La larga espera por una relación diplomática formal entre Arabia Saudita y Israel ha entrado en una fase crítica. Tras décadas de enemistad, diversas negociaciones, influencias regionales y presiones internacionales, la posibilidad de que Riad y Jerusalén establezcan vínculos oficiales parece más cercana que nunca. Sin embargo, el camino está lleno de condiciones, retos estructurales y contraprestaciones.
Este artículo analiza en profundidad la estrategia saudí–israelí, el papel de Mohammed bin Salman (MBS), la influencia de EE. UU., la cuestión palestina, los acuerdos de defensa, el contexto geopolítico, y lo que todo ello implica para el futuro del Oriente Medio.
El contexto histórico de las relaciones saudí-israelíes
Para entender lo que está en juego hoy, es fundamental recorrer los hitos que han definido las relaciones entre Arabia Saudita e Israel.
Antecedentes de hostilidad y mutua desconfianza
Desde su fundación en 1948, Israel ha sido visto por muchos países árabes —entre ellos Arabia Saudita— como un adversario del mundo árabe-musulmán. Riad votó en contra del Plan de Partición de la ONU de 1947 que dio lugar a la creación de Israel.
Durante décadas, Arabia Saudita no mantuvo relaciones diplomáticas con Israel y mantuvo una postura de apoyo al pueblo palestino como parte clave de su política internacional.
Primeros acercamientos y la Iniciativa de Paz Árabe
En 2002, la Cumbre de Beirut de la Liga Árabe de 2002 aprobó la denominada “Iniciativa de Paz Árabe” (también conocida como Iniciativa Saudí), que ofrecía la normalización con Israel a cambio del establecimiento de un Estado palestino con Jerusalén Este como capital, la retirada israelí de territorios ocupados en 1967, y una solución al problema de los refugiados palestinos.
Sin embargo, esa propuesta no se materializó, en parte por la falta de avances en el proceso israelopalestino y por las divergencias internas de los países árabes.
El giro gradual hacia la normalización
En los últimos años, el mundo árabe fue testigo de la firma de los Acuerdos de Abraham (2020), donde países como Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Marruecos establecieron relaciones con Israel. Arabia Saudita, aunque no participó formalmente, permitió avances indirectos como el sobrevuelo de aviones israelíes por su espacio aéreo.
Pero la guerra de octubre de 2023 entre Israel y Hamas en Gaza cambió nuevamente el escenario, y Arabia Saudita endureció sus condiciones para cualquier pacto de normalización.
Así, se puede decir que la relación entre ambos países avanza en dirección de “normalización condicional” más que de un acercamiento libre de requisitos.
Las condiciones saudíes: ¿qué exige Arabia Saudita?
Arabia Saudita ha dejado claro que no iniciará una normalización plena con Israel sin una serie de condiciones clave. A continuación se resumen los principales requisitos.
Estado palestino como requisito central
Una de las líneas rojas para Riad es el reconocimiento de un Estado palestino como etapa previa a la normalización con Israel. Arabia Saudita sostiene que no reconocerá diplomáticamente a Israel sin un camino creíble hacia la creación de un Estado palestino, con Jerusalén Este como su capital.
El ministro saudí de Exteriores afirmó que “las conversaciones sólo se pueden abrir primero si el conflicto en Gaza termina y si el sufrimiento del pueblo de Gaza se alivia”.
Esto es coherente con la histórica postura saudí y con la Iniciativa de Paz Árabe, y sirve como elemento de legitimidad internacional y regional para Riyadh.
Pacto de defensa con Estados Unidos como contrapartida
Más allá de la cuestión palestina, otro elemento esencial es la seguridad nacional de Arabia Saudita. Riad está buscando un acuerdo de defensa con Donald Trump/Estados Unidos que le garantice respaldo militar. Según reportes, el futuro pacto podría ampliar ejercicios conjuntos, ventas de armas avanzadas, cooperación tecnológica y restricciones al vínculo saudí con China, aunque este acuerdo sería más limitado comparado con lo que originalmente se pretendía.
La lógica saudí es: “primero mi seguridad; luego la normalización”. De hecho, el vínculo entre pacto de defensa, normalización con Israel y estado palestino configura una ecuación de negociación compleja.
Seguridad regional y autonomía estratégica
Arabia Saudita también exige que sus exigencias de seguridad y autonomía sean reconocidas. Por ejemplo, aunque la amenaza iraní era una motivación principal para un pacto de defensa antes, dados los recientes golpes israelíes a Irán y sus proxys, la prioridad saudí ha cambiado en ciertos aspectos.
Riad quiere asegurarse de que cualquier normalización no debilite su posición en el mundo árabe e islámico, ni reduzca su papel como “custodio” de los lugares santos del islam —Meca y Medina— y defensor de la causa palestina.
Opinión pública, legitimidad regional e Islámica
Un factor a menudo subestimado es la opinión pública saudí y árabe en general. Cualquier avance hacia Israel sin avances visibles para los palestinos podría costarle legitimidad al régimen saudí entre sus ciudadanos y ante otros países musulmanes. Como analistas señalan, Arabia Saudita ha tenido que endurecer su retórica para preservar su liderazgo y credibilidad.
En suma: para Riad, la normalización no puede verse como un “trapicheo” bilateral con Israel que ignore el sufrimiento palestino o que dañe la imagen saudí en el mundo islámico.
El lado israelí: ¿qué ofrece y qué pide Israel?
Desde la perspectiva de Israel, la normalización con Arabia Saudita implicaría un salto histórico, pero también vendría con concesiones difíciles.
Las ventajas para Israel
- Obtener el reconocimiento de un Estado árabe principal como Arabia Saudita consolidaría su integración regional y disminuiría su aislamiento estratégico.
- Abriría el camino para conexión económica, de tecnología, energía y transporte en la región del Golfo.
- Fortalecería su alianza con Estados Unidos en una zona clave para seguridad e intereses energéticos.
Las exigencias israelíes
Sin embargo, Israel, bajo el mandato de Benjamín Netanyahu, ha mostrado resistencia a ciertas condiciones saudíes, especialmente en relación con la creación de un Estado palestino. Según informes, el primer ministro se opone a una retirada plena o una solución que debilite la soberanía israelí en Cisjordania.
Por lo tanto, el dilema israelí es: ¿cómo avanzar hacia la normalización sin sacrificar lo que considera sus intereses fundamentales de seguridad y control sobre territorio clave?
El factor tiempo y la percepción de “ganancias inmediatas”
Mientras que Israel podría estar listo para reconocer el valor de un acuerdo con Arabia Saudita, Riad busca resultados tangibles para los palestinos como parte de su “precio” por el reconocimiento. Esto crea una brecha temporal: Israel puede querer avances rápidos, Arabia Saudita prefiere un proceso más lento y condicionado. Esto hace que la normalización no parezca inminente.
El papel de Estados Unidos
Los Estados Unidos juegan un papel central como mediador y garante de los intereses saudíes e israelíes.
Washington como intermediario y proveedor de garantías
La administración de Donald Trump ha sido clara en su deseo de expandir los Acuerdos de Abraham e incluir a Arabia Saudita. Sin embargo, para Riad, cualquier acuerdo necesita respaldo estadounidense en materia de defensa y seguridad. Esto incluye posibles garantías unilaterales o acuerdos ratificados por el Congreso, aunque este último es menos probable en el corto plazo.
Además, aspectos como limitaciones a la cooperación militar saudí con China, ventas de armas avanzadas de EE. UU. y presencia militar estadounidense en la región forman parte del paquete negociado.
El freno político interno en EE. UU.
El Congreso estadounidense ha mostrado reservas para aprobar un tratado de defensa vinculante con Arabia Saudita, especialmente tras la guerra en Gaza y la percepción de que Riad no ha dado pasos suficientes en materia de derechos humanos. Por tanto, el pacto que se está discutiendo es más limitado y ejecutivo que el modelo de tratado ratificado por el Congreso.
Esto reduce la palanca de Arabia Saudita para exigir reconocimiento inmediato de Israel, pues el apoyo estadounidense no sería tan robusto como originalmente se suponía.
El estilo Trump y la diplomacia de recompensas
La estrategia estadounidense busca un “paquete múltiple”: pacificación del Golfo, debilitamiento de la influencia iraní, expansión de la esfera de influencia estadounidense y consolidación del frente anti-iraní árabe-israelí. A cambio, Arabia Saudita podría normalizar con Israel y aceptar mayor alineamiento con Washington.
No obstante, el componente palestino es un factor que Washington sabe que no puede ignorar si pretende que un acuerdo sea durable.
Factores que obstaculizan la normalización
Pese a la convergencia de intereses, hay varios elementos que frenan o complican el avance hacia un acuerdo final.
Postura israelí en el conflicto palestino
Israel ha mostrado oposición firme a ciertos terrenos de negociación: la creación de un Estado palestino, la retirada de territorios, el papel del Autoridad Palestina en Gaza, etc. Según fuentes, esto dificulta que Arabia Saudita avance.
La economía política interna israelí —coaliciones, electorado de derecha, seguridad— hace aún más difícil concesiones amplias.
El conflicto de Gaza y la opinión pública árabe
La guerra de 2023 entre Israel y Hamas cambió las dinámicas: la opinión pública saudí y árabe volvió a poner énfasis en la cuestión palestina, lo que obligó a Riad a endurecer su condición de normalización solo tras avances reales que beneficien a los palestinos.
Cualquier salto diplomático sin resultado visible para los palestinos podría resultar políticamente costoso para Arabia Saudita.
Manipulación del calendario y tácticas de negociación
Riad parece preferir que el acuerdo no sea apresurado, para evitar aparecer como débil o presionado. Se menciona que la normalización podría ser “en su propio tiempo”. Esta táctica prolonga el proceso y reduce los anuncios públicos inmediatos.
También se menciona que parte del paquete saudí contempla que el acuerdo de defensa con EE. UU. avance primero, y solo después venga la normalización diplomática plena.
Dinámicas geopolíticas variables
Factores externos como la influencia de China, la cooperación militar saudí con Beijing, la recuperación iraní, los cambios en la Casa Blanca o Congreso en EE. UU., o crisis en otros frentes de la región pueden alterar el equilibrio. Arabia Saudita no quiere comprometerse a una normalización que no esté asegurada desde su punto de vista estratégico.
Escenarios posibles para el futuro
Teniendo en cuenta lo anterior, se pueden vislumbrar varios escenarios sobre el curso que podrían tomar las relaciones entre Arabia Saudita e Israel.
Escenario A: Acuerdo integral a medio plazo
- Arabia Saudita firma un pacto de defensa limitado con EE. UU. que amplía la cooperación militar y tecnológica.
- Israel acepta o al menos se compromete públicamente a un marco de negociación serio para un Estado palestino, quizá con pasos intermedios.
- Riad y Jerusalén anuncian normalización diplomática, con intercambios económicos, vuelos directos, cooperación en energía y tecnología.
Este escenario implicaría un gran avance para la arquitectura de seguridad del Golfo y un cambio geopolítico en Oriente Medio.
Escenario B: Acuerdo parcial o retrasado
- Arabia Saudita avanza en un acuerdo de defensa, pero deja la normalización con Israel para más adelante, condicionándola a avances adicionales en el plano palestino.
- Israel y EE. UU. continúan negociando, pero la firma diplomática se retrasa debido a disputas territoriales o políticas internas israelíes.
Este escenario implica que la normalización quede en “stand-by” por un tiempo, mientras se construyen las garantías necesarias.
Escenario C: Estancamiento o ruptura
- Si Israel no cede en lo sustancial del conflicto palestino, o si la opinión pública saudí se moviliza en contra, Arabia Saudita podría decidir no firmar ningún acuerdo de normalización.
- La alianza militar con EE. UU. podría avanzar sin que exista normalización, reduciendo el incentivo de Israel y de América para presionar a Riad.
Este escenario mantendría el statu quo actual: relaciones no oficiales, cooperación limitada, pero sin diplomacia formal, y la cuestión palestina sin resolver.
¿Por qué es tan importante para la región?
Un acuerdo entre Arabia Saudita e Israel no sería un simple hito bilateral: tiene repercusiones amplias para el Oriente Medio y para el mundo global.
Transformación geopolítica
La normalización implicaría la integración de Israel en el “cinturón árabe” del Golfo, fortaleciendo una alianza anti-iraní, creando corredores económicos y unificando la seguridad regional bajo el paraguas de EE. UU.
También abriría la región a nuevas dinámicas: inversiones, tecnología, energía renovable, comercio, conectividad entre Asia, Oriente Medio y Europa.
Impacto en la causa palestina
Si Arabia Saudita decide reconocer formalmente a Israel sólo tras avances reales hacia un Estado palestino, ello presionaría a Israel y al mundo árabe a retomar con mayor fuerza esa agenda.
Por otro lado, para los palestinos sería una señal de que las potencias árabes exigen su inclusión en la ecuación de paz, y no aceptan un “acuerdo de normalización” que los deje al margen.
Reputación y liderazgo árabe
Para Arabia Saudita, lograr la normalización en condiciones favorables reforzaría su papel como líder del mundo árabe-musulmán, mostrando que puede mediar, proteger la causa palestina y al mismo tiempo reforzar sus relaciones globales.
Para Israel, entrar en una relación formal con Riad implicaría su aceptación regional y un cambio en la percepción de su estatus.
Implicaciones para EE. UU. y otros actores
Para Washington, un acuerdo exitoso sería un triunfo diplomático sumamente importante: expansión de influencia, reducción del poder iraní, estabilización del Golfo.
Para China y Rusia, sería una señal de que EE. UU. sigue siendo el árbitro de la región. Para Irán, un golpe estratégico. Para la Unión Europea, una nueva dinámica de paz que podría replantear su papel en el Oriente Medio.
Riesgos y desafíos para los involucrados
Ningún acuerdo es garantizado, y todos los actores enfrentan riesgos políticos, internos y externos.
Riesgo para Arabia Saudita
- Si la normalización avanza sin un camino claro para los palestinos, podría sufrir una pérdida de legitimidad ante sus ciudadanos y ante la opinión pública árabe.
- Dependencia excesiva de EE. UU. en materia de seguridad podría reducir su autonomía estratégica.
- Si se percibe que Riad cede demasiado sin obtener reconocimiento, podría quedar en desventaja frente a sus rivales regionales.
Riesgo para Israel
- Si acepta compromisos territoriales o políticos demasiado amplios, podría generar fuerte resistencia interna, incluso colapso de gobiernos.
- Si el acuerdo fracasa o se estanca, Tel Aviv podría perder la oportunidad estratégica de integrarse regionalmente.
- La normalización sin solución al conflicto palestino podría generar boicot, rechazo o radicalización de otros actores.
Riesgo para EE. UU.
- Si el acuerdo se presenta como excesivamente favorable a Arabia Saudita sin contrapartidas claras, el Congreso y la opinión pública estadounidense podrían oponerse.
- Si el proceso avanza y luego se estanca, podría parecer un fracaso diplomático.
- Si la normalización se percibe como “un trato al margen de los palestinos”, Washington podría perder credibilidad como mediador justo.
Riesgo regional
- Irán y sus aliados podrían intentar romper o sabotar el proceso si perciben que se está consolidando un frente estrecho anti-iraní.
- Los conflictos abiertas, como en Gaza o Líbano, podrían volver a inyectar volátilidad y detener el proceso.
- Otros países árabes podrían sentirse desplazados o excluidos, generando competencia diplomática o rivalidades.
Conclusión
El posible arreglo entre Arabia Saudita e Israel es uno de los movimientos diplomáticos más significativos de Oriente Medio en décadas. Pero lejos de tratarse de un simple cambio de escenario, se presenta como una negociación compleja con múltiples variables: la creación de un Estado palestino, un pacto de defensa con Estados Unidos, la percepción pública árabe, las dinámicas internas israelíes, y la geopolítica global.
Arabia Saudita ha dejado claro que no firmará un trato sin que sus condiciones —sobre todo la cuestión palestina— sean atendidas. Israel se encuentra ante una oportunidad histórica, pero también ante el reto de conciliar sus intereses de seguridad con las exigencias saudíes y regionales. Estados Unidos actúa como mediador clave, pero enfrenta sus propias restricciones.
En definitiva, lo que está en juego no es sólo la relación bilateral entre Riad y Jerusalén, sino el futuro del orden regional en el Golfo, el modos de integración árabe-israelí, la relevancia de la causa palestina y el papel de potencias globales en Oriente Medio. Las próximas semanas y meses podrían ser decisivas: tanto para que el acuerdo se concrete, como para que quede aplazado o incluso se desmorone ante las dificultades.
Para los lectores interesados en geopolitica, seguridad internacional y diplomacia, este es un momento para observar atentamente. Las decisiones que tomen Arabia Saudita, Israel y Estados Unidos ahora podrían configurar el mapa de Oriente Medio para la próxima década.

