las cifras son mucho más modestas que las afirmaciones. En países donde residen decenas de miles de sefardíes, como Turquía o Marruecos, el número de solicitantes no llega al centenar. Esto se debe, según distintas fuentes, a la complejidad de los trámites, calificados de engorrosos y onerosos.
Para acogerse a la ley es necesario acreditar la condición de judío originario de España mediante certificado expedido por el presidente de la Federación de Comunidades Judías de España o por el rabino del lugar de residencia, así como como acreditar el uso del ladino o haketia como lengua de familia, aportar acta de nacimiento o acta de matrimonio, informe motivado de la pertenencia de su apellido al linaje sefardí y cualquier otro documento que acredite vínculos con España. Obtener todos estos documentos no siempre es fácil, dada la diáspora del pueblo judío y la eliminación de familias enteras en la Shoah (Holocausto). Una vez obtenidos y debidamente traducidos y legalizados, deben enviarse a la Dirección General del Registro y al Notario Público.
A partir de ahí comienza un auténtico Vía Crucis, pues el solicitante debe viajar a España para comparecer personalmente, salvo excepciones, ante el notario designado, a quien proporcionará las pruebas y la documentación requerida.
Los costes de tramitación pueden oscilar entre los 3.000 y los 5.000 euros, incluidos los honorarios (100 euros), que se abonan aunque la solicitud no sea satisfactoria. Además, los interesados deberán aprobar un examen de español y una prueba de conocimiento de la Constitución española y la realidad social y cultural.
En estas condiciones, según los expertos, ni los sefardíes de mayor edad ni los de menos recursos económicos decidirán embarcarse en la carrera de obstáculos de la obtención de la nacionalidad española. <VS1> La nostalgia de Sefarad atrae mucho, pero no tanto.