Una estudiante adolescente descubrió esta semana un “espejo mágico” del periodo bizantino de 1.500 años de antigüedad durante una excavación de la Autoridad de Antigüedades de Israel en el antiguo yacimiento de Usha, en el norte de Israel.
Aviv Weizman, de Kiryat Motzkin, cerca de Haifa, era uno de los 500 estudiantes que participaban en un “Curso de Supervivencia” de una semana de duración que incluía una caminata de 56 millas y la participación en excavaciones en yacimientos arqueológicos de todo Israel que se abrirán al público en el futuro.
En el yacimiento, Weizman, de 17 años, observó un fragmento de cerámica inusual “que asomaba del suelo entre los muros de un edificio”, según informó el jueves la IAA. Weizman llevó el fragmento a la doctora Einat Ambar-Armon, directora del Centro de Educación del Norte de la Autoridad de Antigüedades de Israel, que lo reconoció como la placa de un “espejo mágico”.
“El fragmento forma parte de un ‘espejo mágico’ del periodo bizantino, de los siglos IV a VI d.C.”, explicó Navit Popovitch, conservador de los periodos clásicos de la Autoridad de Antigüedades.
“En el centro de la placa se colocó un espejo de cristal para protegerse del mal de ojo”, explicó Popovitch. “La idea era que el espíritu maligno, como un demonio, que se mirara en el espejo, vería su propio reflejo, y esto protegería al propietario del espejo”. En el pasado se han encontrado placas con espejos similares como regalos funerarios en las tumbas, para proteger al difunto en su viaje al mundo venidero”.
Usha, un parque nacional situado cerca del kibbutz del mismo nombre, en las laderas del monte Carmelo, en la Galilea occidental, fue el lugar donde el Sanedrín, un consejo judicial supremo de sabios rabínicos, se reunió durante breves periodos tras la destrucción romana del Segundo Templo en el año 70 d.C. Allí vivieron varios destacados rabinos talmúdicos.
Eli Eskosido, director de la Autoridad de Antigüedades, dijo que los estudiantes también encontraron jarras de cerámica, monedas, fragmentos de piedra decorada e incluso un acueducto.
“La historia, que normalmente se enseña en las aulas, cobra vida desde el suelo. Un alumno que descubre un hallazgo en el transcurso de una excavación nunca olvidará la experiencia. No hay mejor manera de vincular a los jóvenes al país y al patrimonio”, afirmó Eskosido.