En medio del devastador ataque terrorista de Hamás el 7 de octubre en Israel, Eitan Yahalomi, un niño de 12 años, fue tomado como rehén en su propia casa en el Kibbutz Nir Oz. Este ataque dejó más de 1.200 personas muertas, y al menos otras 240 fueron secuestradas, entre ellas Eitan. Aunque él fue uno de los afortunados liberados durante una tregua de una semana a fines de noviembre, su padre, Ohad, aún permanece como rehén.
El relato de Eitan Yahalomi revela las duras condiciones que enfrentó durante su cautiverio. Después de ser arrastrado de su hogar por terroristas, fue obligado a subirse a una motocicleta que lo llevó a Gaza a toda velocidad. Su madre y hermanas, por otro lado, lograron evadir la captura cuando los captores huyeron ante la presencia de un tanque israelí en la frontera.
La experiencia de Eitan en Gaza fue marcada por la violencia. Civiles palestinos locales lo golpearon a él y a otros rehenes en las calles, una experiencia que describió como aterradora. Inicialmente, estuvo solo y sometido a la autoridad de sus captores, lo que describió como «muy malo, aterrador». La falta de movilidad, excepto para ir al baño, hizo que sus primeros días fueran angustiantes.
A pesar de las difíciles circunstancias, Eitan encontró consuelo en pequeños placeres, como escuchar la radio en hebreo y utilizar recursos limitados para hacer juegos de cartas o dibujar con un amigo de su kibutz que también estaba secuestrado. Mantuvo un diario, describiendo el traslado a una nueva habitación como «días especiales».
Uno de los aspectos más impactantes de su cautiverio fue la desinformación proporcionada por sus captores. Le dijeron que su madre también era una rehén y afirmaron que Israel y el kibutz ya no existían. Además, le comunicaron que el Estado de Israel había sido destruido, generando confusión y angustia en el joven.
La espera para recibir comida era larga, a veces de seis o siete horas, y las raciones eran mínimas, como platos de pita y pepinillos o arroz que describió como «asqueroso». Eitan admitió que durante esos momentos, fantaseaba con la comida que solía recibir en casa para distraerse.
La noticia de su liberación llegó solo la noche anterior, y aunque estaba feliz, no estaba completamente convencido de que sería liberado. Fue solo al bajar del minibús de regreso a Israel que descubrió que su madre estaba libre y a salvo.
A pesar de su propia liberación, la preocupación por su padre, Ohad, persiste. Eitan expresó sus temores al escuchar las explosiones de la ofensiva de las FDI contra Hamas mientras estaba en cautiverio. Instó a que todos los rehenes, incluido su padre, regresen lo antes posible y se pongan a salvo.
La vida en el kibutz Emek Hefer, donde Eitan y su familia se mudaron temporalmente, es significativamente más tranquila. Aunque los adultos le hacen muchas preguntas, otros niños en el kibutz no indagan mucho sobre lo sucedido.
Iniciar una nueva escuela resulta estresante para Eitan, quien enfrenta el desafío de conocer gente nueva después de sus traumáticas experiencias. Aunque la vida sigue, el impacto de este trágico episodio quedará marcado en la memoria de Eitan Yahalomi y de aquellos que compartieron su angustia durante el cautiverio.
A día de hoy, se estima que 129 rehenes secuestrados por Hamás durante el ataque del 7 de octubre permanecen en Gaza, algunos de los cuales, lamentablemente, no han sobrevivido. La situación sigue siendo crítica, y la esperanza de una resolución pacífica y segura para todos los afectados persiste.