“La historia de los judíos es la de la ocultación, como ejemplo está el misterioso empeño de Cristóbal Colón por ocultar sus orígenes”, sentencia Román Antonio Álvarez, un avilesino amante de los retos históricos que no dudó en zambullirse en legajos para sacar a la luz la presencia de judíos en Avilés. Tras cuatro años de estudio, Álvarez, profesor ya jubilado y exconcejal socialista en el Ayuntamiento de Avilés, acaba de publicar el libro “Avilés, las huellas de Sefarad” (Nieva Ediciones), que como abuelo orgulloso dedica a sus nietos: Sofía y Juan Antonio. En 160 páginas, el escritor relata de forma amena y didáctica quiénes eran aquellas personas de las que ahora y gracias a su trabajo se tiene conocimiento de su presencia en Avilés desde el Fuero concedido por Alfonso VI en torno al año 1085.
En este documento figura un precepto que hace alusión a que cualquier persona que ejerciera como testigo debía ser practicante cristiano “mayor de siete años”; esto es, debía seguir esta religión por largo tiempo. “Este precepto sólo puede entonces referirse a conversos judíos o musulmanes y estos últimos fueron muy escasos en Asturias y solían ser esclavos, por tanto, no podían ejercer como testigos”, aclara el exedil
Así, pues, fue después de la conquista de Toledo cuando los judíos constatan su presencia efectiva en Asturias, especialmente en Oviedo, Luarca, Cangas del Narcea y Avilés. “Es imposible determinar la importancia numérica que tuvieron estos asentamientos, parece que escasa en todos los casos, aunque posiblemente de mayor entidad en Avilés, que era el principal puerto de la región y donde radicaba el mayor alfolí de la sal, el producto de más importancia comercial de aquel tiempo”, relata el escritor.
Aún así en Avilés no existía judería. “De haberla, estaría en Sabugo, que era donde residían por aquel entonces los ‘francos’, como se conocía a cualquiera que no era de aquí”, explica. Las familias están vinculadas al negocio de la sal, al comercio en general y sobre todo al cultivo de la vid. Y es que por aquel entonces Avilés era tierra de vinos, de vino “kosher”, que en hebreo significa puro y de mayor calidad que el elaborado por los cristianos. Tal fue la importancia de este caldo que todavía hoy quedan en la toponimia las huellas de este capítulo. “El ejemplo es la parroquia de San Cristóbal de Entreviñas que hace referencia de forma indubitada a la existencia de viñedos abundantes en la zona”, precisa Román Antonio Álvarez.
Las vides estaban situadas en las colinas que coronan el antiguo arrabal de Sabugo, al norte del río Tuluergo. En San Cristóbal, precisamente, existe también una calle, Salomón, que da pistas de la presencia judía o conversa en la ciudad. El autor de “Avilés, las huellas de Sefarad” ahondó en la historia de los judíos basándose en el estudio de diferentes documentos, una extensa biografía y una ágil forma de hilvanar las pistas de una historia simbólica al cien por ciento. De su estudio, Álvarez extrajo nombres y apellidos de judíos que residieron en Avilés: Adam López -que regresa a Avilés en 1494 reclamando las casas que había tenido que malvender cuando fue expulsado en 1492-, el negociante Eli Melón, Pedro Salomones de Pravia…
Álvarez recoge también en el libro actas de bautizo de niños, entre ellas una especialmente curiosa que data de 1806. “Aquel año se bautizó un niño con el nombre de Isaac y al margen del documento se especifica que un año después se le renombró como Josep”, dice. Entonces, tanto los judíos como los conversos precisaban pasar desapercibidos porque no eran bien vistos.
La huella de los judíos en Avilés se fue borrando con el paso de los años. O eso se cree. “Los vaqueiros han sido considerados descendientes de los mozárabes que Alfonso I y otros reyes posteriores trajeron a Asturias de los territorios musulmanes. Para otros autores sus ascendientes fueron moros y hay otra corriente de estudiosos que afirma que son descendientes de judíos o de conversos”, puntualiza Román Antonio Álvarez. De hecho, recalca, el término “braña” hace referencia al hebreo “branna”, pasto de verano, de donde procede también la palabra “brano” que en asturiano significa verano.
Álvarez, que ya está “cociendo” tres nuevos títulos, sin prisa pero sin pausa, no descarta seguir investigando la presencia de la población hebrea en Avilés ligada ahora al barrio de Sabugo gracias al meticuloso trabajo del abuelo, maestro y exconcejal que el 30 de marzo presentará en el palacio de Ferrera “Avilés, las huellas de Sefarad” (20.00 horas). Fuente: esefarad.com
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