En el fascinante y a menudo complejo tapiz de la arqueología de Tierra Santa, cada descubrimiento tiene el potencial de añadir una nueva hebra, a veces desconcertante, a la narrativa histórica. Recientemente, un hallazgo particularmente intrigante ha salido a la luz en las afueras de Jerusalén, presentando un enigma que desafía las comprensiones establecidas sobre un período tumultuoso en la historia judía y romana. Se trata de un impresionante capitel de piedra caliza, exquisitamente tallado, adornado no con los motivos florales esperados, sino con representaciones de menorás, el candelabro ritual judío. Lo que hace a este artefacto extraordinariamente misterioso es su contexto: fue desenterrado en un yacimiento datado en un período en el que el Imperio Romano había prohibido explícitamente la presencia judía en Jerusalén y sus alrededores.
Anunciado por la Autoridad de Antigüedades de Israel (AAI), este capitel, que se estima tiene unos 1.500 años de antigüedad, fue descubierto en 2020 durante excavaciones de salvamento previas a trabajos de construcción en el moderno barrio de Motza, situado estratégicamente a la entrada occidental de Jerusalén. El artefacto no solo destaca por su iconografía inesperada, sino también por la peculiaridad de las menorás representadas, que cuentan con ocho brazos en lugar de los siete canónicos. Este descubrimiento plantea preguntas fundamentales sobre la vida, la cultura y las interacciones en la Judea romana tardía, especialmente en las secuelas de la devastadora revuelta de Bar Kojba.
El Hallazgo en Motza: Un Descubrimiento Fortuito con Implicaciones Profundas
Las excavaciones arqueológicas en Israel a menudo preceden a proyectos de desarrollo urbano o infraestructural, una práctica necesaria en una tierra tan rica en historia enterrada. Fue en una de estas excavaciones preventivas, dirigida por los arqueólogos de la AAI, el Dr. Uzi Ad y Anna Eirich, donde emergió el capitel. El artefacto yacía boca abajo, ocultando inicialmente su decoración única, dentro de los restos de una estructura del período bizantino, datada entre los siglos VI y VII d.C.
El hecho de que el capitel se encontrara en un edificio bizantino, pero estilísticamente pertenezca a un período anterior, apunta a un fenómeno común en la arqueología conocido como «uso secundario». Esto significa que el capitel fue originalmente creado y utilizado en una estructura más antigua, probablemente del período romano tardío (siglos II-IV d.C.), y posteriormente fue retirado y reutilizado como material de construcción en el edificio bizantino posterior. Esta práctica era habitual en la antigüedad, donde materiales de construcción valiosos o bien trabajados de edificios abandonados o destruidos se incorporaban a nuevas construcciones.
Los directores de la excavación, Ad y Eirich, sugirieron en un comunicado que «parece que este capitel se alzaba sobre una columna en un magnífico edificio o en una calle, en un asentamiento del período romano tardío». La calidad de la talla y el material indican que pertenecía a una estructura de cierta importancia. Sin embargo, el contexto inmediato del hallazgo, dentro de una capa bizantina, complica la interpretación directa de su función original.
El momento de la revelación fue, según relatos, emocionante. Al principio, los arqueólogos no se percataron de la singularidad del objeto. Fue solo al girar la pesada pieza de piedra caliza que las inesperadas menorás talladas en sus lados quedaron expuestas. «Encontrar una menorá de esta manera nos inspira cierto orgullo nacional», comentó Uzi Ad en un video de la AAI, añadiendo una capa de conexión emocional y contemporánea al descubrimiento científico, aunque reconoció la incertidumbre sobre la intención original del artista.
Análisis del Artefacto: Un Capitel Corintio Anómalo

El capitel está hecho de piedra caliza local, un detalle confirmado por investigaciones posteriores sobre el material, que determinaron que la piedra provenía de un radio de aproximadamente 10 kilómetros del sitio de Motza. Esto sugiere que fue encargado y elaborado localmente, no importado de una región distante.
Estilísticamente, el capitel se inspira en el orden corintio, uno de los tres órdenes clásicos de la arquitectura griega y romana, caracterizado por sus elaboradas hojas de acanto talladas. Sin embargo, el capitel de Motza presenta desviaciones significativas de las convenciones corintias. La Dra. Orit Peleg-Barkat, experta en decoraciones arquitectónicas de la Universidad Hebrea de Jerusalén, analizó el artefacto y señaló sus características distintivas.
«Si bien los capiteles corintios con hojas lisas eran comunes en nuestra región desde finales del Segundo Templo hasta el período bizantino, el capitel descubierto en Motza exhibe características verdaderamente distintivas», afirmó la Dra. Peleg-Barkat. Señaló que, a pesar de la evidente habilidad del tallista, la ejecución sugiere una posible falta de familiaridad con los modelos arquitectónicos estándar prevalecientes en las estructuras públicas urbanas de la época.
Normalmente, la parte superior de un capitel corintio (el ábaco y el equino subyacente) estaría adornada con volutas y motivos vegetales complejos, como las mencionadas hojas de acanto o diseños florales estilizados. En el capitel de Motza, sin embargo, en lugar de estos elementos vegetales esperados, encontramos las menorás talladas en relieve a cada lado.
Esta sustitución es altamente inusual y plantea interrogantes sobre la intención del artesano. ¿Fue una elección deliberada para incorporar un símbolo judío específico, o podría haber sido un resultado no intencionado? La Dra. Peleg-Barkat ofreció una hipótesis intrigante: «Es posible que el artesano tuviera la intención de tallar un diseño floral convencional pero, debido su limitada familiaridad con los modelos estándar, creó algo que se parece a una lámpara simétrica de ocho brazos». Esta teoría sugiere que la semejanza con una menorá podría ser accidental, producto de una interpretación artística particular o una desviación de los patrones habituales.
Sin embargo, la simetría y la claridad de las formas talladas hacen que la hipótesis del accidente sea debatible. Las representaciones se asemejan claramente a candelabros, aunque con una morfología particular. La habilidad demostrada en la talla general del capitel contrasta con la idea de un error tan fundamental en el motivo principal.
El Contexto Histórico: Jerusalén Después de la Tormenta de Bar Kojba
Para comprender la magnitud del enigma que presenta este capitel, es crucial sumergirse en el contexto histórico del período romano tardío en Judea, particularmente después de la segunda gran revuelta judía contra Roma.
El Imperio Romano había consolidado su control sobre Judea en el siglo I a.C. La destrucción del Segundo Templo de Jerusalén en el año 70 d.C., tras la primera revuelta judía, marcó un punto de inflexión traumático, pero la vida judía, aunque transformada, continuó en la región. Sin embargo, la situación se deterioró drásticamente bajo el emperador Adriano a principios del siglo II d.C. Sus políticas, que incluían planes para reconstruir Jerusalén como una ciudad pagana (Aelia Capitolina) y la prohibición de la circuncisión, provocaron una resistencia feroz.
Entre los años 132 y 136 d.C., Simón Bar Kojba lideró una segunda gran revuelta contra el dominio romano. Esta rebelión, aunque inicialmente exitosa y logrando establecer un estado judío independiente por un corto período, fue finalmente aplastada por Roma con una brutalidad extrema. Las legiones romanas, bajo el mando de generales como Julio Severo, llevaron a cabo una campaña sistemática y devastadora. Fuentes antiguas describen una destrucción masiva de asentamientos judíos, la muerte de cientos de miles de personas y la esclavización de muchos más.
Las consecuencias de la derrota de Bar Kojba fueron catastróficas para la población judía de Judea. El emperador Adriano impuso medidas punitivas diseñadas para erradicar la identidad judía de la región:
- Renombramiento de la Provincia: Judea fue renombrada como «Syria Palaestina», un intento deliberado de borrar la conexión judía con la tierra, utilizando un nombre asociado con los antiguos filisteos.
- Fundación de Aelia Capitolina: Jerusalén fue refundada como una colonia romana pagana, Aelia Capitolina, dedicada a Júpiter Capitolino. Se construyeron templos paganos, incluyendo uno posiblemente sobre el Monte del Templo.
- Prohibición de Entrada a Judíos: Lo más relevante para nuestro capitel, se emitió un decreto imperial que prohibía a todos los judíos (especialmente a los circuncisos) entrar en Aelia Capitolina y su territorio circundante (el territorium de la ciudad), bajo pena de muerte. Esta prohibición se mantuvo, con diversos grados de aplicación, durante siglos.
El área de Motza, ubicada a pocos kilómetros al oeste de Jerusalén, muy probablemente caía dentro de esta zona prohibida para los judíos. Las fuentes históricas y los hallazgos arqueológicos sugieren que los asentamientos en las inmediaciones de Aelia Capitolina durante el período romano tardío (siglos II-IV d.C.) estaban poblados principalmente por no judíos. La AAI especula que el asentamiento donde se encontró el capitel «aparentemente estuvo poblado por descendientes de retirados del ejército romano». Esto era común en las colonias romanas, donde a los veteranos de las legiones se les otorgaban tierras como recompensa por su servicio.
El Enigma Central: ¿Por Qué una Menorá en Territorio Prohibido?
Aquí radica el corazón del misterio: ¿Qué hacía un capitel adornado con menorás, un símbolo inequívocamente judío, en un asentamiento romano tardío cerca de Aelia Capitolina, una zona de la que los judíos habían sido explícitamente expulsados? Las implicaciones son profundas y las posibles explicaciones, variadas y especulativas.
- Hipótesis 1: Artesano No Judío y Simbolismo Malinterpretado o Adoptado. ¿Podría un artesano no judío, quizás un residente local de origen sirio o romano, haber tallado las menorás? Si fuera así, ¿por qué? Quizás, como sugiere la Dra. Peleg-Barkat, intentaba imitar diseños florales y accidentalmente produjo algo parecido a una menorá. O, alternativamente, quizás adoptó el símbolo por razones estéticas o sincréticas, despojado de su significado religioso judío original. En el crisol cultural del Imperio Romano, los símbolos a veces cruzaban fronteras culturales, aunque la menorá era fuertemente identificada con el judaísmo. Si el asentamiento estaba poblado por veteranos romanos, es difícil imaginar por qué elegirían decorar un edificio prominente con el símbolo de un pueblo recientemente reprimido y expulsado.
- Hipótesis 2: Uso Secundario de Material Preexistente (Pre-Revuelta). Quizás el capitel es considerablemente más antiguo de lo que se piensa, datando de antes de la revuelta de Bar Kojba (antes del 135 d.C.), cuando la presencia judía en la zona era normal. Podría haber pertenecido a una sinagoga o edificio público judío en Motza o sus alrededores que fue destruido durante o después de la revuelta. Los constructores romanos o bizantinos posteriores simplemente habrían rescatado el capitel como material de construcción útil, sin prestar mucha atención a su iconografía o quizás incluso colocándolo deliberadamente boca abajo para ocultarla (como fue encontrado). Esta explicación resuelve el problema de la presencia judía, pero requiere que el capitel sea más antiguo de lo estimado inicialmente (siglos II-IV d.C.) y que haya sobrevivido a la destrucción.
- Hipótesis 3: Presencia Judía Oculta o Tolerada. ¿Es posible que la prohibición de Adriano no fuera absoluta o que se relajara en ciertos momentos o lugares? ¿Podrían haber existido pequeñas comunidades judías «ocultas» o toleradas en las cercanías de Aelia Capitolina? Esto parece improbable dada la severidad de las medidas romanas post-revuelta, pero la historia a menudo es más compleja de lo que sugieren los decretos imperiales. Sin embargo, un capitel en un edificio público o calle principal sería una exhibición muy visible y arriesgada para una comunidad que se supone debe permanecer oculta.
- Hipótesis 4: Un Artesano Judío Trabajando para No Judíos. ¿Podría un artesano judío (quizás de una región donde la presencia judía no estaba prohibida, como Galilea) haber sido contratado para trabajar en el asentamiento romano de Motza? Si es así, ¿por qué incluiría un símbolo judío? ¿Fue un acto de subversión sutil, una firma cultural, o simplemente utilizó un motivo que conocía bien, quizás malinterpretando las expectativas del cliente?
- Hipótesis 5: La Naturaleza del Asentamiento. La suposición de que el asentamiento era exclusivamente de veteranos romanos podría ser una simplificación excesiva. Las poblaciones en el Imperio Romano eran a menudo mixtas. ¿Podría haber habido otros grupos étnicos o religiosos presentes, quizás samaritanos (cuyo simbolismo a veces se superponía con el judío) o incluso cristianos judaizantes? Aunque estos grupos también enfrentaron sus propias tensiones con Roma.
La AAI misma califica la situación como «un verdadero enigma». Ninguna de las hipótesis actuales es completamente satisfactoria, y cada una plantea sus propias preguntas. Lo que es seguro es que el capitel desafía la imagen de una separación total y hermética entre romanos y judíos en las inmediaciones de Jerusalén después del 135 d.C.
El Segundo Misterio: La Menorá de Ocho Brazos
Además del enigma de su ubicación, el capitel presenta otra peculiaridad iconográfica: las menorás talladas tienen ocho brazos, no los siete tradicionales.
La menorá descrita en la Biblia (Éxodo 25:31-40) y que se encontraba en el Tabernáculo y luego en el Templo de Jerusalén tenía siete brazos: un eje central y tres brazos a cada lado. Esta menorá de siete brazos se convirtió en un símbolo central del judaísmo, representando la creación, la luz divina y la presencia de Dios. La representación más famosa de la Menorá del Templo de la época romana se encuentra en el Arco de Tito en Roma, erigido para conmemorar la victoria romana en la primera revuelta judía. El relieve muestra claramente a soldados romanos llevando el botín del Templo, incluida una gran menorá de siete brazos. Esta imagen ha servido durante mucho tiempo como referencia principal para la apariencia de la Menorá del Templo.
Entonces, ¿por qué las menorás del capitel de Motza tienen ocho brazos?
- Falta de Estandarización: Como señaló Uzi Ad, «la forma de la menorá a veces aparece con siete brazos, a veces con ocho brazos». Sugiere que en el período romano tardío, la iconografía de la menorá aún no estaba completamente estandarizada. Si bien el modelo de siete brazos basado en el Templo era predominante, podrían haber existido variaciones locales o artísticas. Sin embargo, las representaciones de ocho brazos son considerablemente más raras en contextos arqueológicos de esta época.
- Conexión con Janucá: La festividad judía de Janucá conmemora la revuelta macabea y la rededicación del Templo en el siglo II a.C. La lámpara utilizada durante Janucá, la januquiá, tiene nueve receptáculos de luz: ocho que representan los ocho días del milagro del aceite y uno adicional (el shamash o servidor) que se usa para encender los demás. ¿Podría la representación de ocho brazos en el capitel estar relacionada de alguna manera con Janucá? Si bien la forma moderna de la januquiá es distinta de la menorá del Templo, el número ocho tiene una resonancia clara con la festividad. Sin embargo, la evidencia arqueológica de januquiot claramente identificables es más tardía. Es especulativo vincular directamente este capitel del período romano tardío con la iconografía específica de Janucá tal como la conocemos hoy.
- Error del Artesano o Interpretación Artística: Volviendo a la hipótesis de la Dra. Peleg-Barkat, si el artesano no estaba familiarizado con el símbolo judío exacto o si estaba intentando adaptar un diseño floral simétrico, podría haber terminado con ocho brazos por razones de composición o error. Una estructura simétrica a menudo se presta a números pares de elementos repetidos a cada lado de un eje central. Un diseño con un eje y cuatro elementos a cada lado resultaría en nueve elementos totales (como una januquiá), mientras que cuatro elementos a cada lado sin un eje central claro podría parecer tener ocho «brazos» o puntos de luz.
- Influencia Samaritana o Cristiana Primitiva: Algunos estudiosos han explorado variaciones en el simbolismo de la menorá en grupos relacionados o derivados, como los samaritanos o ciertas sectas judeocristianas primitivas. Sin embargo, no hay evidencia concreta para vincular este capitel específicamente con esos grupos.
La presencia de ocho brazos añade otra capa de complejidad al artefacto. No solo es un símbolo judío en un lugar inesperado, sino que es una variante inusual de ese símbolo.
Paralelos Arqueológicos y el Simbolismo de la Menorá en la Antigüedad Tardía
Aunque el capitel de Motza es único en su contexto y detalles, no es el único ejemplo de decoración arquitectónica con menorás en la región. La Dra. Peleg-Barkat mencionó que algunas sinagogas de finales del período romano y bizantino sí presentan columnas con capiteles decorados con menorás. Ejemplos notables incluyen:
- Sinagoga de Capernaúm (Cafarnaúm): Esta impresionante sinagoga de piedra caliza blanca, datada generalmente entre los siglos IV y V d.C., presenta una rica decoración escultórica, incluyendo algunos fragmentos arquitectónicos (posiblemente de dinteles o frisos, más que capiteles) con representaciones de menorás de siete brazos, junto a otros símbolos judíos como el shofar y el Arca de la Alianza.
- Sinagoga de Caesarea Marítima: Las excavaciones en Cesarea han revelado restos de sinagogas de diferentes períodos. En contextos del período bizantino, se han encontrado capiteles de mármol inscritos con dedicatorias y, en algunos casos, decorados con menorás de siete brazos.
Sin embargo, hay una diferencia crucial: estos ejemplos provienen de contextos inequívocamente judíos (sinagogas) y generalmente presentan la menorá canónica de siete brazos. El capitel de Motza fue encontrado en lo que se presume era un asentamiento no judío (romano), y presenta la variante de ocho brazos. Además, los arqueólogos enfatizaron que no se encontraron otros signos de una sinagoga en el área de excavación de Motza, como inscripciones, mosaicos con temas judíos o una estructura con la orientación típica de una sinagoga.
Más allá de los capiteles, la menorá se convirtió en un símbolo judío cada vez más prominente en el arte y la arqueología durante los períodos romano tardío y bizantino (siglos III al VII d.C.), precisamente después de la destrucción del Segundo Templo y la pérdida del centro religioso en Jerusalén. Aparece en una amplia variedad de medios:
- Mosaicos de Sinagogas: Espectaculares suelos de mosaico en sinagogas como Hamat Tiberias, Beit Alfa, Sepphoris (Tzippori) y Na’aran presentan paneles centrales con ruedas del zodiaco, escenas bíblicas y, a menudo, prominentemente, la menorá de siete brazos flanqueada por otros objetos rituales (shofar, lulav, etrog).
- Lámparas de Aceite de Cerámica: Miles de lámparas de aceite de este período están decoradas con menorás en relieve, a menudo de siete brazos.
- Osarios y Sarcófagos: En contextos funerarios, la menorá aparece tallada en osarios (cajas de huesos) y sarcófagos, sirviendo como un marcador de identidad judía.
- Graffiti y Sellos: Se han encontrado representaciones más simples de menorás grabadas en paredes (como en las catacumbas judías de Roma y Beit She’arim en Galilea) y en sellos.
La proliferación de la menorá como símbolo en este período se interpreta a menudo como una expresión de identidad judía, memoria colectiva del Templo perdido y esperanza en una futura redención y restauración. Se convirtió en un emblema visual poderoso para las comunidades judías dispersas por el Imperio Romano y más allá.
En este contexto más amplio, el capitel de Motza sigue siendo una anomalía. Su estilo artístico (un capitel corintio modificado), su iconografía (ocho brazos) y, sobre todo, su contexto arqueológico (asentamiento romano post-Bar Kojba cerca de Jerusalén) lo distinguen de la mayoría de las otras representaciones de menorás de la antigüedad tardía.
Implicaciones del Descubrimiento y Preguntas Abiertas
El hallazgo del capitel con menorás en Motza tiene varias implicaciones significativas:
- Complejidad de la Presencia Judía/Romana: Desafía la noción de una exclusión judía total y monolítica del área de Jerusalén después del 135 d.C. Sugiere que la realidad sobre el terreno pudo haber sido más matizada, con interacciones, presencias o influencias simbólicas que aún no comprendemos completamente.
- Intercambio Cultural y Artístico: Plantea preguntas sobre cómo se transmitían y adaptaban los motivos artísticos y religiosos en la provincia de Syria Palaestina. ¿Hubo artesanos itinerantes? ¿Existían libros de patrones? ¿Cómo interactuaban las diferentes tradiciones culturales y religiosas a nivel local?
- Variaciones Iconográficas: La menorá de ocho brazos nos recuerda que los símbolos religiosos pueden tener variaciones y que nuestra comprensión basada en textos normativos o ejemplos famosos (como el Arco de Tito) puede no capturar toda la diversidad de la práctica y representación antiguas.
- Historia Local de Motza: Añade una capa intrigante a la historia de este asentamiento específico, que tiene una larga historia que se remonta a tiempos bíblicos (mencionado como una ciudad en la tribu de Benjamín). Comprender la naturaleza de este asentamiento en el período romano tardío se vuelve aún más crucial.
- Investigación Futura: El descubrimiento sin duda impulsará nuevas investigaciones. Se necesitarán análisis más detallados del capitel mismo, estudios comparativos con otros artefactos y, potencialmente, excavaciones adicionales en Motza para comprender mejor el contexto original del capitel y la naturaleza del asentamiento romano tardío.
Las preguntas clave permanecen sin respuesta: ¿Quién talló este capitel y para quién? ¿Cuál era la función del edificio original al que pertenecía? ¿Por qué se eligió representar menorás, y por qué con ocho brazos? ¿Fue un acto deliberado, un error o algo intermedio?
Exhibición Pública: Compartiendo el Misterio
Reconociendo la importancia y el interés público de este hallazgo único, la Autoridad de Antigüedades de Israel anunció que el capitel se exhibiría por primera vez al público coincidiendo con el Día de la Independencia de Israel. El lugar elegido para su exhibición es el Campus Nacional Jay y Jeanie Schottenstein para la Arqueología de Israel en Jerusalén, un centro dedicado a la preservación, investigación y exhibición del vasto patrimonio arqueológico del país. La exhibición, inicialmente accesible mediante visitas guiadas, permite al público conectar directamente con este objeto tangible del pasado y reflexionar sobre los misterios que encierra.
La decisión de exhibir el artefacto subraya el valor de la arqueología no solo como disciplina académica, sino también como un puente hacia el pasado colectivo y un catalizador para el diálogo y la reflexión sobre la historia y la identidad.
Conclusión: Una Pieza del Pasado que Invita a la Reflexión
El descubrimiento del capitel con menorás en Motza es un ejemplo elocuente de cómo la arqueología continúa sorprendiéndonos y desafiando nuestras percepciones del pasado. Este objeto singular, tallado en piedra caliza local hace unos 1.500 años, encapsula múltiples capas de misterio: un símbolo judío encontrado en un contexto romano donde se suponía que los judíos no debían estar, y una representación iconográfica inusual de ese símbolo con ocho brazos en lugar de siete.
Las explicaciones van desde errores artísticos y coincidencias hasta complejas interacciones culturales o presencias ocultas. Si bien los expertos de la AAI y académicos como la Dra. Peleg-Barkat han ofrecido hipótesis valiosas, el capitel sigue siendo, en palabras de los excavadores, «un verdadero enigma».
Más allá de las respuestas definitivas, que pueden seguir eludiéndonos, el capitel de Motza sirve como un poderoso recordatorio de la complejidad de la historia. Nos obliga a cuestionar narrativas simplificadas y a apreciar las sutilezas de la vida, la fe y la identidad en el crisol de culturas que fue la Judea romana tardía. Es una pieza tangible que nos conecta con artesanos anónimos, con las turbulentas secuelas de la revuelta de Bar Kojba y con las persistentes preguntas sobre cómo los símbolos viajan, se transforman y adquieren significado a lo largo del tiempo. Mientras continúa la investigación y el debate, este capitel permanecerá como un testimonio fascinante de un pasado aún parcialmente envuelto en sombras, invitando a futuras generaciones a desentrañar sus secretos. Su exhibición pública asegura que este intrigante fragmento de historia pueda ser contemplado y cuestionado por todos, manteniendo vivo el diálogo con nuestro pasado compartido.