En una llamada telefónica crucial de 40 minutos, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, comunicó al primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, la intención de su administración de cerrar un acuerdo nuclear con Irán, enfatizando que el objetivo es «que no haya destrucción ni muerte». La conversación se produjo en un momento de máxima tensión, mientras Teherán prepara su respuesta a la última propuesta de Washington y Netanyahu enfrenta una grave crisis política interna.
Tras la llamada, que obligó a Netanyahu a suspender su testimonio en su juicio por corrupción, el primer ministro convocó una consulta de seguridad de alto nivel. La oficina de Netanyahu confirmó que Trump describió la propuesta estadounidense como «razonable» y anunció una nueva ronda de conversaciones con Irán para el próximo fin de semana.
Por su parte, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Irán corroboró que las «negociaciones indirectas» con Estados Unidos se reanudarán el próximo domingo en Mascate, Omán.
Las Líneas Rojas de la Negociación
Desde la Casa Blanca, Trump describió a los iraníes como «duros negociadores» y explicó que el principal obstáculo para un acuerdo es la insistencia de Teherán en mantener su capacidad de enriquecimiento de uranio. «Simplemente piden cosas que no se pueden hacer», afirmó Trump. «Buscan el enriquecimiento… les dije que simplemente no es aceptable».
Esta postura parece contradecir informes que sugieren que la última propuesta estadounidense permitiría un enriquecimiento limitado y de bajo nivel dentro de Irán. Trump reiteró su firmeza, advirtiendo que si Irán enriquece uranio, Washington tendría que «hacerlo al revés», insinuando una opción militar, aunque subrayó su preferencia por una solución diplomática.
Sorprendentemente, Trump también mencionó que Irán está «involucrado» en las estancadas conversaciones sobre la liberación de rehenes en Gaza, un detalle no confirmado previamente, dado que Irán es el principal patrocinador de Hamás.
La Doble Presión de Netanyahu: Irán y la Crisis Interna
La llamada con Trump se produce mientras Netanyahu lucha por la supervivencia de su gobierno. Sus socios de coalición ultraortodoxos (haredíes) amenazan con derrocar al gobierno si no se aprueba una controvertida ley que los exime del servicio militar obligatorio.
Netanyahu ha vinculado directamente la situación de seguridad con la crisis política, describiendo el momento actual como un «período dramático» con una «oportunidad histórica que no volverá». En reuniones con miembros de su coalición, instó a no «tambalear los cimientos del gobierno» bajo ninguna circunstancia.
En un movimiento que evidencia la preocupación de Washington por la estabilidad israelí, informes del Canal 13 señalan que el embajador estadounidense, Mike Huckabee, se ha reunido con políticos haredíes para calmar la crisis, subrayando que «la estabilidad del gobierno es importante para abordar la cuestión iraní». La intervención fue criticada por el líder de la oposición, Yair Lapid, quien tuiteó: «Israel no es un protectorado».
La Amenaza Nuclear y la Postura de Israel
Tras la llamada, Netanyahu ordenó al ministro de Asuntos Estratégicos, Ron Dermer, y al jefe del Mossad, David Barnea, que se reúnan con el enviado especial estadounidense, Steve Witkoff, antes de la próxima ronda de conversaciones nucleares.
La postura oficial de Israel sigue siendo el desmantelamiento completo de las capacidades nucleares de Irán. Sin embargo, según informes de Axios, Netanyahu habría asegurado a la Casa Blanca que Israel no lanzará un ataque unilateral contra las instalaciones nucleares iraníes a menos que Trump declare el fracaso de las negociaciones.
Añadiendo más tensión, el director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, advirtió que un ataque israelí podría tener un «efecto multiplicador», empujando a Irán a buscar activamente armas nucleares. Grossi destacó la complejidad de un posible ataque, afirmando que las instalaciones iraníes son «amplias y profundas», y muchas de ellas «extremadamente bien protegidas».