En un torbellino diplomático que subraya la volatilidad del panorama geopolítico actual, el Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, aterrizó en Washington D.C. el domingo por la noche. Su llegada marcó el inicio de una visita apresurada, organizada en cuestión de días, para una serie de reuniones cruciales con el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y altos funcionarios de su administración. Este encuentro, cargado de tensión y expectativas, se produce en un momento crítico para Israel, que enfrenta una guerra prolongada en Gaza, una crisis humanitaria con rehenes aún en cautiverio, crecientes tensiones económicas con su aliado más cercano debido a nuevas políticas arancelarias, y la inédita presión legal internacional sobre su propio líder.
La agenda oficial, aunque concisa, abarca un espectro de desafíos monumentales: la guerra en curso en la Franja de Gaza y la desesperada situación de los 59 rehenes restantes; la controvertida nueva política arancelaria de Trump que impone una tarifa del 17% a los productos israelíes; las deterioradas relaciones entre Israel y Turquía; la persistente amenaza nuclear y regional de Irán; y la confrontación directa con la Corte Penal Internacional (CPI) tras la emisión de una orden de arresto contra Netanyahu. Cada uno de estos puntos representa una crisis en sí misma, y su convergencia en esta cumbre subraya la complejidad y la urgencia de las deliberaciones.
El propio viaje de Netanyahu desde Budapest a Washington estuvo envuelto en la cautela impuesta por la amenaza legal. Su avión estatal, el «Ala de Sión», trazó una ruta deliberadamente tortuosa, añadiendo unos 400 kilómetros al trayecto para evitar sobrevolar países como Irlanda, Islandia y los Países Bajos. Estos países son percibidos por Israel como potencialmente dispuestos a ejecutar la orden de arresto de la CPI – emitida por presuntos crímenes de guerra en Gaza – si el avión se viera forzado a un aterrizaje de emergencia. Esta maniobra logística no es nueva; refleja una realidad incómoda para el primer ministro israelí, donde las consideraciones legales internacionales ahora dictan incluso la mecánica de sus viajes diplomáticos, una sombra que se cierne sobre su liderazgo tanto en casa como en el extranjero.
La visita relámpago, que se espera concluya el martes pero podría extenderse, parece haberse gestado tras una conversación trilateral la semana pasada entre Netanyahu, Trump y el Primer Ministro húngaro, Viktor Orban, un indicio de las cambiantes alianzas y los canales de comunicación preferidos en la actual configuración del poder global. A su llegada, acompañado por su esposa, Sara Netanyahu, el primer ministro fue trasladado en convoy a Blair House, la casa de huéspedes presidencial, donde sostuvo una reunión inicial calificada como «cálida y productiva» con el Secretario de Comercio de EE.UU., Howard Lutnick, y el Representante Comercial, Jamieson Greer. Esta primera escala, centrada en el comercio, puso de relieve una de las preocupaciones más inmediatas y tangibles para Israel: el impacto económico de los nuevos aranceles estadounidenses.
El Fantasma de los Aranceles: Una Amenaza Económica Existencial
Mientras la atención mundial a menudo se centra en los aspectos militares y diplomáticos de la relación entre Estados Unidos e Israel, la dimensión económica es fundamental. Estados Unidos no es solo el aliado estratégico más importante de Israel, sino también su mayor socio comercial individual. La introducción abrupta de un arancel general del 17% sobre los productos israelíes por parte de la administración Trump ha enviado ondas de choque a través de la economía israelí.
Antes de la partida de Netanyahu hacia Washington, la Asociación de Fabricantes de Israel (MAI, por sus siglas en inglés) le entregó un análisis sombrío. El documento advierte sobre un impacto potencialmente devastador. Según sus proyecciones, las exportaciones israelíes a Estados Unidos podrían sufrir una contracción de 2.300 millones de dólares anuales debido a estos aranceles. Las consecuencias en el mercado laboral serían igualmente severas, con estimaciones que sugieren la pérdida de entre 18.000 y 26.000 empleos en Israel.
El informe de la MAI detalla que, si bien los aranceles parecen aplicarse de manera general, algunos sectores clave como el farmacéutico y el de semiconductores (chips) han quedado, por ahora, exentos. Sin embargo, la incertidumbre persiste. Si estas industrias vitales, pilares de la economía de alta tecnología de Israel, fueran incluidas en futuras rondas de aranceles, el daño a las exportaciones podría escalar hasta los 3.000 millones de dólares.
Los sectores identificados como los más vulnerables abarcan el corazón de la innovación y la industria israelí:
- Alta Tecnología: Incluyendo software, hardware y diversos servicios tecnológicos.
- Biotecnología: Un campo de rápido crecimiento con fuertes lazos con el mercado estadounidense.
- Plásticos y Metales: Industrias manufactureras tradicionales.
- Productos Químicos y Combustibles: Esenciales para diversas cadenas de suministro.
- Robótica y Componentes Electrónicos: Áreas donde Israel ha demostrado liderazgo tecnológico.
La imposición de estos aranceles resulta particularmente desconcertante para Israel, dada la existencia de un Acuerdo de Libre Comercio (ALC) entre Estados Unidos e Israel desde 1985, el primero de su tipo firmado por EE.UU. Este acuerdo ha sido la piedra angular de una relación económica bilateral floreciente. La nueva política arancelaria parece obviar o reinterpretar drásticamente los términos de este acuerdo de larga data, introduciendo una fricción económica sin precedentes.
Las motivaciones detrás de la decisión de Trump no están del todo claras. Podrían enmarcarse en su política comercial más amplia de «America First», que ha visto la imposición de aranceles a varios países, incluidos aliados cercanos. Podría ser una táctica de negociación, diseñada para extraer concesiones de Israel en otros frentes. O podría reflejar una reevaluación más profunda de las relaciones económicas bilaterales dentro de la administración Trump. Independientemente de la razón, el efecto inmediato es de alarma en Jerusalén.
Netanyahu llega a Washington con la difícil tarea de persuadir a Trump para que reconsidere o, al menos, modifique esta política. Argumentará, sin duda, sobre la base de la alianza estratégica, la interdependencia económica y el impacto desproporcionado que estos aranceles tendrían en un aliado clave en una región volátil. La reunión inicial con Lutnick y Greer fue probablemente un primer sondeo, sentando las bases para las discusiones más directas con el propio Trump. El presidente estadounidense, fiel a su estilo, confirmó a los periodistas que el comercio estaría en la agenda, pero mantuvo la ambigüedad sobre los resultados esperados, declarando: «Vamos a hablar de comercio…». La resolución de esta disputa arancelaria es vital no solo para la economía israelí, sino también para la percepción de la solidez de la alianza EE.UU.-Israel bajo la administración Trump.
Gaza: La Guerra Interminable y la Agonía de los Rehenes
Paralelamente a la crisis económica, la situación en la Franja de Gaza domina la agenda. La guerra, desencadenada por los ataques terroristas de Hamas el 7 de octubre, continúa sin un final claro a la vista, y la difícil situación de los rehenes secuestrados ese día sigue siendo una herida abierta para la sociedad israelí y una compleja ecuación diplomática.
De los aproximadamente 250 rehenes tomados inicialmente, 59 permanecen en cautiverio en Gaza. La inteligencia israelí estima que solo 24 de ellos podrían seguir con vida, una cifra desgarradora que añade urgencia a los esfuerzos de liberación. Las negociaciones para un nuevo acuerdo de alto el fuego y liberación de rehenes han estado estancadas durante meses. El principal punto de fricción radica en las demandas contrapuestas: Hamas exige un cese permanente de las hostilidades y la retirada completa de las fuerzas israelíes de Gaza a cambio de la liberación de todos los rehenes restantes. Israel, bajo el liderazgo de Netanyahu, ha insistido en que solo aceptará pausas temporales en los combates, manteniendo su objetivo declarado de desmantelar completamente las capacidades militares y de gobierno de Hamas.
Un acuerdo anterior, que preveía el regreso de todos los rehenes pero que también habría requerido el fin de la guerra y la retirada israelí, colapsó, llevando a la reanudación de intensos combates. Ahora, Netanyahu llega a Washington con la esperanza de reajustar la estrategia negociadora. Según informes del diario Haaretz, citando fuentes cercanas al primer ministro, Israel busca que el enviado especial de Estados Unidos para Oriente Medio, Steve Witkoff, intensifique la presión sobre los países mediadores, Qatar y Egipto. El objetivo es persuadir a estos intermediarios para que presionen a Hamas a aceptar un acuerdo más limitado: un alto el fuego parcial y temporal a cambio de la liberación de un número específico de rehenes vivos. Esta propuesta choca frontalmente con la exigencia de Hamas de un fin definitivo de la guerra.
La dinámica interna de las negociaciones también ha cambiado. Netanyahu ha apartado a figuras clave que tradicionalmente lideraban estos esfuerzos: el jefe del Mossad, David Barnea, y el jefe del Shin Bet, Ronen Bar (a quien Netanyahu ahora busca destituir), así como al enlace principal de las FDI para los rehenes, Nitzan Alon. En su lugar, ha designado al Ministro de Asuntos Estratégicos, Ron Dermer, un confidente cercano y ex embajador en Estados Unidos, para liderar el equipo negociador israelí desde mediados de febrero. Este cambio sugiere un enfoque posiblemente más político y alineado directamente con la visión del primer ministro, pero también ha generado críticas sobre la marginación de los profesionales de inteligencia y seguridad con más experiencia directa en estas delicadas tratativas.
Mientras tanto, la ofensiva militar israelí en Gaza continúa. Fuentes israelíes indican satisfacción con el progreso de la operación, afirmando que alrededor del 40% del territorio de la Franja (aproximadamente 145 kilómetros cuadrados de un total de 363) está ahora bajo control de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Se cree, según estas fuentes, que los 59 rehenes restantes están retenidos en la extensa red de túneles subterráneos construida por Hamas bajo Gaza, lo que complica enormemente cualquier operación de rescate y subraya la dificultad de lograr su liberación por medios militares.
En las reuniones con Trump, se espera que Netanyahu presente la situación militar como favorable y argumente en contra de cualquier presión estadounidense para un cese completo de las hostilidades que no cumpla con los objetivos de Israel contra Hamas. La fuente citada por Haaretz sugiere que es «poco probable que Trump presione a Netanyahu para poner fin a la guerra», lo que podría indicar una continuación de la postura de apoyo general de Trump a las acciones militares de Israel, aunque las dinámicas exactas de la conversación a puerta cerrada son impredecibles. La gestión de la guerra en Gaza, el destino de los rehenes y la estrategia de negociación serán, sin duda, puntos centrales y potencialmente tensos en las discusiones entre los dos líderes. La presión internacional sobre Israel por la crisis humanitaria en Gaza y el creciente número de víctimas civiles añade otra capa de complejidad a estas conversaciones.
La Sombra de la CPI: Navegando un Campo Minado Legal y Diplomático
Un elemento relativamente nuevo pero profundamente significativo que se cierne sobre esta visita es la orden de arresto emitida por la Corte Penal Internacional (CPI) contra Benjamin Netanyahu (así como contra líderes de Hamas y el Ministro de Defensa israelí Yoav Gallant) por presuntos crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad cometidos en el contexto del conflicto en Gaza. Aunque ni Israel ni Estados Unidos son miembros plenos del Estatuto de Roma que creó la CPI, la orden tiene implicaciones prácticas y simbólicas considerables.
La decisión de desviar el vuelo de Netanyahu para evitar el espacio aéreo de países que podrían sentirse obligados a cumplir con la orden de la CPI (como Irlanda, Islandia y los Países Bajos, todos ellos Estados Parte del Estatuto de Roma) ilustra vívidamente el impacto inmediato. Transforma la logística de los viajes internacionales del primer ministro en un ejercicio de gestión de riesgos legales. Cada escala, cada ruta de vuelo, debe ser cuidadosamente calibrada para minimizar la posibilidad, aunque remota, de una detención. Esto no solo es una complicación práctica, sino también una humillación diplomática que socava la imagen de Netanyahu en el escenario mundial.
No es la primera vez que las preocupaciones legales o de seguridad dictan rutas de vuelo inusuales para Netanyahu. En febrero anterior, tras una cirugía, su vuelo a Washington también tomó un camino más largo para asegurar que sobrevolaba bases militares estadounidenses, previendo la necesidad de un aterrizaje de emergencia por razones médicas. Sin embargo, la situación actual con la CPI es diferente: se trata de una amenaza legal directa vinculada a sus acciones como jefe de gobierno durante una guerra.
En las reuniones en Washington, es probable que Netanyahu busque el respaldo explícito y enérgico de la administración Trump contra la CPI. Estados Unidos ha expresado históricamente su escepticismo y oposición a la jurisdicción de la CPI sobre ciudadanos de países no miembros, especialmente cuando se trata de su propio personal militar o el de sus aliados. Trump, en particular, ha sido un crítico vocal de las instituciones internacionales que percibe como extralimitándose en su autoridad o sesgadas contra EE.UU. o sus aliados.
Netanyahu podría argumentar que la acción de la CPI es políticamente motivada, que aplica un doble rasero contra Israel y que ignora los crímenes de Hamas. Podría solicitar que Estados Unidos utilice su influencia diplomática y económica para presionar a la Corte y a sus Estados miembros. La respuesta de Trump será crucial. Un fuerte rechazo a la CPI por parte de Estados Unidos podría ofrecer a Netanyahu una cobertura diplomática importante. Sin embargo, la propia orden de arresto ya ha causado un daño reputacional y ha complicado las relaciones de Israel con varios países europeos y organismos internacionales.
La discusión sobre la CPI también se entrelaza con la narrativa más amplia de la legitimidad de la guerra de Israel en Gaza y sus acciones militares. La defensa de Netanyahu probablemente enfatizará el derecho de Israel a la autodefensa y los esfuerzos de las FDI para minimizar las bajas civiles en un entorno de combate urbano complejo contra un enemigo que, según Israel, utiliza a la población civil como escudo humano. La confrontación con la CPI es, por tanto, no solo un problema legal personal para Netanyahu, sino una batalla más amplia sobre la narrativa internacional del conflicto.
Irán y Turquía: Amenazas Regionales y Relaciones Tensas
Más allá de la inmediatez de los aranceles y la crisis de Gaza, la agenda de Netanyahu en Washington también incluye dos desafíos regionales persistentes y significativos: la amenaza iraní y las deterioradas relaciones con Turquía.
La Amenaza Iraní: La preocupación por el programa nuclear de Irán y su influencia desestabilizadora en Oriente Medio ha sido una constante en la política exterior israelí durante décadas, y un punto central en la relación con Estados Unidos. Netanyahu ha sido uno de los críticos más acérrimos del acuerdo nuclear con Irán de 2015 (JCPOA), y celebró la decisión de Trump de retirar a Estados Unidos del acuerdo en 2018. Desde entonces, Irán ha avanzado significativamente en su enriquecimiento de uranio, acercándose al umbral de capacidad para armas nucleares, según diversas agencias de inteligencia.
Además del programa nuclear, Israel está profundamente preocupado por el apoyo de Irán a grupos militantes hostiles en sus fronteras, como Hezbollah en Líbano, Hamas y la Yihad Islámica Palestina en Gaza, y milicias pro-iraníes en Siria e Irak. Estos representantes (proxies) permiten a Irán proyectar poder y amenazar a Israel sin una confrontación directa.
En sus conversaciones con Trump, Netanyahu probablemente buscará reafirmar la coordinación estratégica entre Israel y Estados Unidos para contrarrestar a Irán. Esto podría incluir compartir inteligencia, planificar contingencias militares, fortalecer las sanciones económicas contra Teherán y coordinar esfuerzos diplomáticos para aislar al régimen iraní. La mención de Trump del «tema obvio» que discutirían podría, de hecho, referirse tanto a los rehenes como a la amenaza existencial que Irán representa para Israel, un tema que resuena fuertemente con la base política de ambos líderes. La reciente escalada de tensiones, incluyendo ataques directos e indirectos entre Irán e Israel, añade urgencia a estas discusiones.
Relaciones Israel-Turquía: La relación entre Israel y Turquía, otrora aliados estratégicos cercanos, se ha deteriorado significativamente en los últimos años, especialmente bajo el liderazgo del presidente turco Recep Tayyip Erdoğan. La guerra en Gaza ha exacerbado estas tensiones, con Erdoğan emergiendo como uno de los críticos más vocales y duros de las acciones militares de Israel, llegando a calificar al país de «estado terrorista». Turquía ha impuesto restricciones comerciales a Israel y ha retirado a su embajador.
La inclusión de este tema en la agenda sugiere que Netanyahu busca discutir con Trump cómo manejar esta relación cada vez más hostil. Podrían explorar formas de contrarrestar la retórica turca, coordinar políticas en foros internacionales o discutir las implicaciones de seguridad regional de un miembro de la OTAN adoptando una postura tan antagónica hacia Israel. Estados Unidos mantiene una relación compleja con Turquía, un aliado de la OTAN estratégicamente ubicado pero a menudo problemático. Netanyahu podría buscar el apoyo de Trump para presionar a Ankara o para coordinar una respuesta conjunta a lo que perciben como la creciente influencia regional de Turquía en detrimento de los intereses israelíes y estadounidenses. La dinámica entre estos tres países es un subconjunto complejo de la geopolítica regional que requiere una navegación cuidadosa.
La Dinámica Trump-Netanyahu: Una Relación Puesta a Prueba
La relación personal y política entre Donald Trump y Benjamin Netanyahu ha sido un factor definitorio en la política de Oriente Medio durante años. Durante la primera presidencia de Trump, Netanyahu disfrutó de un nivel de apoyo estadounidense sin precedentes, que incluyó el traslado de la embajada de Estados Unidos a Jerusalén, el reconocimiento de la soberanía israelí sobre los Altos del Golán y la mediación de los Acuerdos de Abraham, que normalizaron las relaciones entre Israel y varios estados árabes.
Sin embargo, la relación no ha estado exenta de tensiones, y el panorama actual presenta nuevos desafíos. Los aranceles impuestos por Trump representan una divergencia significativa de la política anterior de apoyo económico incondicional. Además, aunque Trump ha expresado generalmente su apoyo a la guerra de Israel en Gaza, su enfoque a menudo transaccional y su imprevisibilidad inherente significan que Netanyahu no puede dar por sentado su respaldo total o las condiciones que podría imponer.
La estructura de las reuniones planificadas – declaraciones conjuntas en la Oficina Oval, seguidas de una reunión ampliada con asesores clave como Ron Dermer por Israel y Steve Witkoff por EE.UU., y culminando con una conferencia de prensa conjunta en el Ala Este – sugiere un intento de proyectar unidad y control. Las declaraciones iniciales probablemente estarán llenas de afirmaciones de amistad y alianza inquebrantable. La reunión ampliada permitirá profundizar en los detalles espinosos de los aranceles, las negociaciones sobre rehenes y las estrategias regionales. La conferencia de prensa será una oportunidad para que ambos líderes presenten su versión de los resultados al público y a la prensa internacional.
Observadores estarán atentos a la química personal entre los dos líderes, a cualquier matiz en sus declaraciones públicas y a cualquier indicio de acuerdo o desacuerdo en los temas clave. ¿Logrará Netanyahu obtener concesiones significativas sobre los aranceles? ¿Respaldará Trump la estrategia de Netanyahu para las negociaciones de rehenes, incluyendo la presión sobre Qatar y Egipto? ¿Cómo articularán una postura común frente a la CPI, Irán y Turquía?
Las declaraciones de Trump a bordo del Air Force One antes de la reunión fueron típicamente crípticas: «Vamos a hablar de comercio, y vamos a hablar sobre el tema obvio. Sabes cuál es el tema obvio, ¿verdad?… Hay muchas cosas que están sucediendo en Oriente Medio en este momento que tienen que ser silenciadas». Esta ambigüedad deja espacio para la especulación, pero también subraya la centralidad de la crisis de Gaza y posiblemente la amenaza iraní en la mente del presidente estadounidense. La referencia a «silenciar» los acontecimientos podría interpretarse de varias maneras, desde buscar una desescalada hasta apoyar acciones más decisivas.
Conclusión: Una Encrucijada Diplomática de Alto Voltaje
La visita de Benjamin Netanyahu a Washington D.C. para reunirse con Donald Trump es mucho más que una simple reunión diplomática bilateral. Es una cumbre celebrada en una encrucijada crítica, donde convergen múltiples crisis que amenazan la seguridad, la economía y la posición internacional de Israel.
En el frente económico, los aranceles del 17% impuestos por Estados Unidos representan una amenaza tangible y potencialmente paralizante para miles de empleos y miles de millones de dólares en exportaciones israelíes. Netanyahu se enfrenta a la difícil tarea de defender los intereses económicos de su país ante un presidente estadounidense conocido por su enfoque proteccionista y transaccional, incluso con aliados cercanos. El resultado de estas negociaciones comerciales tendrá repercusiones directas en la prosperidad de Israel y en la percepción de la fortaleza de su alianza con EE.UU.
En el frente de la seguridad, la guerra en Gaza y la crisis de los rehenes exigen soluciones urgentes pero esquivas. Netanyahu busca el respaldo de Trump para su estrategia militar y negociadora, una estrategia que hasta ahora no ha logrado asegurar la liberación de los rehenes restantes ni un final sostenible para el conflicto. La presión internacional aumenta, la situación humanitaria en Gaza es desesperada, y la división interna en Israel sobre el manejo de la guerra y los rehenes es profunda. Las decisiones tomadas en Washington podrían influir significativamente en la trayectoria del conflicto.
Añadiendo una capa de complejidad sin precedentes, la sombra de la Corte Penal Internacional se cierne sobre el propio Netanyahu. La orden de arresto no solo complica su capacidad para viajar libremente, sino que también plantea profundas cuestiones sobre la legitimidad internacional de las acciones de Israel y desafía la narrativa del gobierno israelí. Buscar el apoyo de Trump contra la CPI es crucial para Netanyahu, tanto personal como políticamente.
Finalmente, las discusiones sobre Irán y Turquía reafirman los desafíos geopolíticos permanentes que enfrenta Israel en una región inherentemente inestable. La coordinación con Estados Unidos en estos frentes es vital para la estrategia de seguridad a largo plazo de Israel.
Esta cumbre apresurada, nacida de la urgencia y la necesidad, pone a prueba la resiliencia de la relación EE.UU.-Israel y la capacidad de ambos líderes para navegar una tormenta perfecta de crisis. Los resultados de estas conversaciones en Washington resonarán no solo en Jerusalén y Washington, sino en todo Oriente Medio y más allá, moldeando potencialmente el curso de los conflictos, las alianzas y la economía global en los meses y años venideros. El mundo observa mientras Netanyahu y Trump se sientan a negociar bajo una inmensa presión, con el destino de los rehenes, la estabilidad regional y el futuro de una alianza histórica pendiendo de un hilo.