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Siria permite restauración de propiedades judías: ¿Gesto de reconciliación o maniobra política?

Siria autoriza por primera vez una organización para restaurar bienes judíos confiscados — un paso histórico hacia la reparación y memoria.

Un gesto histórico en una tierra marcada por el conflicto

En un movimiento que rompe con décadas de políticas discriminatorias, las autoridades sirias han otorgado una licencia histórica a una organización judía-siria para restaurar propiedades confiscadas bajo regímenes anteriores. Este anuncio, realizado el 10 de diciembre de 2025 por el Ministerio de Asuntos Sociales y Trabajo sirio, representa un cambio significativo en la relación del país con su patrimonio judío y podría marcar un punto de inflexión en la compleja historia de una comunidad que una vez floreció en tierras sirias. La medida llega apenas un año después de la caída del régimen de Bashar al-Assad, sugiriendo que el nuevo gobierno busca distanciarse de las prácticas del pasado y proyectar una imagen de pluralismo religioso en un país devastado por años de guerra civil.

La decisión no es un hecho aislado. Coincide con visitas documentadas de grupos judíos, incluidos dos rabinos israelíes, a sinagogas cerradas en Alepo, bajo protección oficial, y con compromisos públicos de autoridades locales para ayudar a restaurar propiedades robadas a sus legítimos dueños. Para entender la profundidad de este cambio, debemos remontarnos a la rica y, a menudo, trágica historia de los judíos en Siria, una comunidad que durante siglos fue parte integral del tejido social y cultural del país, pero que en las últimas décadas fue sistemáticamente marginada y reducida a apenas un puñado de personas.

El legado de una comunidad milenaria: Los judíos en Siria

La historia de los judíos en Siria se remonta a más de dos mil años, con comunidades establecidas en Damasco, Alepo (conocida como «Aram Tzova» en la tradición judía) y otras ciudades. Durante siglos, estas comunidades prosperaron, contribuyendo significativamente a la vida económica, intelectual y religiosa de la región. Alepo, en particular, fue un centro de aprendizaje judío de renombre mundial, famoso por ser el hogar del Codex de Alepo (Keter Aram Tzova), una manuscrito bíblico hebreo del siglo X considerado uno de los textos masoréticos más precisos y venerados.

Este códice permaneció en la Gran Sinagoga de Alepo durante aproximadamente seiscientos años, hasta que fue dañado durante los disturbios antisemitas de 1947, desencadenados por la resolución de la ONU que proponía la partición de Palestina. Aunque gran parte del manuscrito se perdió en el incendio de la sinagoga, lo que quedó fue salvado heroicamente por el rabino de la comunidad y finalmente llevado a Israel en 1958, donde hoy se exhibe en el Santuario del Libro del Museo de Israel en Jerusalén.

Bajo el gobierno de Hafez al-Assad (padre de Bashar), a la comunidad judía se le permitía practicar su religión, pero enfrentaba restricciones severas, incluida la prohibición de abandonar el país. Esta política cambió en 1992, permitiendo la emigración, lo que resultó en un éxodo masivo. De una población de aproximadamente 5.000 personas a principios de la década de 1990, la comunidad se redujo a solo unas pocas docenas en la actualidad, dejando atrás un vasto patrimonio de propiedades, sinagogas y centros comunitarios que cayeron en el abandono o fueron confiscados por el estado.

El anuncio histórico: Licencia para restaurar y devolver propiedades

El miércoles 10 de diciembre de 2025, Hind Kabawat, Ministra de Asuntos Sociales y Trabajo de Siria, anunció la concesión de una licencia oficial a la Fundación del Patrimonio Judío en Siria (Jewish Heritage in Syria Foundation). En declaraciones a la AFP, Kabawat enfatizó: «Este es un mensaje contundente del estado sirio de que no discriminamos entre una religión y otra… Siria ayuda a todos los hombres y mujeres sirios de cualquier religión y secta que quieran construir nuestro nuevo estado». Esta narrativa de unidad nacional y reconstrucción inclusiva es central en la comunicación del nuevo gobierno.

La fundación está presidida por Henry Hamra, quien huyó de Siria a Estados Unidos en la década de 1990 junto a su padre, Yusuf Hamra, identificado como el último rabino en abandonar Siria bajo las restricciones del depuesto régimen de Assad. En un giro notable, Henry Hamra regresó para postularse, sin éxito, en las elecciones legislativas sirias de octubre de 2025, demostrando un compromiso activo con el futuro político del país. Tras recibir la licencia, Hamra declaró que el grupo «trabajará en hacer un inventario de las propiedades judías y devolver las confiscadas durante el régimen anterior, así como proteger, cuidar y restaurar los sitios sagrados para que sean accesibles para todos los judíos del mundo».

El encuentro entre Hamra y la ministra Kabawat en Damasco fue documentado en fotografías publicadas por Mouaz Moustafa, jefe del antiguo grupo opositor Syrian Emergency Task Force. Las imágenes también muestran a Hamra orando con su hijo Joseph en la sinagoga al-Franj de Damasco, que había visitado previamente en febrero con su padre, el antiguo rabino del lugar. Estos actos simbólicos de retorno y práctica religiosa abierta serían impensables bajo el régimen anterior.

Las visitas a Alepo: Simbolismo y logística bajo alta protección

Paralelamente al anuncio en Damasco, se desarrollaba una escena igualmente significativa en el norte del país. El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (SOHR), con sede en Londres, informó que un grupo judío, que incluía a dos rabinos israelíes no identificados, visitó dos sinagogas en Alepo que llevaban décadas cerradas.

Según el SOHR, la visita, que formaba parte de un «evento religioso-cultural», se realizó bajo protección pesada de las autoridades. El grupo pudo inspeccionar los activos de los judíos sirios en el vecindario de al-Jamiliya. Durante el encuentro, el gobernador de Alepo prometió ayudar a restaurar las propiedades robadas de los judíos sirios a sus legítimos dueños. Esta promesa, hecha en una ciudad que fue un epicentro de la guerra civil y donde gran parte del patrimonio judío fue destruido o saqueado, carga con un profundo significado.

La elección de Alepo como escenario para esta visita no es casual. La ciudad no solo albergó el famoso Codex, sino que fue el corazón de una de las comunidades judías más antiguas e importantes del mundo árabe. Su Gran Sinagoga, dañada gravemente en los disturbios de 1947 y posteriormente, ha sido un símbolo de la vulnerabilidad de este patrimonio. Permitir que rabinos, incluidos ciudadanos israelíes, visiten estos lugares bajo protección estatal es un mensaje poderoso dirigido tanto a la comunidad internacional como a las facciones internas del país.

Contexto político: Un año después de la caída de Assad

Estos desarrollos ocurren en un momento político preciso: la primera conmemoración de la caída de Bashar al-Assad. El nuevo gobierno, surgido de una compleja y sangrienta guerra civil, busca activamente consolidar su legitimidad y redefinir la identidad nacional siria. Los gestos hacia la comunidad judía pueden interpretarse como parte de una estrategia más amplia para:

  1. Proyectar una imagen de tolerancia y modernidad ante los ojos de potencias occidentales y donantes internacionales, cruciales para la reconstrucción del país.
  2. Distinguirse claramente del anterior régimen de Assad, cuyas políticas represivas y sectarias fueron una de las causas del conflicto. Mouaz Moustafa, del Syrian Emergency Task Force, señaló que «hemos contado docenas de casas de propiedad judía que fueron confiscadas por el régimen de Bashar al-Assad».
  3. Atraer inversión y expertise de la diáspora siria, incluida la comunidad judío-siria, que tiene una significativa presencia empresarial en países como Estados Unidos, México e Israel.

Sin embargo, este acercamiento genera preguntas complejas. La participación de ciudadanos israelíes es particularmente delicada, dado el estado técnico de guerra que existe entre Siria e Israel, y la ocupación israelí de los Altos del Golán. La visita se enmarca en un «evento religioso-cultural», evitando por el momento un reconocimiento político directo, pero estableciendo un precedente notable de interacción.

Los desafíos por delante: De la promesa a la realidad

Aunque el anuncio es histórico, el camino desde la licencia y las promesas hasta la restitución y restauración tangible estará lleno de obstáculos:

  • Inventario y verificación de propiedades: Identificar y documentar con precisión las propiedades judías confiscadas a lo largo de décadas, a menudo sin registros claros, será una tarea monumental.
  • Marco legal para la restitución: Siria necesitará desarrollar o enmendar leyes que especifiquen el proceso para reclamar y devolver propiedades, un terreno legal minado dada la superposición de confiscaciones bajo diferentes regímenes.
  • Seguridad y estabilidad: Grandes partes de Siria siguen siendo inestables. La protección de sitios frágiles, especialmente en zonas que estuvieron bajo control de grupos insurgentes, será un desafío continuo.
  • La diáspora y la propiedad: La abrumadora mayoría de los propietarios originales o sus herederos viven ahora en el extranjero, muchos de ellos en países con los que Siria no tiene relaciones diplomáticas (como Israel). Establecer mecanismos para que presenten reclamos será complejo.
  • Sensibilidades internas: En una sociedad fracturada por líneas sectarias, un enfoque prominente en los derechos de una comunidad diminuta podría generar resentimiento entre otros grupos que también han sufrido pérdidas masivas durante la guerra.

Reacciones y perspectivas de la diáspora judío-siria

Para la diáspora judío-siria, dispersa principalmente entre Israel, Estados Unidos, América Latina y Europa, estas noticias provocan una mezcla de escepticismo cauteloso y esperanza emocional. Muchos mantienen un profundo apego sentimental a ciudades como Alepo y Damasco, preservando recetas, tradiciones litúrgicas y memorias de un hogar que ya no existe. La posibilidad de visitar, o incluso recuperar, la herencia física de sus antepasados es profundamente conmovedora.

Sin embargo, el escepticismo persiste. Las experiencias de persecución, las restricciones a la emigración y las confiscaciones han dejado cicatrices profundas. La confianza en las promesas de cualquier gobierno sirio es baja. Para muchos, la verdadera prueba no serán las licencias o las visitas de alto nivel, sino acciones concretas en el terreno: la restauración física de una sinagoga, la devolución documentada de una casa familiar a sus legítimos herederos, o el acceso sin obstáculos para judíos de todo el mundo a los cementerios y lugares sagrados.

Organizaciones como la recién licenciada Fundación del Patrimonio Judío en Siria tendrán que navegar por este paisaje emocional y político, actuando como un puente esencial entre las autoridades sirias y una diáspora dispersa y cautelosa.

Conclusión: Un capítulo nuevo para un antiguo legado

La decisión de Siria de permitir la restauración de propiedades judías confiscadas es, sin duda, un desarrollo de gran importancia simbólica. Marca una ruptura deliberada con el pasado y un intento de reescribir la narrativa nacional para incluir una pluralidad de historias. Es un gesto hacia la comunidad internacional y una oferta, aunque tentativa, a una diáspora cuya experiencia estuvo marcada por la pérdida.

Sin embargo, es crucial ver este anuncio en su contexto. Es, ante todo, un acto político de un gobierno joven que busca legitimidad y reconstrucción. Su significado duradero dependerá completamente de su implementación. ¿Las promesas hechas en Damasco y Alepo se traducirán en un marco legal justo? ¿Se devolverán las propiedades de manera transparente? ¿Se restaurarán los sitios sagrados como lugares de culto activo y memoria, o como museos congelados?

Las respuestas a estas preguntas determinarán si este momento es recordado como el comienzo genuino de una reconciliación histórica o simplemente como una maniobra astuta en el complejo tablero de ajedrez de la política de Oriente Medio. Por ahora, abre una puerta que parecía sellada para siempre, ofreciendo un atisbo de posibilidad de que el rico y doloroso legado de los judíos de Siria pueda, finalmente, recibir el reconocimiento y el cuidado que merece.

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