El Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha anunciado un cambio significativo en la estrategia militar de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), una postura que promete mantener a las tropas en las zonas capturadas de Gaza hasta la consecución de dos objetivos primordiales: la derrota completa de Hamás y la liberación de todos los rehenes secuestrados. Este endurecimiento de la política israelí, que incluye la posibilidad de una ocupación prolongada y la intensificación de las operaciones militares, ha generado un torbellino de reacciones tanto a nivel nacional como internacional, reavivando debates sobre el futuro de Gaza, la seguridad regional y el coste humano del conflicto.
El Anuncio de Netanyahu: Un Cambio de Rumbo Estratégico
En una declaración contundente realizada el lunes, tras una maratoniana reunión del gabinete de guerra, el Primer Ministro Netanyahu delineó los contornos de esta nueva aproximación. «Anoche nos sentamos hasta altas horas de la noche en el gabinete y decidimos una operación intensificada en Gaza», comunicó a través de un vídeo en su cuenta personal de X (anteriormente Twitter). Subrayó que esta decisión seguía la recomendación del Jefe del Estado Mayor de las FDI, Teniente General Eyal Zamir, quien abogó por «avanzar… hacia la derrota de Hamás».
Netanyahu expresó su convicción de que esta estrategia no solo es crucial para desmantelar la infraestructura militar y de gobierno de Hamás, sino que también «nos ayudará a rescatar a los rehenes en el camino». Con un tono firme, añadió: «No cejaremos en este esfuerzo, y no nos rendiremos ante ninguno. Eso es lo que estamos haciendo». Evitó entrar en detalles operativos específicos, citando la sensibilidad de las misiones de rescate de rehenes y las tácticas militares.
Sin embargo, un aspecto quedó meridianamente claro: la política de incursiones temporales y retiradas ha llegado a su fin. «No vamos a entrar y salir [de Gaza] solo para llamar a las reservas para que vengan y se apoderen de territorio, nos retiramos del territorio y realizamos incursiones en lo que queda… Esa no es la intención. ¿Cuál es nuestra intención? Todo lo contrario», concluyó Netanyahu. Esta declaración marca un giro de 180 grados respecto a tácticas previas observadas durante el primer año y medio de la guerra, donde las FDI realizaban incursiones específicas para luego replegarse. Ahora, el objetivo es consolidar el control sobre el territorio capturado.
«Operación Carros de Gedeón»: La Nueva Ofensiva a Gran Escala
El portavoz de las FDI, el General de Brigada Effie Defrin, proporcionó más detalles sobre esta «nueva e intensificada fase» de la guerra, bautizada como «Operación Carros de Gedeón». Defrin reiteró que los objetivos duales son «el regreso de nuestros rehenes y la derrota del régimen de Hamás», afirmando que «estos dos objetivos se combinan».
La ofensiva, según Defrin, «incluirá un ataque a gran escala y la movilización de la mayoría de la población de la Franja para protegerla en una zona libre de Hamás». Este último punto es crucial y controvertido, ya que implica un desplazamiento masivo de civiles palestinos. Además, se prometieron «continuos ataques aéreos, la eliminación de terroristas y el desmantelamiento de la infraestructura» de Hamás.
Un elemento clave de esta nueva estrategia es la implementación del «modelo Rafah» en otras áreas de la Franja de Gaza. Este modelo, presumiblemente aplicado con anterioridad en la ciudad sureña de Rafah (aunque los detalles exactos de su aplicación previa no se especificaron en la información proporcionada), implica «arrasar toda la infraestructura de Hamás y declarar el área parte de la zona de amortiguación de Israel». Esta «zona de amortiguación» sugiere una intención de crear un perímetro de seguridad expandido dentro de Gaza, controlado por Israel, para prevenir futuros ataques.
Un funcionario israelí anónimo corroboró esta visión, explicando que el nuevo plan contempla la «conquista de Gaza», la conservación del territorio, el traslado de la población civil palestina hacia el sur de la Franja, el ataque sistemático a Hamás y la prevención de que el grupo terrorista tome el control de los suministros de ayuda humanitaria. Este funcionario destacó que «un componente central del plan es la evacuación extensiva de toda la población de Gaza de las zonas de combate, incluso del norte de Gaza, a áreas en el sur de Gaza, creando al mismo tiempo una separación entre ellos y los terroristas de Hamás, para permitir a las FDI libertad de acción operativa».
La implicación de «zonas estériles de Hamás» o «zonas libres de Hamás» donde se reubicaría a la población civil plantea interrogantes significativos sobre las condiciones humanitarias, la logística de tal desplazamiento masivo y el estatus legal y futuro de estas áreas. La creación de tales zonas requeriría una infraestructura masiva para albergar, alimentar y proveer servicios básicos a cientos de miles, si no millones, de personas desplazadas, en un territorio ya devastado por la guerra y sometido a un bloqueo prolongado.
El Fantasma de la «Ocupación»: Un Debate Interno Candente
Si bien Netanyahu evitó cuidadosamente la palabra «ocupación» en su declaración oficial, varias figuras prominentes de su gobierno de coalición, especialmente de la extrema derecha, no mostraron tal reticencia. El Ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, una figura influyente del sionismo religioso, fue explícito: «Por fin vamos a ocupar la Franja de Gaza». Smotrich instó a los israelíes a «dejar de tener miedo de la palabra ‘ocupación'» y afirmó que Israel no se retirará de Gaza, incluso si se alcanza un nuevo acuerdo de rehenes.
Esta postura es coherente con la ideología de Smotrich y otros líderes de la extrema derecha, quienes durante los combates han abogado por utilizar la guerra como una oportunidad para restablecer los asentamientos israelíes en la Franja de Gaza. Israel desmanteló unilateralmente sus asentamientos y retiró sus tropas de Gaza en 2005, una medida que sigue siendo controvertida en ciertos sectores de la sociedad israelí. La idea de reasentamiento es altamente polémica a nivel internacional y es vista por muchos como un obstáculo insalvable para cualquier futura solución de dos estados.
El Ministro de Cultura, Miki Zohar, se hizo eco de este sentimiento, declarando que el verdadero objetivo de la renovada ofensiva israelí es «la ocupación completa de la Franja». Zohar reconoció dolorosamente que «tal medida pone en peligro a quienes permanecen en cautiverio, pero no queda otra opción». Esta admisión subraya la tensión inherente entre los objetivos militares de erradicar a Hamás y asegurar el territorio, y el imperativo humanitario y nacional de rescatar a los rehenes.
La perspectiva de una reocupación de Gaza por parte de Israel, incluso si se presenta como temporal o limitada a ciertas zonas, tiene profundas implicaciones legales, políticas y de seguridad. Legalmente, Israel sería considerado una potencia ocupante con responsabilidades específicas bajo el derecho internacional humanitario hacia la población civil. Políticamente, enfrentaría una condena internacional generalizada y podría aislar aún más al país. En términos de seguridad, una ocupación prolongada podría enredar a las FDI en una insurgencia costosa y sangrienta, similar a experiencias pasadas en Líbano o la propia Gaza.
Reacciones y Críticas: Territorio vs. Rehenes, Supervivencia Política vs. Seguridad Nacional
La nueva estrategia y las declaraciones de los ministros han provocado una fuerte reacción dentro de Israel, especialmente por parte de las familias de los rehenes y la oposición política.
El Foro de Rehenes y Familias Desaparecidas, que ha sido una voz constante y poderosa abogando por la liberación de sus seres queridos, acusó directamente al gobierno de «elegir el territorio en lugar de los rehenes». En un comunicado mordaz, señalaron que esta decisión «va en contra de la voluntad de más del 70 por ciento del pueblo». Esta cifra se basa en encuestas que consistentemente han mostrado un apoyo mayoritario del público israelí a un acuerdo que asegure la liberación de todos los rehenes, incluso si ello implica poner fin a la guerra o hacer concesiones significativas a Hamás.
El foro fue aún más lejos, calificando el plan aprobado por el gabinete como el «‘Plan Smotrich-Netanyahu’ por renunciar a los rehenes y abandonar la resiliencia nacional y de seguridad». Esta crítica apunta a la influencia percibida de los elementos más extremistas de la coalición de gobierno en la toma de decisiones, priorizando agendas ideológicas sobre lo que consideran el interés nacional más amplio y el bienestar de los ciudadanos cautivos.
La oposición política también se sumó a las críticas, acusando al gobierno de Netanyahu de priorizar su propia supervivencia política por encima de las vidas de los rehenes y los soldados de las FDI. Yair Golan, presidente del partido Laborista (anteriormente Meretz, aunque la información original dice Demócrata, se asume un error de traducción o referencia al espectro político), advirtió que «ocupar la Franja, en la práctica, en aras de ‘la supervivencia del gobierno’ nos costará sangre». Golan sugirió que el nuevo plan no fue formulado para «proteger la seguridad de Israel, sino para salvar a Netanyahu y su gobierno de extremistas». La estabilidad del gobierno de Netanyahu depende en gran medida del apoyo de los partidos de extrema derecha como el de Smotrich y el de Itamar Ben-Gvir, quienes han presionado por una línea más dura en Gaza.
Avigdor Liberman, líder del partido de línea dura secular Yisrael Beytenu y ex Ministro de Defensa, a menudo crítico con Netanyahu, denunció la nueva estrategia como «una guerra no por seguridad, sino por control». Liberman acusó al gobierno de estar dispuesto a «hacer cualquier cosa» para mantener el poder, «incluso a costa de las vidas de rehenes y soldados». Estas acusaciones reflejan una profunda desconfianza en las motivaciones del gobierno y un temor a que las consideraciones políticas internas estén dictando una estrategia militar con consecuencias potencialmente devastadoras.
Contexto del Conflicto: El 7 de Octubre y sus Secuelas
Es imposible entender la actual postura de Israel sin remontarse al brutal ataque liderado por Hamás el 7 de octubre de 2023. Ese día, miles de terroristas de Hamás y otros grupos militantes palestinos irrumpieron en el sur de Israel desde la Franja de Gaza, perpetrando una masacre que resultó en la muerte de aproximadamente 1.200 personas, en su mayoría civiles, y el secuestro de unas 251 personas llevadas como rehenes a Gaza.
Este ataque, el más mortífero en la historia de Israel, conmocionó profundamente a la nación y destrozó la percepción de invulnerabilidad de su aparato de seguridad. La respuesta de Israel fue una declaración de guerra contra Hamás, con los objetivos declarados de destruir las capacidades militares y de gobierno del grupo terrorista y asegurar la liberación de todos los rehenes.
Desde entonces, la guerra ha sido implacable. La ofensiva terrestre de Israel en Gaza, combinada con una intensa campaña de bombardeos aéreos, ha causado una destrucción generalizada en la Franja. Según el Ministerio de Salud de Gaza, controlado por Hamás, más de 52.500 palestinos han muerto desde el inicio de la guerra. Es crucial señalar que estas cifras no pueden verificarse de forma independiente y no distinguen entre combatientes y civiles. Israel, por su parte, afirma haber matado a unos 20.000 combatientes de Hamás en combate hasta enero, y a otros 1.600 terroristas dentro de Israel durante la ofensiva del 7 de octubre.
El coste humano para Israel también ha sido significativo. Además de las víctimas del 7 de octubre, el saldo de víctimas israelíes en la ofensiva terrestre contra Hamás en Gaza y en las operaciones militares a lo largo de la frontera con la Franja asciende a 414 soldados hasta la fecha del informe. La situación de los rehenes sigue siendo una herida abierta: de los 251 secuestrados originalmente, se estima que 58 permanecen en Gaza, incluyendo al menos 35 que se cree que están muertos, además de los restos de un soldado que murió en la Franja en 2014.
Análisis de la Nueva Estrategia: Implicaciones y Desafíos
La nueva estrategia israelí presenta una serie de implicaciones y desafíos complejos:
- El Futuro de Gaza y la Gobernanza: La idea de una «conquista de Gaza» y la creación de «zonas de amortiguación» plantea la pregunta fundamental de quién gobernará Gaza a largo plazo si Hamás es efectivamente desmantelado. Israel ha declarado que no tiene intención de gobernar directamente a la población civil palestina de Gaza de forma permanente, pero no ha presentado un plan claro para la «administración del día después». Opciones como una fuerza internacional, el regreso de la Autoridad Palestina (actualmente impopular y con control limitado en Cisjordania) o la emergencia de líderes locales no afiliados a Hamás están plagadas de dificultades. Una ocupación militar prolongada, incluso si es parcial, podría convertir a Israel en responsable de la administración civil de facto, una carga que ha intentado evitar desde 2005.
- Impacto Humanitario: El desplazamiento masivo de la población de Gaza, ya sea hacia el sur o hacia «zonas libres de Hamás», exacerbará una crisis humanitaria ya catastrófica. La infraestructura de Gaza está en ruinas, el acceso a alimentos, agua potable, medicinas y refugio es extremadamente limitado. La comunidad internacional, incluyendo agencias de la ONU y ONGs, ha advertido repetidamente sobre el riesgo de hambruna y epidemias. La logística de proteger y proveer a una población desplazada en estas condiciones es abrumadora y podría generar una condena internacional aún mayor si no se maneja con extrema diligencia y respeto por el derecho internacional.
- La Cuestión de los Rehenes: La afirmación de Netanyahu de que la intensificación militar ayudará a rescatar a los rehenes es recibida con escepticismo por muchas de las familias, que temen que una escalada ponga en mayor peligro a sus seres queridos. Las operaciones de rescate en un entorno urbano denso y hostil como Gaza son extremadamente arriesgadas. Muchos creen que la única vía viable para la liberación de la mayoría de los rehenes es a través de un acuerdo negociado, que probablemente requeriría concesiones significativas por parte de Israel, incluyendo un alto el fuego prolongado o incluso el fin de la guerra, algo que la nueva estrategia parece descartar. La tensión entre la presión militar y la negociación es un dilema central.
- Sostenibilidad Militar y Costes: Una ocupación prolongada o el mantenimiento de una presencia militar significativa en Gaza impondría una carga considerable a las FDI en términos de personal, recursos y moral. El combate urbano es inherentemente peligroso y desgastante. Mantener el control sobre un territorio hostil podría llevar a una insurgencia persistente, con ataques continuos contra las fuerzas israelíes. Esto también tendría un impacto económico significativo en Israel, sumado a los costes ya incurridos por la guerra.
- Repercusiones Regionales e Internacionales: La nueva estrategia podría inflamar aún más las tensiones en la región. Países como Egipto, que comparte frontera con Gaza y teme un éxodo masivo de palestinos a su territorio, observan con gran preocupación. La Liga Árabe y otros actores regionales probablemente condenarán cualquier movimiento hacia una reocupación. A nivel internacional, Israel ya enfrenta una presión considerable por el alto número de víctimas civiles y la crisis humanitaria. Una escalada y una ocupación podrían aumentar el aislamiento de Israel, dañar sus relaciones con aliados clave, incluyendo Estados Unidos y países europeos, y potencialmente llevar a sanciones o acciones en tribunales internacionales como la Corte Internacional de Justicia o la Corte Penal Internacional.
- Dinámica Política Interna en Israel: La decisión de Netanyahu parece responder tanto a consideraciones de seguridad como a la presión de sus socios de coalición de extrema derecha. Sin embargo, también arriesga una mayor polarización interna. Si la estrategia no produce resultados rápidos en la liberación de rehenes o si las bajas militares aumentan significativamente, el apoyo público podría erosionarse aún más. La cuestión de la responsabilidad por los fallos de seguridad del 7 de octubre sigue latente y probablemente resurgirá con fuerza una vez que la fase más intensa de los combates disminuya.
El «Modelo Rafah» y las Zonas de Amortiguación: Una Mirada Más Cercana
La referencia al «modelo Rafah» es particularmente significativa. Aunque los detalles no fueron completamente explicitados, si implica «arrasar toda la infraestructura de Hamás» y declarar el área «parte de la zona de amortiguación de Israel», esto sugiere una política de tierra arrasada en áreas consideradas estratégicas. La creación de zonas de amortiguación dentro del territorio de Gaza reduciría aún más el espacio vital disponible para los palestinos y podría ser vista como una anexión de facto de territorio.
Históricamente, Israel ha mantenido una zona de amortiguación en su lado de la frontera con Gaza. Extender esta zona hacia el interior de la Franja cambiaría fundamentalmente la geografía de la seguridad y el control territorial. Esto podría estar diseñado para prevenir la reconstrucción de túneles transfronterizos, el lanzamiento de cohetes desde áreas cercanas a la frontera israelí y la infiltración de combatientes. Sin embargo, también implicaría el desplazamiento permanente de comunidades palestinas que residen en esas áreas.
La Viabilidad de «Derrotar a Hamás»
El objetivo de «derrotar a Hamás» es complejo. Si se define como la destrucción de sus capacidades militares convencionales, el desmantelamiento de su estructura de mando y control, y la eliminación de sus líderes principales, es un objetivo militarmente alcanzable, aunque extremadamente difícil y costoso en un entorno urbano como Gaza. Hamás ha demostrado ser una organización resiliente, con una profunda red de túneles y una capacidad de adaptación.
Sin embargo, si «derrotar a Hamás» implica erradicar su ideología o su apoyo entre una parte de la población palestina, esto es mucho más improbable a través de medios puramente militares. Hamás no es solo una organización militar, sino también un movimiento político y social con raíces en la sociedad gazatí, alimentado en parte por décadas de conflicto, ocupación y desesperanza. Una campaña militar devastadora podría incluso, paradójicamente, generar más resentimiento y radicalización si no se acompaña de una visión política viable para el futuro de los palestinos en Gaza.
La estrategia de separar a la población civil de los combatientes de Hamás es una táctica militar estándar para reducir las bajas civiles y ganar libertad operativa. No obstante, en la densamente poblada Franja de Gaza, donde Hamás ha operado durante años entre la población civil, esta separación es una tarea hercúlea. Las acusaciones de que Hamás utiliza a civiles como escudos humanos son frecuentes por parte de Israel, mientras que los críticos argumentan que Israel no hace lo suficiente para proteger a los civiles en sus operaciones.
Conclusión: Un Camino Incierto y Peligroso
La nueva estrategia de Israel en Gaza, marcada por la intención de una presencia militar indefinida en las zonas capturadas, la intensificación de las operaciones y la posible «ocupación» de la Franja, representa un momento crítico en este prolongado y sangriento conflicto. Impulsada por el trauma del 7 de octubre y la determinación de desmantelar a Hamás, esta política también está profundamente influenciada por las dinámicas políticas internas de Israel y las agendas ideológicas de los sectores más derechistas del gobierno.
Los objetivos declarados –derrotar a Hamás y liberar a los rehenes– son comprensibles desde la perspectiva israelí, pero los medios para alcanzarlos están cargados de riesgos y controversias. La priorización aparente del control territorial sobre las negociaciones para la liberación de rehenes ha enfurecido a las familias de los cautivos y a sectores de la oposición, que temen un coste humano aún mayor.
La comunidad internacional observa con alarma la perspectiva de un desplazamiento masivo adicional de la población palestina, el empeoramiento de una crisis humanitaria ya extrema y las implicaciones de una posible reocupación israelí de Gaza. El camino que Israel ha elegido está plagado de incertidumbres: la eficacia militar a largo plazo contra una insurgencia arraigada, la sostenibilidad de una ocupación, el impacto en la estabilidad regional y las consecuencias para la propia sociedad israelí.
Mientras los «Carros de Gedeón» se preparan para avanzar, el mundo contiene la respiración, esperando ver si esta nueva fase de la guerra acercará a la región a una resolución duradera o la hundirá aún más en un ciclo de violencia y desesperación. La respuesta a la pregunta de qué vendrá «el día después» en Gaza sigue siendo tan elusiva como siempre, pero las decisiones que se toman hoy darán forma a esa realidad de maneras profundas y, potencialmente, irreversibles. La búsqueda de seguridad para Israel y un futuro viable para los palestinos parecen, una vez más, objetivos dolorosamente contrapuestos en un tablero geopolítico cada vez más incendiario.