Hatikva en 77 Años de Resiliencia: Israel Entre la Crisis, la División y la Lucha Eterna por ser un «Pueblo Libre»

Israel conmemora su independencia en medio de una crisis sin precedentes. Analizamos el impacto del 7 de octubre, la división interna, la lucha por los rehenes y el profundo significado de "Hatikva", el anhelo de ser un pueblo libre en su tierra. ¿Podrá Israel sanar y prevalecer?

En el corazón de la identidad israelí resuena una melodía, una promesa susurrada a través de generaciones: «Hatikva», La Esperanza. Su letra, sencilla pero profunda, culmina con la aspiración fundamental de una nación forjada en el crisol de la historia y la adversidad: “Lihyot am chofshi be’artzenu” – “Ser un pueblo libre en nuestra propia tierra”. Este anhelo, cantado con fervor en ceremonias, celebraciones y momentos de recogimiento, nunca ha resonado con tanta urgencia y, a la vez, con tanta dolorosa ironía como en este momento crítico de la historia moderna de Israel.

Mientras la nación conmemoraba recientemente su 77º aniversario, marcando Yom HaZikaron (Día del Recuerdo de los Caídos) seguido inmediatamente por Yom HaAtzmaut (Día de la Independencia), el aire no estaba cargado únicamente del orgullo por la supervivencia y el logro, sino también de una pesada atmósfera de luto, incertidumbre y una fractura interna que amenaza los cimientos mismos del sueño sionista. Los últimos 18 meses han sometido a Israel a una prueba como ninguna otra desde su renacimiento en 1948. La nación, que ha desafiado constantemente las probabilidades en un vecindario implacable, se encuentra herida, no solo por los golpes brutales de sus enemigos externos, sino también por las fisuras que se ensanchan desde dentro.

El himno nacional habla de libertad, pero decenas de ciudadanos israelíes siguen cautivos en la oscuridad de Gaza, su destino incierto, su libertad una súplica desesperada. El himno habla de «nuestra tierra», pero la sensación de seguridad en esa tierra se ha visto profundamente erosionada. El himno habla de «un pueblo», pero la unidad parece una reliquia del pasado reciente, eclipsada por la polarización política, las disputas ideológicas y una creciente desconfianza entre diferentes sectores de la sociedad y hacia sus líderes.

Este artículo profundiza en la compleja y peligrosa encrucijada en la que se encuentra Israel. Exploraremos cómo la nación, que celebra haber superado la marca de los 10 millones de habitantes y ser el hogar del 45% de la judería mundial, lucha por reconciliar su notable resiliencia con su actual vulnerabilidad. Analizaremos las cicatrices del 7 de octubre, la angustia continua por los rehenes, las divisiones internas que amenazan con desgarrar el tejido social y la pregunta fundamental que flota sobre el futuro: ¿Puede Israel, una vez más, superar la adversidad, sanar sus heridas y cumplir la promesa de su propio himno? La advertencia es clara, resonando desde las más altas esferas hasta el ciudadano común: No nos atrevemos a fallar.

Setenta y Siete Años Desafiando lo Imposible: El Milagro de la Supervivencia y el Crecimiento

Para comprender la profundidad de la crisis actual, es esencial reconocer el extraordinario viaje de Israel hasta este punto. Nacido de las cenizas del Holocausto y de siglos de anhelo judío por retornar a su patria ancestral, el Estado de Israel fue declarado en mayo de 1948. Inmediatamente, se vio envuelto en una guerra por su supervivencia contra ejércitos árabes vecinos mucho más grandes. Contra todo pronóstico, sobrevivió.

Esa victoria inicial marcó la pauta para las siguientes siete décadas. Rodeado de vecinos hostiles, enfrentando constantes amenazas existenciales – desde guerras convencionales (1956, 1967, 1973) hasta oleadas de terrorismo, intifadas y conflictos asimétricos – Israel no solo ha perdurado, sino que, en muchos aspectos, ha prosperado de manera asombrosa.

Un Faro de Innovación en un Desierto de Hostilidad:

Desde sus humildes comienzos, con una población de alrededor de 800.000 habitantes en 1948, Israel ha experimentado un crecimiento demográfico exponencial. Este año, al celebrar su 77º aniversario, la Oficina Central de Estadísticas anunció que la población superó por primera vez los 10 millones de personas. Quizás aún más significativo es el hecho de que aproximadamente 7,2 millones de estos habitantes son judíos, lo que representa alrededor del 45% de la población judía mundial. Para muchos, esto representa el cumplimiento tangible del sionismo: la concentración del pueblo judío en su patria histórica, un refugio seguro y un centro de vida judía vibrante después de milenios de diáspora.

Este crecimiento demográfico ha ido acompañado de un desarrollo económico y tecnológico notable. A pesar de sus limitados recursos naturales y el constante gasto en defensa, Israel se ha transformado en una potencia mundial en innovación, ganándose el apodo de «Silicon Wadi». Sus avances en alta tecnología, ciberseguridad, medicina, agricultura (haciendo florecer el desierto) y gestión del agua son reconocidos internacionalmente. Ha cultivado una cultura de emprendimiento y resiliencia que le ha permitido superar boicots económicos y adaptarse a un entorno geopolítico volátil.

La Construcción de una Sociedad Compleja y Dinámica:

La sociedad israelí es un mosaico vibrante y a menudo tenso de culturas, tradiciones e ideologías. Ha absorbido oleadas de inmigrantes (Olim) de todos los rincones del mundo: sobrevivientes del Holocausto de Europa, judíos mizrajíes de países árabes e Irán, judíos de Etiopía, inmigrantes de la antigua Unión Soviética y, más recientemente, de países occidentales. Cada grupo ha traído consigo sus propias experiencias, perspectivas y desafíos de integración, creando una sociedad multiétnica y multicultural única.

Esta diversidad, si bien es una fuente de riqueza cultural, también ha sido una fuente constante de tensión social y política. Las brechas entre judíos seculares y religiosos, ashkenazíes y mizrajíes, veteranos y nuevos inmigrantes, y, por supuesto, entre la mayoría judía y la minoría árabe-israelí (ciudadanos palestinos de Israel), han marcado la historia del país. Sin embargo, a pesar de estas tensiones, un sentido subyacente de destino compartido y la necesidad de unidad frente a las amenazas externas a menudo prevalecieron, especialmente en tiempos de crisis. El servicio militar obligatorio (con excepciones notables y controvertidas) ha sido tradicionalmente visto como un crisol que forja un sentido de identidad nacional compartida.

Un Vecindario Implacable:

La historia de éxito de Israel no puede separarse del contexto geopolítico en el que existe. Desde su fundación, ha enfrentado la hostilidad implacable de muchos de sus vecinos y de actores no estatales comprometidos con su destrucción. Irán, a través de sus proxies como Hezbollah en Líbano y Hamás y la Yihad Islámica Palestina en Gaza, representa una amenaza existencial constante, buscando rodear a Israel con un «anillo de fuego». La guerra civil en Siria ha traído la influencia iraní y a sus milicias directamente a la frontera norte de Israel. La situación en Cisjordania sigue siendo volátil, y la ausencia de una solución política duradera al conflicto israelí-palestino alimenta la inestabilidad.

Esta realidad geopolítica ha obligado a Israel a mantener una postura de defensa vigilante, invirtiendo fuertemente en sus Fuerzas de Defensa (FDI) y en sus servicios de inteligencia (Mossad y Shin Bet). La doctrina de seguridad israelí se ha basado históricamente en la disuasión, la alerta temprana, la defensa y la capacidad de llevar rápidamente la lucha al territorio enemigo. La seguridad nacional no es un concepto abstracto en Israel; es una preocupación existencial diaria que impregna todos los aspectos de la vida.

Durante 77 años, este delicado equilibrio entre desarrollo interno y vigilancia externa permitió a Israel no solo sobrevivir sino florecer contra viento y marea. Sin embargo, los cimientos de esta resiliencia se vieron sacudidos hasta la médula en los últimos 18 meses, culminando en un día que quedará grabado en la infamia de la historia israelí.

El Día en que se Rompió el Escudo: 7 de Octubre de 2023 y sus Secuelas Devastadoras

El sábado 7 de octubre de 2023, día festivo de Simjat Torá, Israel despertó a una pesadilla. Rompiendo la relativa calma que había prevalecido en la frontera con Gaza durante algún tiempo, miles de terroristas de Hamás y otros grupos palestinos irrumpieron a través de la sofisticada barrera de seguridad, que durante mucho tiempo se consideró casi impenetrable. Lo que siguió fue la peor masacre de judíos en un solo día desde el Holocausto.

La Complacencia y el Fracaso:

El ataque fue una catástrofe multifacética, pero en su raíz yace un fracaso colosal de inteligencia y una complacencia estratégica que ahora persigue a la nación. Durante meses, si no años, prevaleció una concepción errónea dentro de partes del establishment de seguridad y político israelí: que Hamás estaba disuadido, más interesado en gobernar Gaza y en obtener beneficios económicos que en una confrontación a gran escala. Se ignoraron o minimizaron las señales de advertencia, tanto de soldados de vigilancia en la frontera como, según informes posteriores, de análisis de inteligencia que apuntaban a preparativos para un ataque masivo.

«Bajamos la guardia», como admiten ahora muchos, incluido el texto proporcionado. La confianza en la tecnología de la valla fronteriza, la dependencia de la inteligencia electrónica y una aparente falta de imaginación sobre la audacia y la brutalidad de las intenciones de Hamás crearon una vulnerabilidad fatal. La frontera, lamentablemente, estaba indefensa en muchos puntos clave cuando se produjo la embestida.

Horror Desatado: Masacre, Violación y Secuestro:

Los terroristas se desplegaron por las comunidades agrícolas (kibbutzim y moshavim) y las ciudades del sur de Israel cercanas a Gaza, así como en un festival de música al aire libre. Su misión no era militar en el sentido convencional; era una orgía de violencia sádica dirigida deliberadamente contra civiles indefensos. Familias enteras fueron asesinadas en sus hogares, a menudo quemadas vivas. Mujeres y niñas fueron objeto de violaciones y agresiones sexuales brutales. Bebés y ancianos fueron masacrados sin piedad. En el festival de música Nova, cientos de jóvenes fueron abatidos mientras huían o se escondían.

Además de la matanza indiscriminada – que dejó alrededor de 1.200 muertos, la mayoría civiles – los terroristas secuestraron a unas 250 personas, llevándolas como rehenes a la Franja de Gaza. Hombres, mujeres, niños, bebés, ancianos, soldados, ciudadanos israelíes y extranjeros fueron arrancados de sus vidas y sumidos en un infierno de cautiverio.

Heroísmo en Medio del Caos:

Si bien el fracaso inicial del Estado fue estrepitoso, la respuesta a nivel local fue, en muchos casos, heroica. Pequeños equipos de seguridad locales de los kibbutzim, compuestos por civiles con armas ligeras, a menudo superados en número y armamento, lucharon valientemente durante horas para defender a sus comunidades, retrasando a los atacantes y salvando innumerables vidas hasta que las FDI pudieron movilizarse y llegar. Soldados individuales, policías y civiles armados que se encontraron en medio del ataque también demostraron una valentía extraordinaria, enfrentándose a los terroristas y protegiendo a otros a costa de sus propias vidas.

La narrativa de que el ataque podría haber sido «mucho peor» es un sombrío reconocimiento de esta resistencia inicial. Si los terroristas hubieran penetrado más profundamente sin oposición, el número de muertos y secuestrados podría haber sido catastróficamente mayor. Además, el esperado «torrente sangriento de ayuda asesina» de otros frentes – particularmente un ataque masivo coordinado por Hezbollah desde el Líbano, respaldado por Irán – no se materializó de inmediato en la escala que Hamás podría haber esperado, dando a Israel un respiro crucial, aunque precario, para reagruparse.

La Respuesta: Conmoción, Dolor y Contraataque:

La nación quedó en estado de shock. El trauma colectivo fue inmenso. La sensación de seguridad personal y nacional, que los israelíes daban por sentada a pesar de las amenazas constantes, se hizo añicos. La fe en los líderes políticos y militares, responsables de proteger al país, se evaporó para muchos. El dolor por las pérdidas era, y sigue siendo, «casi insoportable».

Sin embargo, Israel se negó a retroceder. Casi de inmediato, el país pasó del shock a la acción. Se declaró la guerra a Hamás, con los objetivos declarados de destruir sus capacidades militares y de gobierno en Gaza y asegurar el regreso de todos los rehenes. Cientos de miles de reservistas fueron llamados a filas, dejando atrás hogares, familias y trabajos para unirse al esfuerzo bélico. Las FDI lanzaron la Operación «Espadas de Hierro», iniciando una campaña aérea masiva seguida de una incursión terrestre en la Franja de Gaza.

La guerra en Gaza ha sido larga, costosa y compleja. Ha implicado intensos combates urbanos en un entorno densamente poblado, con Hamás utilizando una vasta red de túneles y empleando tácticas de guerrilla, a menudo operando desde zonas civiles e infraestructura protegida. El coste humano en Gaza ha sido inmenso, generando una creciente presión internacional y críticas sobre la conducta de Israel en la guerra. Simultáneamente, Israel ha enfrentado ataques casi diarios de Hezbollah en la frontera norte, lo que ha obligado a la evacuación de decenas de miles de israelíes de sus hogares y ha mantenido viva la amenaza de una guerra total en múltiples frentes.

Al conmemorar Yom HaZikaron y Yom HaAtzmaut bajo la sombra del 7 de octubre y la guerra en curso, la mezcla de dolor y determinación fue palpable. El recuerdo de los caídos – no solo los soldados a lo largo de la historia, sino también las víctimas civiles del 7 de octubre y los soldados muertos en la guerra subsiguiente – adquirió una crudeza particular. Y la celebración de la independencia estuvo teñida por la conciencia de que la lucha por la seguridad y la libertad estaba lejos de terminar.

El Corazón Cautivo: La Crisis de los Rehenes y el Campo de Batalla Político

Pocas cosas encapsulan la angustia y la división que afligen a Israel hoy en día como la crisis de los rehenes. Más de siete meses después de la masacre del 7 de octubre, decenas de israelíes – el texto menciona 59 en el momento de su redacción original, aunque las cifras fluctúan y la incertidumbre es constante – permanecen cautivos en las garras de Hamás en Gaza. Su destino es una herida abierta en el corazón de la nación, un recordatorio diario del fracaso del Estado en proteger a sus ciudadanos y de la brutalidad de sus enemigos.

La Angustia de las Familias y la Nación:

Las familias de los rehenes viven una tortura inimaginable. Atrapadas entre la esperanza desesperada y el miedo paralizante, han movilizado a la opinión pública israelí e internacional, suplicando, protestando y exigiendo acciones para traer a sus seres queridos a casa. Sus rostros, sus historias, los carteles de «Bring Them Home Now» se han convertido en símbolos omnipresentes del trauma nacional. Cada informe no confirmado, cada fragmento de vídeo propagandístico publicado por Hamás, cada día que pasa sin noticias, es una nueva vuelta de tuerca en su sufrimiento.

La confirmación periódica de la muerte de rehenes en cautiverio – el texto menciona al menos 35 muertos en ese momento – añade capas de tragedia y urgencia. Para muchos israelíes, la idea de celebrar la independencia mientras compatriotas siguen secuestrados resulta discordante, casi obscena. El anhelo central de «Hatikva» – «Ser un pueblo libre en nuestra propia tierra» – resuena con una amargura particular. Los rehenes no tienen nada de esa libertad, y su cautiverio proyecta una sombra sobre la libertad de toda la nación.

Un Campo de Batalla Político:

Trágicamente, pero quizás inevitablemente en el polarizado clima político de Israel, el destino de los rehenes se ha convertido en un punto focal de intensos debates y divisiones partidistas. La cuestión fundamental es cómo lograr su liberación: ¿a través de la presión militar continua sobre Hamás, o mediante negociaciones que podrían requerir concesiones dolorosas, como la liberación de un gran número de prisioneros palestinos (incluidos terroristas convictos) y un posible alto el fuego prolongado o incluso el fin de la guerra?

El Primer Ministro Benjamin Netanyahu y sus partidarios insisten en que «solo la presión militar continua» obligará a Hamás a liberar a los rehenes en términos aceptables para Israel. Argumentan que cualquier acuerdo que deje a Hamás en el poder en Gaza o que detenga la ofensiva militar antes de alcanzar sus objetivos sería una victoria para el terrorismo y pondría en peligro la seguridad futura de Israel. Netanyahu ha afirmado repetidamente que la «victoria total» sobre Hamás está al alcance, aunque esta afirmación, hecha ya hace meses, es recibida con creciente escepticismo por muchos, incluidas partes del establishment de defensa.

Por otro lado, las familias de los rehenes, junto con una parte significativa de la opinión pública y figuras de la oposición política, argumentan que el tiempo se está agotando para los cautivos. Temen que la continuación de la ofensiva militar ponga en peligro sus vidas, ya sea directamente por los combates o indirectamente por las condiciones de su cautiverio. Abogan por priorizar un acuerdo para la liberación de los rehenes, incluso si implica concesiones difíciles. Acusan al gobierno, y a Netanyahu en particular, de no hacer lo suficiente, de estar más preocupado por su supervivencia política que por el destino de los secuestrados.

La Influencia de la Extrema Derecha:

Estas tensiones se ven exacerbadas por la composición actual de la coalición de gobierno de Netanyahu. Sus socios de extrema derecha, los ministros Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich, han adoptado una línea dura inflexible, oponiéndose vehementemente a cualquier acuerdo con Hamás que consideren una capitulación. Han amenazado repetidamente con abandonar la coalición – lo que probablemente provocaría el colapso del gobierno y nuevas elecciones – si se llega a un acuerdo que no cumpla con sus demandas maximalistas, que incluyen la continuación de la guerra hasta la «aniquilación» de Hamás y, en algunos casos, la reocupación de Gaza y el restablecimiento de asentamientos.

El texto señala que no es coincidencia que la terminación de un posible acuerdo de alto el fuego y liberación de rehenes en enero, y la intensificación de la guerra (incluida la controvertida operación en Rafah), coincidieran con la presión de estos socios de coalición. Esto alimenta la percepción entre los críticos de que las decisiones sobre la guerra y los rehenes están siendo influenciadas por consideraciones políticas internas y por la necesidad de Netanyahu de mantener unida su coalición para permanecer en el poder, en lugar de basarse únicamente en el interés nacional o en la urgencia humanitaria de liberar a los cautivos.

La incapacidad de mantener la unidad, incluso en torno a un objetivo tan fundamental y doloroso como el regreso de los rehenes, es un síntoma alarmante de la profunda fractura que atraviesa a la sociedad israelí. La tragedia humana se ha enredado inextricablemente en la lucha política, dejando a las familias atrapadas en el fuego cruzado y a la nación dividida sobre el camino a seguir.

El Alma Fracturada: Las Crecientes Divisiones Internas de Israel

Si bien la amenaza externa planteada por Hamás, Hezbollah e Irán es existencial, muchos observadores y ciudadanos israelíes temen que el peligro más insidioso provenga de dentro. El dolor y la incertidumbre causados por el 7 de octubre se ven «exacerbados por nuestras crecientes divisiones internas». Estas fisuras, que ya eran profundas antes del ataque, se han ensanchado y enconado en los meses posteriores, amenazando la cohesión social y la capacidad del país para enfrentar sus desafíos.

La Sombra de la Reforma Judicial y la Desconfianza en el Liderazgo:

Los meses previos al 7 de octubre estuvieron dominados por una crisis interna sin precedentes en torno al intento del gobierno de Netanyahu de impulsar una controvertida reforma judicial. Este plan, que buscaba limitar significativamente el poder de la Corte Suprema y otorgar más control al gobierno sobre el nombramiento de jueces, provocó protestas masivas semanales durante meses, las más grandes en la historia de Israel. Cientos de miles de israelíes salieron a las calles, temiendo que la reforma socavara la democracia israelí y eliminara controles y equilibrios cruciales.

La sociedad se polarizó intensamente. Pilotos de reserva, miembros de unidades de inteligencia de élite y otros reservistas cruciales amenazaron con dejar de presentarse al servicio voluntario en protesta, lo que generó serias preocupaciones sobre la preparación militar de las FDI. Los críticos acusaron a Netanyahu de impulsar la reforma por motivos personales (para protegerse de sus propios juicios por corrupción) y de poner en peligro la seguridad y la unidad del país por intereses políticos. Los partidarios de la reforma argumentaron que era necesaria para restaurar el equilibrio entre las ramas del gobierno y frenar un poder judicial «activista» y no electo.

Aunque las protestas y el debate sobre la reforma judicial se suspendieron en gran medida tras el ataque del 7 de octubre, en un intento inicial de unidad nacional frente a la emergencia, las cicatrices y la desconfianza subyacente permanecen. Muchos de los que se opusieron a la reforma ven el fracaso del 7 de octubre como una consecuencia directa de un gobierno que estaba distraído por su agenda divisiva y que había alienado a partes clave del establishment de defensa y de la sociedad.

La cuestión de la responsabilidad por el desastre del 7 de octubre se ha convertido en otro punto de fricción. Mientras que los jefes del ejército y del Shin Bet (servicio de seguridad interna) han asumido públicamente su responsabilidad por los fracasos que permitieron el ataque, el Primer Ministro Netanyahu ha evitado hacerlo de manera similar, centrando la culpa en los estamentos de seguridad y defensa. Esta negativa a asumir la responsabilidad personal ha erosionado aún más la confianza pública en su liderazgo. El choque público mencionado en el texto entre Netanyahu y el jefe del Shin Bet, Ronen Bar – con acusaciones mutuas de mentiras y egoísmo – es un ejemplo impactante de la disfunción y la animosidad en los niveles más altos del liderazgo en un momento de crisis nacional. Aunque la renuncia anunciada de Bar puede atenuar este conflicto específico, la «guerra legal más amplia» y la lucha por el poder continúan.

La Controversia de la Exención del Servicio Militar Haredí:

Una de las divisiones más profundas y socialmente cargadas en Israel es la cuestión del servicio militar para la comunidad ultraortodoxa (Haredí). Históricamente, los hombres jóvenes Haredí han recibido exenciones generales del servicio militar obligatorio si se dedican al estudio de la Torá a tiempo completo en yeshivot (seminarios religiosos). Esta exención, que se remonta a los primeros días del Estado y que originalmente afectaba a unos pocos cientos de estudiantes, se ha expandido drásticamente con el crecimiento de la comunidad Haredí, que ahora representa una parte significativa y creciente de la población.

Para muchos israelíes seculares y religiosos nacionales, que sí sirven en el ejército (a menudo durante tres años, seguidos de décadas de servicio de reserva), esta exención es vista como una carga desigual e injusta. Argumentan que la seguridad nacional es una responsabilidad compartida y que la comunidad Haredí, que se beneficia de la protección del Estado y a menudo recibe subsidios gubernamentales para sus instituciones, debe contribuir al esfuerzo de defensa.

La guerra actual ha intensificado enormemente este debate. Con cientos de miles de reservistas movilizados, muchos de los cuales han pasado meses lejos de sus familias y trabajos, soportando el peso de los combates y las bajas, el resentimiento hacia aquellos que están exentos del servicio ha crecido exponencialmente. El «ejército popular» se siente «paralizado y cada vez más agraviado». La necesidad de más soldados es aguda, y la presión para reclutar a hombres Haredí está en su punto más alto.

Sin embargo, los partidos políticos ultraortodoxos, socios clave en la coalición de Netanyahu (Shas y Judaísmo Unido de la Torá – UTJ), defienden ferozmente la exención, argumentando que el estudio de la Torá protege a Israel espiritualmente y es tan vital como el servicio militar. Consideran cualquier intento de imponer el reclutamiento como un ataque a su forma de vida y a sus creencias religiosas. Han hecho del mantenimiento de la exención una condición fundamental para su permanencia en el gobierno.

El incidente descrito en el texto, que involucra al líder de UTJ, Yitzhak Goldknopf, es emblemático de la desconexión percibida entre algunos líderes Haredí y el sentimiento nacional predominante. Su reticencia inicial a hablar en una ceremonia del Día de los Caídos (tras la oposición de familias en duelo) y, semanas antes, ser filmado bailando una canción antisionista que denigra el servicio militar, fueron vistos por muchos como una profunda falta de sensibilidad y solidaridad en un momento de sacrificio nacional. Este tipo de incidentes avivan las llamas de la división y el resentimiento entre los diferentes sectores de la sociedad judía israelí.

La Corte Suprema de Israel ha intervenido repetidamente en este asunto, dictaminando que la exención general es discriminatoria y exigiendo al gobierno que legisle una solución más equitativa. Sin embargo, encontrar un compromiso que satisfaga tanto las necesidades de seguridad del país como las demandas de la comunidad Haredí y sus representantes políticos ha resultado políticamente intratable, especialmente para un gobierno que depende del apoyo de los partidos Haredí.

Polarización y Odio:

Más allá de estas cuestiones específicas, existe una sensación generalizada de creciente polarización y animosidad en el discurso público. La retórica política se ha vuelto más estridente, el compromiso más difícil y la demonización del «otro lado» (ya sea político, religioso o ideológico) más común. El llamado desesperado del presidente Isaac Herzog, una figura en gran medida ceremonial pero respetada, en la víspera de Yom HaZikaron – «¡Basta de división! ¡Basta de polarización! ¡Basta de odio!» – refleja una profunda preocupación por la trayectoria del país. Su advertencia de que Israel no debe «provocar la destrucción de nuestro hogar nacional» por sus propias manos resuena con ecos históricos de divisiones judías que contribuyeron a catástrofes pasadas.

Como dejó claro el 7 de octubre, Israel no puede permitirse el lujo de la disensión interna debilitante cuando enfrenta enemigos externos tan peligrosos y comprometidos con su destrucción. La unidad, o al menos un grado funcional de cohesión social y propósito compartido, no es un lujo, sino una necesidad estratégica para la supervivencia.

La Encrucijada: Reconstruir, Reunir, Revivir – El Imperativo de la Unidad

Israel se encuentra en una encrucijada crítica. La combinación de un trauma nacional profundo, una guerra en curso en múltiples frentes, una crisis de rehenes sin resolver y divisiones internas enconadas representa quizás el desafío más complejo y peligroso de sus 77 años de historia. La pregunta que se cierne sobre la nación no es solo si puede ganar la guerra actual, sino si puede sanar sus propias heridas internas para asegurar su futuro a largo plazo.

La Necesidad Urgente de Reconstruir la Confianza:

Un primer paso esencial es la reconstrucción de la confianza. Confianza entre los ciudadanos y sus líderes políticos y militares, erosionada por los fracasos del 7 de octubre y la gestión posterior de la crisis. Confianza entre los diferentes sectores de la sociedad, dañada por años de polarización y agudizada por las tensiones actuales en torno a la carga del servicio militar y las prioridades nacionales. Confianza en las instituciones del Estado, desde el ejército y los servicios de inteligencia hasta el sistema judicial y el gobierno mismo.

Esto requerirá liderazgo responsable, transparencia y rendición de cuentas. Muchos israelíes creen que una comisión de investigación estatal exhaustiva e independiente sobre los fracasos que llevaron al 7 de octubre es inevitable y necesaria, no solo para aprender lecciones sino también para comenzar el proceso de restauración de la fe pública. También requerirá un esfuerzo consciente por parte de los líderes políticos y comunitarios para reducir la retórica divisiva y buscar un terreno común.

Sanando las Fracturas Sociales:

Abordar las divisiones estructurales, como la cuestión de la exención del servicio militar Haredí, será crucial. Si bien una solución perfecta puede ser esquiva, encontrar un camino hacia una distribución más equitativa de la carga nacional es visto por muchos como esencial para la sostenibilidad a largo plazo de la cohesión social y la legitimidad del «ejército popular». Esto requerirá un diálogo difícil pero necesario entre los líderes seculares, religiosos nacionales y Haredí, buscando un compromiso que respete las diferentes formas de vida pero que también reconozca las necesidades existenciales del Estado.

Del mismo modo, la relación entre la mayoría judía y la minoría árabe-israelí, que a menudo se tensa durante los períodos de conflicto, necesita atención continua para fomentar la coexistencia y la igualdad de ciudadanía.

El Papel de la Diáspora y el Desafío del Antisemitismo:

La crisis actual también ha puesto de relieve la compleja relación entre Israel y la diáspora judía. Si bien muchos judíos en todo el mundo se han unido en apoyo a Israel después del 7 de octubre, también ha habido tensiones y desacuerdos, particularmente sobre la conducta de la guerra en Gaza y la política del gobierno israelí.

Al mismo tiempo, el resurgimiento global del antisemitismo, a menudo disfrazado de antisionismo, ha hecho que la vida en la diáspora sea cada vez más incómoda y peligrosa para muchos judíos. Como señala el texto, «A muchos del 55 % de los judíos que no han establecido su hogar aquí les resulta difícil soportar la vida en la diáspora». Esta sombría realidad puede reforzar la importancia de Israel como refugio y centro de la vida judía, pero también subraya la necesidad de que Israel sea un lugar que inspire unidad y orgullo, no solo preocupación. La fortaleza y la cohesión interna de Israel son vitales no solo para sus propios ciudadanos, sino también para el sentido de seguridad y pertenencia de los judíos en todo el mundo. Quizás, como sugiere el texto, «descubran que también necesitan a Israel».

El Espíritu Indomable de «Hatikva»:

A pesar de la oscuridad del momento actual, el espíritu de resiliencia que ha caracterizado a Israel durante 77 años no se ha extinguido. Se vio en la valentía de los civiles y soldados el 7 de octubre. Se ve en la movilización masiva de la sociedad civil para apoyar a los soldados, a las familias de los rehenes y a los evacuados de las zonas fronterizas. Se escucha en el canto persistente de «Hatikva» en las ceremonias conmemorativas y de independencia.

El sonido de las sirenas que paralizaron el país durante dos minutos en Yom HaZikaron, seguido por el sobrevuelo de aviones de combate, simbolizó esta dualidad: el profundo dolor por los caídos y la firme determinación de proteger a los vivos y asegurar el futuro. El anhelo de ser «un pueblo libre en nuestra propia tierra» sigue siendo la brújula moral y nacional.

Conclusión: La Elección de Israel

Israel ha superado crisis existenciales antes. Ha demostrado una capacidad notable para adaptarse, innovar y reconstruirse frente a la adversidad. Pero la prueba actual es diferente. Combina una amenaza externa brutal con una fractura interna que corroe el sentido de propósito compartido.

La nación que ahora cuenta con 10 millones de almas necesita desesperadamente «reconstruirse, reactivarse, reunirse». Necesita redescubrir el pegamento social que la mantuvo unida a través de desafíos pasados. Necesita un liderazgo que pueda inspirar confianza y unidad, en lugar de exacerbar la división. Necesita encontrar un equilibrio entre la búsqueda de la seguridad y el respeto de sus propios valores democráticos y éticos.

El camino a seguir es incierto y plagado de peligros. Las decisiones que se tomen en los próximos meses – sobre la guerra, los rehenes, las divisiones internas y la dirección futura del país – tendrán consecuencias profundas y duraderas.

El himno nacional, «Hatikva», no es solo una expresión de esperanza; es también un recordatorio de la fragilidad de esa esperanza y de la responsabilidad constante de trabajar para realizarla. Ser «un pueblo libre en nuestra propia tierra» no es un estado garantizado, sino una aspiración que debe ser renovada y defendida por cada generación, especialmente en sus horas más oscuras.

La advertencia final del texto proporcionado resuena con la gravedad del momento: «No nos atrevemos, y no debemos, permitirnos fracasar». El fracaso no significaría simplemente la pérdida de una guerra o la caída de un gobierno; significaría poner en peligro el propio proyecto sionista, el sueño de dos milenios de un hogar nacional seguro y libre para el pueblo judío. La elección, como siempre en la tumultuosa historia de Israel, reside en su propia capacidad para unirse, sanar y perseverar contra viento y marea. La esperanza perdura, pero el camino hacia su cumplimiento exige una determinación y una sabiduría colectivas como nunca antes.

¡Suscríbete Ahora Para Recibir las Últimas Noticias de Israel! 🇮🇱

Recibe las últimas noticias, artículos y contenido exclusivo directamente en tu correo.

Suscribirse

Te Puede Interesar
Lo Último