Un paseo por el pasado sefardí
Aragón, por su situación geográfica, siempre ha supuesto un cruce de pueblos y creencias. Tras la diáspora que siguió a la destrucción del Templo de Jerusalén por el emperador Tito en el año 70 d.C., el territorio que hoy ocupa la provincia de Zargoza se convirtió en un lugar acogedor para los judíos, donde pudieron mantener y desarrollar su cultura en un ambiente de respeto entre las tres culturas monoteístas.
La presencia judía en Aragón se remonta ya al Bajo Imperio Romano y al periodo visigodo. La Edad Media fue sin embargo su época de mayor esplendor. Dejó un rico legado patrimonial, visible todavía hoy en el urbanismo de algunas localidades. Este ambiente de tolerancia vivió altibajos pero se vio truncado con las persecuciones y conversiones forzosas del siglo XIV, que desembocarían en la expulsión definitiva de los judíos en 1492.
Sin embargo, una importante herencia ha quedado como recuerdo de esta cultura en diferentes localidades de la geografía aragonesa. Esta huella es especialmente visible en las aljamas –barrios de islámicos y hebreos– de la comarca de las Cinco Villas, “la que más enclaves judíos conserva”, según la historiadora del arte Nuria Asín.
“Esta particularidad viene marcada por el devenir histórico de esta región aragonesa”, asegura Asín en su libro sobre las aljamas zaragozanas Juderías, la huella del pueblo elegido. La Reconquista dio lugar “a numerosas comunidades que crecieron amparadas por los derechos recogidos en las cartas de población” que “no discriminaban por razones religiosas”.
Tarazona es un claro exponente del pasado judío de la provincia de Zaragoza. Desde hace algún tiempo, los paneles explicativos de la aljama turiasonense permiten, mediante códigos QR, descargarse audioguías desde cualquier smartphone.
Por su parte, la huella judía en las Cinco Villas, con un magnífico estado de conservación en su inmensa mayoría, se reparte por Ejea de los Caballeros (barrio de la Corona), Tauste, Luna, Luesia, Uncastillo (Barrio Nuevo), El Frago, Biel (Barrio Verde) o Sos del Rey Católico. Todas estas localidades exhiben su pasado sefardí en sus respectivas juderías, que nacieron entre los siglos XI y XII.
En el caso de Uncastillo, “las casas se fueron reformando pero todavía se observa el trazado de calles estrechas y llenas de curvas y esquinas de la judería”, señala Jesús Zarralanga, guía turístico del municipio.
La Fundación Uncastillo promovió, con ayudas de la DGA y de la DPZ, la restauración de la antigua sinagoga, una de las mejor conservadas de Aragón. Desde el 2011, hay visitas guiadas a la aljama y la sinagoga, con salida desde la plaza del Mercado, los sábados (12.00 y 18.00 horas) y los domingos (12.00).
La Espiral
La judería de Ejea se localiza actualmente en el barrio de la Corona. Con 300 pobladores, fue la quinta aljama aragonesa. Hoy cuenta con La Espiral, un centro de interpretación de las culturas musulmana y judía en el Valle del Ebro.
Sos del Rey Católico también conserva lo que fue su judería medieval, llamada en la actualidad Barrio Alto. El corazón de la judería es la conocida como plaza de la Sartén, en una de cuyas casas se conserva la hendidura donde situar la Mezuzah, un receptáculo adherido a la jamba derecha de la puerta que alberga un pergamino con versículos de la Torá. Esta judería entra en las rutas turísticas guiadas de la localidad.
MARIO GRACIA
Fuente: elperiodicodearagon.com