Investigadores israelíes anunciaron el jueves el descubrimiento de la evidencia más temprana de domesticación de árboles frutales, que data de hace siete milenios.
Según investigadores de la Universidad de Tel Aviv y la Universidad Hebrea, los restos de carbón vegetal de los olivos encontrados en el sitio calcolítico de Tel Zaf en el valle del Jordán indican que los árboles fueron plantados intencionalmente. Esto se debe a que la aceituna no crece naturalmente en el Valle del Jordán, dicen los investigadores.
“Alguien los trajo allí intencionalmente: llevó el conocimiento y la planta misma a un lugar que está fuera de su hábitat natural”, dijo Dafna Langgut, del Departamento de Arqueología y Culturas del Antiguo Cercano Oriente de la Universidad de Tel Aviv.
“En arqueobotánica, esto se considera una prueba indiscutible de domesticación, lo que significa que tenemos aquí la evidencia más temprana de la domesticación de la aceituna en cualquier parte del mundo”, dijo Langgut, quien dirigió el estudio.
Los hallazgos fueron publicados en mayo en la revista Scientific Reports.
“Los árboles, incluso cuando se queman hasta convertirlos en carbón, pueden identificarse por su estructura anatómica”, dijo Langgut. “Es por eso que identificar los restos de árboles encontrados en los sitios arqueológicos, como el carbón de las chimeneas, es clave para comprender qué tipos de árboles crecían en el entorno natural en ese momento y cuándo los humanos comenzaron a cultivar árboles frutales”, dijo.
Los restos estudiados por Langgut fueron recolectados por el profesor Yosef Garfinkel de la Universidad Hebrea, quien dirigió la excavación en Tel Zaf.
“Tel Zaf era un gran pueblo prehistórico en el medio del valle del Jordán al sur de Beit She’an, habitado hace entre 7200 y 6700 años”, dijo Garfinkel. “En el sitio se descubrieron casas grandes con patios, cada una con varios hórreos para almacenar cosechas”, explicó. “La capacidad de almacenamiento era hasta 20 veces mayor que el consumo de calorías de una sola familia, por lo que claramente estos eran escondites para almacenar una gran riqueza”.
Langut agregó: “La domesticación de los árboles frutales es un proceso que lleva muchos años y, por lo tanto, conviene a una sociedad de abundancia, más que a una que lucha por sobrevivir”.