Jerusalén: El Alma Indivisible de Israel y la Reafirmación de su Soberanía Eterna

Netanyahu declara "No hay Israel sin Jerusalén" en la Ciudad de David. Descubre la profunda conexión histórica, la soberanía israelí y el futuro de la capital unida, en un análisis profundo del significado de Jerusalén para el sionismo y el Estado judío.

En el crisol de la historia, pocas ciudades resuenan con la profundidad y la complejidad de Jerusalén. Para el Estado de Israel y el pueblo judío, no es meramente una capital, sino el epicentro de su identidad, su fe y su existencia milenaria. Esta convicción fue subrayada con vehemencia por el Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, durante una sesión especial del Gabinete celebrada en la emblemática Ciudad de David, con motivo del Día de Jerusalén. «No hay Israel sin Jerusalén», proclamó, encapsulando en una frase la esencia misma del sionismo y la razón de ser del Estado judío moderno.

La Ciudad de David: Cuna de la Identidad y Testimonio Milenario

La elección de la Ciudad de David como escenario para esta trascendental reunión del Gabinete no fue casual. Situada justo al sur del Monte del Templo, este sitio arqueológico es considerado el núcleo original de Jerusalén, el lugar donde el Rey David estableció su capital hace más de 3.000 años. Al celebrar allí el Día de Jerusalén, Netanyahu no solo conmemoraba los 58 años de la reunificación de la ciudad durante la Guerra de los Seis Días de 1967, sino que también tejía un hilo directo entre el pasado bíblico y el presente vibrante de Israel.

«Las piedras de Jerusalén no callan; nos hablan desde milenios. Aquí se encuentran los cimientos de nuestra identidad como nación ancestral», afirmó el Primer Ministro. Esta declaración resalta cómo la arqueología y la historia tangible de lugares como la Ciudad de David sirven como pilares para la narrativa nacional israelí. Cada excavación, cada artefacto descubierto, refuerza la conexión ininterrumpida del pueblo judío con esta tierra, una conexión que precede con creces a las disputas políticas modernas. La Ciudad de David es, en este sentido, un testimonio viviente, un libro abierto cuyas páginas relatan la saga de reyes, profetas y un pueblo que, a pesar de exilios y dispersiones, siempre mantuvo a Jerusalén en el centro de sus plegarias y aspiraciones.

La importancia de este enclave radica en su capacidad para materializar la memoria histórica. No se trata solo de textos antiguos o tradiciones orales; se trata de caminar por las mismas calles, tocar las mismas piedras que formaron parte de la vida de los antepasados del pueblo judío. Esta experiencia física de la historia tiene un poder unificador y legitimador inmenso, especialmente en un contexto donde la legitimidad de la presencia judía es constantemente cuestionada.

Sionismo, Jerusalén y la Promesa de la Tierra de Israel

La afirmación de Netanyahu, «No hay sionismo sin Sión, ni Israel sin Jerusalén», va al corazón del movimiento que condujo al establecimiento del Estado de Israel. Sión, uno de los nombres bíblicos de Jerusalén y la Tierra de Israel, se convirtió en el símbolo del anhelo judío por el retorno a su patria ancestral. El sionismo moderno, surgido a finales del siglo XIX, canalizó este anhelo milenario en un proyecto político concreto.

Netanyahu evocó la figura de su abuelo, el rabino Nathan Milikowsky, un destacado sionista, para ilustrar este punto. Relató cómo su abuelo se opuso vehementemente a la «Propuesta de Uganda» (que en realidad se refería a partes del África Oriental Británica, hoy Kenia), una idea que circuló a principios del siglo XX como posible refugio temporal para el pueblo judío perseguido. Para el rabino Milikowsky, y para la corriente principal del sionismo, la idea de un estado judío en cualquier lugar que no fuera la Tierra de Israel, con Jerusalén como su capital, era impensable. «Creía en la promesa de la Tierra de Israel», dijo Netanyahu. «Abandonar Jerusalén habría desprovisto de sentido la historia judía».

Esta perspectiva subraya que el sionismo no fue meramente una respuesta pragmática al antisemitismo europeo, sino un movimiento profundamente arraigado en la identidad histórica y religiosa judía. La centralidad de Jerusalén en la liturgia, en las festividades y en la conciencia colectiva judía a lo largo de dos milenios de diáspora, hizo que cualquier proyecto nacional que no incluyera a Jerusalén fuera inherentemente incompleto. La frase «El próximo año en Jerusalén», repetida al final del Séder de Pésaj y del servicio de Yom Kipur, no era una mera formalidad, sino la expresión de una esperanza inextinguible.

El Día de Jerusalén: Conmemoración de la Reunificación y Expresión de Soberanía

El Día de Jerusalén (Yom Yerushalayim) conmemora la reunificación de la ciudad en junio de 1967, durante la Guerra de los Seis Días. Antes de esta guerra, Jerusalén había estado dividida durante 19 años. Tras la Guerra de Independencia de Israel en 1948, Jordania ocupó Jerusalén Este, incluyendo la Ciudad Vieja y sus lugares sagrados, impidiendo el acceso de los judíos al Muro de las Lamentaciones y otros sitios. La victoria israelí en 1967 no solo reunificó la ciudad bajo soberanía israelí, sino que también permitió el regreso de los judíos a los lugares más sagrados de su fe.

Este conflicto también resultó en la «liberación», según la perspectiva israelí, de Judea y Samaria (conocidas internacionalmente como Cisjordania), la Franja de Gaza (de la cual Israel se retiró unilateralmente en 2005), los Altos del Golán y la Península del Sinaí (devuelta a Egipto tras los acuerdos de paz). Para muchos israelíes, la reunificación de Jerusalén fue el cumplimiento de una profecía y la corrección de una injusticia histórica.

La celebración anual incluye la «Marcha de las Banderas» (Rikud Degalim), un evento vibrante y a menudo controvertido. Miles de israelíes, en su mayoría jóvenes, marchan por la capital, ondeando banderas israelíes y cantando canciones patrióticas, culminando su recorrido en el Muro de las Lamentaciones. Si bien para los participantes es una expresión de júbilo nacional y un ejercicio de soberanía, la marcha a menudo atraviesa barrios musulmanes de la Ciudad Vieja, lo que genera tensiones y es visto por los palestinos y algunos críticos internacionales como una provocación.

Las fuerzas de seguridad israelíes mantienen una fuerte presencia durante la marcha para prevenir fricciones. Como en años anteriores, el evento de 2023 no estuvo exento de incidentes, con activistas de extrema izquierda del grupo «Standing Together» presentes en el lugar y participando en reyertas que la policía tuvo que disolver. Estos incidentes reflejan las profundas divisiones y sensibilidades que rodean el estatus de Jerusalén.

Desafíos Contemporáneos: Hamás, la Reivindicación Palestina y la Determinación Israelí

La reafirmación de la soberanía israelí sobre Jerusalén por parte de Netanyahu se produce en un contexto de persistentes desafíos y amenazas. El Primer Ministro hizo una referencia directa a los ataques liderados por Hamás el 7 de octubre de 2023, que la organización terrorista denominó «La Inundación de Al-Aqsa». Esta denominación buscaba vincular sus acciones con la mezquita de Al-Aqsa, situada en el Monte del Templo, un lugar sagrado tanto para judíos como para musulmanes, y un punto focal del conflicto israelí-palestino.

«Nuestros enemigos llamaron a la masacre que cometieron ‘La Inundación de Al-Aqsa'», dijo Netanyahu. «Hoy comprenden perfectamente la magnitud de la inundación y la destrucción que les ha sobrevenido. Preservaremos una Jerusalén unida y completa y salvaguardaremos la soberanía de Israel». Estas palabras reflejan la determinación de Israel de no ceder ante la violencia y de mantener su control sobre toda la ciudad, que considera su capital indivisible.

La Autoridad Palestina, por su parte, reclama Jerusalén Este como la capital de un futuro estado palestino. Esta reivindicación cuenta con un amplio respaldo internacional y es uno de los nudos gordianos del conflicto. Para los palestinos, Jerusalén Este, ocupada por Israel en 1967 y posteriormente anexionada (una anexión no reconocida por la mayor parte de la comunidad internacional), es una parte integral de su patrimonio nacional y religioso.

Netanyahu advirtió de las consecuencias catastróficas que, a su juicio, tendría una renuncia a Jerusalén por parte de Israel. «Si, Dios no lo quiera, renunciamos a Jerusalén, nos enfrentaremos no solo a otra masacre, sino a la destrucción de la nación. No permitiremos que eso suceda». Esta declaración, cargada de dramatismo, busca transmitir la idea de que la integridad de Jerusalén bajo soberanía israelí es una cuestión existencial para el Estado judío. Desde esta perspectiva, cualquier división de la ciudad no solo sería una traición a la historia y la identidad judía, sino también una invitación a la inestabilidad y la violencia.

Jerusalén en el Escenario Internacional: Reconocimiento y Desarrollo

A pesar de la postura de gran parte de la comunidad internacional, que considera que el estatus final de Jerusalén debe determinarse mediante negociaciones, Israel ha logrado avances en el reconocimiento de Jerusalén como su capital. Netanyahu destacó estos esfuerzos: «En los últimos años, hemos incrementado el reconocimiento internacional de Jerusalén como nuestra capital y hemos alentado a las embajadas a reubicarse aquí».

El hito más significativo en este sentido fue el traslado de la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén en 2018, durante el primer mandato del presidente Donald Trump. Esta decisión rompió con décadas de consenso diplomático estadounidense y fue celebrada por Israel como un reconocimiento histórico. Desde entonces, un puñado de países han seguido el ejemplo estadounidense, incluyendo Guatemala, Honduras, Papúa Nueva Guinea y Paraguay (aunque Paraguay revirtió brevemente su decisión antes de reafirmarla).

Paralelamente a los esfuerzos diplomáticos, el gobierno israelí, en colaboración con el municipio de Jerusalén, está invirtiendo masivamente en el desarrollo de la ciudad. «Estamos invirtiendo miles de millones en transporte, vivienda, atención médica, educación, turismo y preservación del patrimonio», declaró Netanyahu. Esta inversión busca no solo mejorar la calidad de vida de los residentes de Jerusalén, sino también consolidar el control israelí y proyectar la imagen de una capital moderna, próspera y bien gestionada.

El alcalde de Jerusalén, Moshe Lion, se hizo eco de esta visión: «La magnífica historia de Jerusalén se corresponde ahora con el brillante futuro que estamos construyendo, con la plena colaboración del gobierno israelí. Las decisiones que se toman hoy sientan las bases para el crecimiento continuo de la capital». Estos proyectos incluyen la expansión de líneas de tranvía, la construcción de nuevas carreteras y túneles, el desarrollo de nuevos barrios residenciales, la modernización de hospitales y escuelas, y la promoción de Jerusalén como un destino turístico de primer orden, tanto por su riqueza histórica y religiosa como por su oferta cultural y de ocio.

La preservación del patrimonio es un componente crucial de esta estrategia. Israel invierte en la excavación, restauración y presentación de sus innumerables sitios arqueológicos, no solo para atraer turistas, sino también para reforzar la narrativa de la conexión judía con la tierra. Sin embargo, estas actividades, especialmente en Jerusalén Este y sus alrededores, son a menudo criticadas por los palestinos, que las ven como un intento de judaizar la ciudad y borrar la presencia y el patrimonio palestino.

El Monte del Templo/Haram al-Sharif: Epicentro de Fe y Tensión Perpetua

Ningún lugar en Jerusalén es tan sagrado ni tan contencioso como el Monte del Templo, conocido por los musulmanes como Haram al-Sharif (el Noble Santuario). Para el judaísmo, es el lugar más sagrado, el sitio donde se erigieron el Primer y el Segundo Templo, y hacia donde los judíos de todo el mundo dirigen sus plegarias. Para los musulmanes, es el tercer lugar más sagrado del Islam, albergando la Cúpula de la Roca y la Mezquita de Al-Aqsa, y asociado con el viaje nocturno del profeta Mahoma.

El lunes por la mañana del Día de Jerusalén, el Ministro de Seguridad Nacional de Israel, Itamar Ben-Gvir, una figura de la derecha radical, visitó el Monte del Templo. Jordania, que tiene un papel de custodia sobre los lugares sagrados musulmanes en Jerusalén en virtud de su tratado de paz con Israel, condenó enérgicamente la visita, calificándola de «provocación». Las repetidas apariciones de Ben-Gvir en el lugar, tanto antes como después de asumir su cargo ministerial, han suscitado críticas generalizadas de figuras árabes e internacionales, que las consideran incendiarias y una violación del delicado statu quo que rige el acceso al complejo.

Ben-Gvir y sus partidarios, sin embargo, insisten en que la presencia judía en el Monte del Templo, incluyendo el derecho a la oración (actualmente restringido para los judíos, que solo pueden visitar el lugar en horarios limitados y sin realizar rezos visibles), es una expresión legítima de la soberanía israelí y un derecho religioso fundamental. Esta postura desafía frontalmente el statu quo y alimenta los temores palestinos de que Israel intente cambiar las disposiciones vigentes en el lugar sagrado, o incluso dividirlo.

El statu quo es un conjunto de entendimientos informales, que se remonta al período otomano y fue reafirmado tras la conquista israelí en 1967. Permite a los musulmanes rezar libremente en el complejo, mientras que los no musulmanes pueden visitarlo como turistas pero no rezar. Cualquier alteración percibida o real de este frágil equilibrio tiene el potencial de desencadenar una violencia generalizada, como se ha visto en numerosas ocasiones. La visita de Ben-Gvir, en este contexto, es vista por muchos como una mecha encendida cerca de un polvorín.

La Narrativa Arqueológica y la Profundidad de la Conexión

La arqueología juega un papel fundamental en el discurso israelí sobre Jerusalén. Como mencionó Netanyahu, «las piedras de Jerusalén no callan». Las excavaciones en la Ciudad de David y en otros lugares de Jerusalén han desenterrado una vasta cantidad de artefactos y estructuras que, según Israel, corroboran las narrativas bíblicas y la presencia judía continua en la ciudad durante milenios. Sellos con nombres hebreos antiguos, restos de fortificaciones de la época de los reyes de Judá, monedas del período del Segundo Templo, y mikvaot (baños rituales judíos) son solo algunos ejemplos de los hallazgos que se presentan como evidencia de esta conexión ininterrumpida.

Para muchos israelíes, estos descubrimientos arqueológicos no son meros objetos de estudio académico, sino pruebas tangibles de sus raíces ancestrales y de la legitimidad de su reclamo sobre Jerusalén. La arqueología se convierte así en una herramienta para construir y reforzar la identidad nacional, conectando el Estado moderno de Israel con el antiguo reino de Israel y Judá.

Sin embargo, la interpretación y presentación de estos hallazgos arqueológicos también son objeto de controversia. Críticos, incluyendo académicos y arqueólogos palestinos e internacionales, acusan a Israel de llevar a cabo una «arqueología politizada» o «arqueología bíblica» que prioriza la narrativa judía y minimiza o ignora otras capas de la historia de Jerusalén, incluyendo los períodos cristiano, musulmán y otomano. Argumentan que las excavaciones, especialmente en áreas sensibles como Silwan (adyacente a la Ciudad de David) y la Ciudad Vieja, a menudo causan daños a propiedades palestinas y se utilizan para justificar la expansión de asentamientos israelíes.

A pesar de estas críticas, la narrativa de una conexión judía milenaria con Jerusalén, sustentada por la arqueología, sigue siendo un pilar central de la postura israelí. La Ciudad de David, con su centro de visitantes y sus recorridos guiados que enfatizan la historia bíblica, es un ejemplo paradigmático de cómo se utiliza la arqueología para educar al público israelí e internacional sobre esta conexión.

Jerusalén: Un Mosaico Complejo de Identidades y Conflictos

Si bien la narrativa dominante en el discurso de Netanyahu es la de una Jerusalén indivisiblemente judía, la realidad de la ciudad es mucho más compleja. Jerusalén es un mosaico de identidades, hogar de judíos, musulmanes y cristianos, cada uno con su propia historia, sus propios lugares sagrados y sus propias aspiraciones. La Ciudad Vieja, con sus cuatro barrios (judío, musulmán, cristiano y armenio), es un microcosmos de esta diversidad.

La coexistencia pacífica es el ideal profesado, pero la realidad cotidiana está a menudo marcada por la tensión, la desconfianza y el conflicto, exacerbados por la ocupación, las disputas territoriales, las restricciones de movimiento y las desigualdades socioeconómicas que afectan desproporcionadamente a la población palestina de Jerusalén Este.

Para los palestinos de Jerusalén, la vida bajo control israelí implica una serie de desafíos, desde la dificultad para obtener permisos de construcción hasta el temor a la demolición de viviendas, pasando por las restricciones de acceso a servicios y la constante presencia de fuerzas de seguridad. A pesar de tener estatus de «residentes permanentes» en Israel (aquellos en Jerusalén Este), no son ciudadanos israelíes (a menos que lo soliciten individualmente, un proceso complejo y poco común) ni ciudadanos de un estado palestino. Viven en una suerte de limbo legal y político.

La lucha por Jerusalén no es solo una lucha por el territorio, sino también una lucha por la narrativa, por la memoria y por el derecho a definir la identidad de la ciudad. Mientras Israel enfatiza su conexión histórica y religiosa milenaria, los palestinos resaltan su propia presencia continua y su profundo arraigo en la ciudad, que consideran el corazón de su vida nacional, cultural y religiosa.

El Futuro de Jerusalén: Entre la Determinación Israelí y la Búsqueda de una Paz Justa

La visión de futuro para Jerusalén presentada por Netanyahu y el gobierno israelí es clara: una ciudad unida bajo soberanía israelí, próspera, segura y abierta a todas las religiones, pero inequívocamente la capital del Estado judío. Esta visión se sustenta en una profunda convicción histórica y en una evaluación pragmática de los imperativos de seguridad.

Sin embargo, esta visión choca frontalmente con las aspiraciones palestinas y con la posición de gran parte de la comunidad internacional, que aboga por una solución de dos estados con Jerusalén como capital compartida o con Jerusalén Este como capital del estado palestino. La ausencia de un proceso de paz viable y la continua expansión de asentamientos israelíes en Jerusalén Este y sus alrededores hacen que una solución negociada parezca cada vez más lejana.

Lograr una paz justa y duradera en Jerusalén requerirá mucho más que declaraciones unilaterales de soberanía o inversiones en infraestructura. Exigirá un reconocimiento mutuo de los derechos y las narrativas de ambas partes, un compromiso con la igualdad y la justicia para todos los habitantes de la ciudad, y una voluntad política para abordar las causas profundas del conflicto.

La frase «No hay Israel sin Jerusalén» resuena profundamente en la psique israelí. Para muchos, es una verdad autoevidente, un axioma sobre el que se construye toda la empresa sionista. Pero para que Jerusalén sea verdaderamente una ciudad de paz (como su nombre, Yerushalayim, sugiere), su futuro deberá tener en cuenta las esperanzas, los temores y los derechos de todos los que la consideran su hogar y su lugar sagrado.

En conclusión, las palabras de Benjamin Netanyahu en la Ciudad de David, en el Día de Jerusalén, son un poderoso recordatorio de la centralidad de esta ciudad para la identidad y la existencia de Israel. Reflejan una determinación inquebrantable de mantener Jerusalén unida bajo soberanía israelí, basándose en una conexión histórica y religiosa que se remonta a milenios. Sin embargo, la complejidad de Jerusalén, su carácter multicultural y multirreligioso, y las persistentes reivindicaciones palestinas, aseguran que el futuro de la ciudad seguirá siendo uno de los desafíos más difíciles y cruciales en la búsqueda de la paz en Oriente Medio. La afirmación de que «las piedras de Jerusalén no callan» es cierta; hablan de historia, de fe, de conflicto y, quizás algún día, de una reconciliación que hoy parece esquiva. La inversión en su desarrollo y la reafirmación de su soberanía son, desde la perspectiva israelí, pasos esenciales para asegurar que la voz de Jerusalén continúe resonando como el corazón eterno del pueblo judío y del Estado de Israel.

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