En septiembre de este año, las autoridades egipcias reabrieron la histórica sinagoga Ben Ezra de El Cairo, una casa de oración con 1,200 años de antigüedad que había sido sometida a un proceso de renovación financiado por el Ministerio de Antigüedades. Sin embargo, lo que debería haber sido un momento de celebración para la comunidad judía local se convirtió en un episodio de tensiones crecientes entre el gobierno y los pocos judíos que quedan en Egipto.
A pesar de haber mantenido la sinagoga durante años, los miembros de la comunidad judía no fueron invitados a la ceremonia de reapertura. Esta exclusión fue percibida como un desaire por Sammy Ibrahim, vicepresidente de la organización de la comunidad judía, quien expresó su preocupación sobre la posibilidad de que el Ministerio de Antigüedades no respete la propiedad de la comunidad sobre el sitio.
La situación empeoró cuando, durante excavaciones en un cementerio judío en El Cairo, se descubrió una genizah, un tesoro de textos sagrados. A pesar de las protestas de la comunidad, los documentos fueron confiscados por funcionarios, lo que generó aún más tensiones. Sammy Ibrahim lamentó que los documentos estén ahora almacenados “para pudrirse”, ya que las autoridades se negaron a esperar a la presencia de un rabino en las excavaciones.
La comunidad judía decidió tomar medidas, utilizando la sinagoga por primera vez desde su renovación, como una forma de afirmar su control sobre el lugar. La visita de un grupo de profesores y ex alumnos donantes de la Universidad de Princeton fue parte de esta estrategia para demostrar que la comunidad aún tiene un papel activo en el sitio.
La restauración de la sinagoga fue financiada por la autoridad de antigüedades de Egipto, siguiendo la orden directa del presidente Abdel Fattah El-Sisi. Este gesto, que destaca la importancia histórica del templo, contrasta con la difícil situación financiera de la comunidad judía en Egipto, que hoy en día cuenta con menos de una docena de miembros, en su mayoría ancianos.
La comunidad judía se vio obligada a recurrir directamente a El-Sisi para obtener apoyo financiero, ya que carecían de los fondos necesarios para financiar la restauración por sí mismos. Esta acción generó cierta tensión con el Ministerio de Antigüedades, que normalmente habría esperado que la comunidad contribuyera económicamente a la obra.
Egipto, que una vez albergó una de las comunidades judías más grandes y antiguas de Medio Oriente, ha experimentado cambios significativos a lo largo del siglo XX. La creación del Estado de Israel en 1948 provocó la emigración de la mayoría de los judíos egipcios, debido a las tensiones árabe-israelíes y las leyes antisemitas que surgieron en ese periodo.
A pesar de los desafíos históricos y las tensiones recientes, la comunidad judía restante en Egipto afirma sentirse segura y cómoda en el país. Sammy Ibrahim enfatizó que no tienen miedo y Magda Haroun, presidenta de la comunidad, reiteró esta sensación de seguridad durante la visita del grupo de Princeton, destacando que el evento demostró que la sinagoga sigue siendo un lugar fundamental para la comunidad judía en Egipto.
La sinagoga Ben Ezra, con su rica historia y la Genizah de El Cairo, sigue siendo un testimonio viviente de la presencia judía en Egipto a lo largo de los siglos. Sin embargo, el presente desafío entre la comunidad y las autoridades resalta las complejidades contemporáneas de preservar y celebrar el patrimonio cultural en un contexto de cambio y tensiones políticas.