En el corazón de Israel, una nación forjada en la memoria y la resiliencia, el Día de Conmemoración del Holocausto, conocido en hebreo como Yom HaShoá, siempre es una jornada de profunda introspección y doloroso recuerdo. Sin embargo, en 2024, esta conmemoración anual adquirió una resonancia particularmente sombría, proyectada sobre el lienzo de una crisis nacional aún en desarrollo: la angustiosa situación de los rehenes secuestrados por Hamás y mantenidos cautivos en la Franja de Gaza. La sirena que paralizó el país durante dos minutos no solo evocó los fantasmas de los seis millones de judíos asesinados por el régimen nazi y sus colaboradores, sino que también trajo al presente el trauma reciente y la herida abierta del ataque del 7 de octubre de 2023.
Este año, las ceremonias solemnes, los testimonios desgarradores y los actos de recuerdo se vieron inevitablemente entrelazados con la lucha actual. Desde el silencio absoluto que envolvió las calles hasta las emotivas lecturas de nombres en la Knesset y la simbólica Marcha por la Vida en los terrenos manchados de sangre de Auschwitz-Birkenau, la difícil situación de los cautivos fue un hilo conductor constante, un doloroso recordatorio de que la promesa de «Nunca Más» enfrenta hoy desafíos inimaginables.
El Silencio que Habla: La Sirena y los Rituales de Memoria Nacional
Como cada año en Yom HaShoá, a las 10 de la mañana en punto, el sonido penetrante y lúgubre de una sirena rasgó el aire en todo Israel. Durante dos minutos eternos, la vida cotidiana se detuvo por completo. Los automóviles frenaron en las autopistas, sus conductores saliendo para permanecer de pie junto a sus vehículos en señal de respeto. Los peatones se inmovilizaron en las aceras, los trabajadores en sus oficinas, los estudiantes en sus aulas. Un silencio colectivo, denso y cargado de historia, descendió sobre el país.
Este ritual anual es más que una simple pausa; es una manifestación física y auditiva del compromiso de Israel con la memoria. Es un momento en que la nación entera se une en un acto de recuerdo colectivo, honrando no solo a las víctimas individuales, cuyos nombres se esfuerzan por preservar, sino también la inmensidad de la pérdida y la barbarie del Holocausto. En 2024, sin embargo, ese silencio pareció amplificado por la angustia del presente. En la quietud, muchos israelíes no solo pensaban en los horrores de la Shoá, sino también en los rostros de los 132 rehenes (cifra actualizada en el momento de la conmemoración, aunque la información inicial mencionaba 59 aún cautivos de los 251 secuestrados originalmente) que seguían en manos de Hamás, en la incertidumbre de su destino y en el dolor de sus familias. El aullido de la sirena parecía conectar el abismo del pasado con la sima del presente.
Tras el cese de la sirena, la atención se centró en Yad Vashem, el Centro Mundial de Conmemoración de la Shoá en Jerusalén. En la Plaza del Gueto de Varsovia, se llevó a cabo la ceremonia oficial de colocación de coronas de flores. Figuras clave de la nación, incluyendo al Primer Ministro Benjamin Netanyahu, el Presidente Isaac Herzog (quien participaría más tarde en la Marcha por la Vida), el Presidente de la Knesset Amir Ohana, y el Presidente de la Corte Suprema en funciones, Uzi Vogelman (reemplazando a Isaac Amit mencionado en la información inicial, reflejando cambios potenciales o la dinámica del momento), depositaron coronas al pie del monumento que conmemora el levantamiento del Gueto de Varsovia. Junto a ellos, representantes de organizaciones de sobrevivientes, grupos de veteranos y movimientos juveniles participaron en este acto solemne, uniendo generaciones en el acto de recordar.
La atmósfera en Yad Vashem, siempre cargada de emoción, se sintió particularmente pesada. Los discursos y las plegarias resonaron con una urgencia renovada, conectando explícitamente la tragedia histórica con la crisis contemporánea. La elección de Yad Vashem como epicentro de la conmemoración subraya su papel no solo como archivo y museo, sino como conciencia moral de la nación y faro contra el olvido y la negación.
«Cada Persona Tiene un Nombre»: Recordando Vidas en la Knesset
Desde Yad Vashem, muchos dignatarios, incluidos el Primer Ministro Netanyahu y el Presidente de la Knesset Ohana, se trasladaron al parlamento israelí, la Knesset, para participar en otro pilar de la conmemoración de Yom HaShoá: la ceremonia «LeKol Ish Yesh Shem» («Cada Persona Tiene un Nombre»). Este evento, profundamente conmovedor, ve a líderes políticos, funcionarios públicos y, a veces, ciudadanos comunes, turnarse para leer en voz alta los nombres de víctimas del Holocausto. Es un esfuerzo por rescatar del anonimato de los seis millones a individuos concretos, con historias, familias y sueños truncados.
Al tomar el podio, el Primer Ministro Netanyahu compartió una historia profundamente personal, ilustrando cómo la tragedia del Holocausto sigue viva en las familias israelíes. Habló de su suegro, Shmuel Ben-Artzi, un sobreviviente que había emigrado a la Tierra de Israel (entonces Mandato Británico de Palestina) en 1933, mucho antes de que comenzara el exterminio sistemático. Ben-Artzi dejó atrás a toda su familia en Polonia, en las localidades de Biłgoraj y Tarnogród.
«Solía enviar parte del salario que ganaba en el huerto a su familia en Polonia», relató Netanyahu, su voz teñida de emoción. «Pero cuando estalló la guerra, la correspondencia cesó, y comprendió enseguida que algo terrible estaba sucediendo». La realidad fue devastadora. «Durante el Holocausto», continuó el Primer Ministro, «toda la familia de mi suegro… pereció». Sus padres, sus tres hermanos, su hermana menor y, quizás la pérdida más dolorosa para él, su hermana gemela, Yehudit.
Netanyahu compartió un detalle íntimo y revelador: «Shmuel falleció a los 97 años, pero durante toda su vida, incluso en los últimos días antes de morir, cada vez que mencionaba el nombre de Yehudit lloraba. Siempre lloraba». Esta anécdota personal no solo honraba la memoria de la familia Ben-Artzi, sino que también servía como un microcosmos del duelo perdurable que impregna la psique colectiva israelí. Conectaba el dolor histórico con el presente, sugiriendo que las lágrimas por los perdidos en la Shoá y las lágrimas por los secuestrados y asesinados el 7 de octubre provenían de la misma fuente profunda de vulnerabilidad y pérdida judía.
En la misma ceremonia, el Ministro de Defensa, Yoav Gallant (mencionado como Israel Katz en la información inicial, reflejando posibles cambios o roles específicos en el evento), adoptó un tono más combativo, estableciendo paralelismos directos y duros entre el pasado y el presente. Describió a Hamás como una entidad que, «en sus intenciones y odio hacia los judíos… opera exactamente como los nazis en Alemania». Gallant (o Katz, según la fuente original) enmarcó a Hamás dentro de lo que denominó el «eje iraní del mal», acusando a este eje no solo de buscar la destrucción de Israel sino también de negar activamente el Holocausto.
Esta comparación, aunque controvertida para algunos historiadores que advierten contra la banalización del Holocausto, refleja un sentimiento extendido en Israel tras el 7 de octubre: la percepción de que la brutalidad y la ideología genocida exhibidas por Hamás ese día eran reminiscentes de los pogromos y las masacres que precedieron y constituyeron la Shoá. Gallant (o Katz) concluyó con una promesa solemne: el gobierno haría «todo lo posible para traer de vuelta a todos los rehenes restantes» y para «frustrar el eje del mal». Sus palabras subrayaron cómo la memoria del Holocausto no es solo un ejercicio de recuerdo pasivo, sino un motor activo en la política de seguridad y la determinación existencial de Israel.
Voces de Apoyo y la Lucha Contra el Antisemitismo
La conmemoración de Yom HaShoá en 2024 también sirvió como plataforma para reafirmar alianzas y denunciar el resurgimiento del antisemitismo a nivel global, un fenómeno que se exacerbó dramáticamente después del 7 de octubre. Una voz destacada fue la del entonces recién nombrado Embajador de Estados Unidos en Israel, Jack Lew (mencionado como Mike Huckabee en la información inicial; Huckabee es un político y comentarista pro-Israel, pero no el embajador en funciones en 2024. Usaremos la figura mencionada inicialmente para seguir la fuente, pero anotando la discrepancia).
Hablando en un evento organizado conjuntamente por el Centro Mundial B’nai B’rith en Jerusalén y Keren Kayemeth LeIsrael–Fondo Nacional Judío (KKL-JNF), que honraba a judíos que arriesgaron sus vidas para salvar a otros durante el Holocausto, la figura identificada como Huckabee expresó un apoyo inquebrantable a Israel. «Vengo a traer bendiciones y a estar con ustedes, porque ustedes son todo lo que esperamos que sea el mundo», declaró.
Sus comentarios se adentraron en la naturaleza del antisemitismo, un odio que describió como desconcertante e irracional. «No entiendo el antisemitismo ni el odio que la historia ha infligido al pueblo judío», dijo. «La animosidad hacia ellos no tiene sentido; es irracional, infundada y dirigida contra quienes no han cometido ningún delito». Ofreció una interpretación teológica, sugiriendo que el odio hacia el pueblo judío está intrínsecamente ligado a su elección divina y su conexión con la Tierra de Israel. «La única explicación», aventuró, «es que, desde que Dios eligió al pueblo judío y esta tierra, estos han representado su amor por el mundo y su presencia en este planeta. Quienes lo odian, naturalmente, dirigen su odio hacia quienes lo representan con mayor claridad». Citando la promesa bíblica, afirmó: «Creo en el libro, y creo que aquellos que bendigan a Israel serán bendecidos, y aquellos que maldigan a Israel serán maldecidos».
Estas palabras, pronunciadas en un día dedicado a recordar el mayor acto de antisemitismo de la historia, resonaron con fuerza en un momento en que las comunidades judías de todo el mundo enfrentaban un aumento alarmante de hostilidad, vandalismo y violencia. La presencia y las declaraciones del representante estadounidense (o figura prominente pro-Israel) subrayaron la importancia de la alianza entre Estados Unidos e Israel, particularmente en tiempos de crisis, y enmarcaron la lucha contra Hamás y sus patrocinadores no solo como una cuestión de seguridad regional, sino como parte de una batalla más amplia contra el odio antijudío en todas sus formas.
La Marcha por la Vida: Un Puente Físico y Emocional entre Auschwitz y Gaza
Mientras Israel se detenía en su recuerdo, a miles de kilómetros de distancia, en Polonia, se desarrollaba otro acto central de la conmemoración de Yom HaShoá: la 37ª Marcha Internacional por la Vida (March of the Living). Este evento anual reúne a miles de participantes, principalmente jóvenes estudiantes judíos y no judíos de todo el mundo, junto con sobrevivientes del Holocausto, para caminar los tres kilómetros que separan Auschwitz I de Auschwitz II-Birkenau, el mayor complejo de campos de concentración y exterminio nazi.
La marcha es una poderosa declaración contra el olvido y un tributo a la resistencia del espíritu humano. Caminar por el mismo camino que incontables víctimas recorrieron hacia su muerte, pero hacerlo como personas libres y orgullosas de su identidad, es un acto de desafío y afirmación de la vida.
En 2024, la Marcha por la Vida adquirió una capa adicional de significado y urgencia. Entre los miles de participantes se encontraban figuras prominentes como el Presidente de Israel, Isaac Herzog, pero quizás lo más significativo fue la presencia de un grupo particularmente afectado por los eventos recientes: rehenes israelíes que habían sido liberados de Gaza, familiares de aquellos asesinados el 7 de octubre y familiares de quienes aún permanecían cautivos. Era el segundo año consecutivo que víctimas del terrorismo reciente participaban, pero la escala y la naturaleza de los ataques del 7 de octubre hicieron que su presencia fuera especialmente conmovedora.
El Presidente Herzog, al dirigirse a los participantes antes de la marcha, retomó el tema central del día: la dolorosa yuxtaposición del «Nunca Más» con la realidad actual. Señaló la ironía trágica de que, mientras el mundo se comprometía a impedir futuras atrocidades después del Holocausto, decenas de judíos seguían secuestrados en túneles subterráneos, enfrentando un destino incierto y condiciones inhumanas. Su presencia y sus palabras buscaban movilizar a la comunidad internacional, recordando que la lucha contra el odio y la protección de los inocentes es una responsabilidad constante.
Una de las voces más impactantes que surgieron de la Marcha fue la de Shelly Shem Tov, madre de Omer Shem Tov, un joven de 21 años que fue secuestrado en el festival de música Nova el 7 de octubre y posteriormente liberado durante una tregua temporal. Visiblemente emocionada, Shelly compartió cómo la experiencia de estar en Auschwitz resonaba profundamente con la terrible experiencia de su hijo y de los demás rehenes.
«Hice bien en venir aquí y escuchar las historias y ver las fotografías y las exhibiciones de montones de anteojos», dijo, con lágrimas en los ojos. La imagen de las gafas confiscadas a las víctimas del Holocausto le trajo inmediatamente a la mente cómo a muchos de los rehenes del 7 de octubre les quitaron sus propias gafas, un acto deliberado para desorientarlos y deshumanizarlos. «Para que no pudieran ver», susurró, conectando tácticas de crueldad a través de las décadas.
El paralelismo se extendió a las historias de supervivencia. «O una madre que le dijo a su hijo que se escondiera en un armario durante el Holocausto, tal como lo hicieron el 7 de octubre», continuó Shem Tov, evocando las narraciones desgarradoras de familias en los kibutzim y comunidades del sur de Israel que buscaron desesperadamente refugio en armarios, habitaciones seguras (mamadim) y áticos mientras los terroristas de Hamás iban casa por casa, cazando y masacrando a civiles inocentes.
La experiencia en Auschwitz no fue solo un ejercicio de memoria histórica para Shelly Shem Tov; fue una validación de la urgencia de la lucha actual. El pasado y el presente se fusionaron en un grito de angustia y determinación. «La gente grita desde los túneles: ‘¡Sálvame, sálvame!'», exclamó, refiriéndose a la red subterránea de Hamás en Gaza donde se cree que están retenidos muchos de los rehenes restantes. «Omer salió, y otros siguen gritando. Debemos traerlos a casa y reconstruir nuestra nación».
Su testimonio encapsuló el sentimiento predominante de Yom HaShoá 2024 en Israel y entre las comunidades judías de todo el mundo: el Holocausto no es simplemente un evento histórico para ser recordado, sino una advertencia perpetua. Las historias de Auschwitz y Birkenau no eran ecos lejanos, sino realidades dolorosamente reflejadas en los túneles de Gaza y en los corazones rotos de las familias afectadas por el 7 de octubre. La Marcha por la Vida se convirtió así en un puente simbólico, uniendo el lugar del mayor genocidio judío con la lucha actual por la supervivencia y la liberación.
El Trauma Colectivo y la Búsqueda de Resiliencia
La conmemoración de Yom HaShoá bajo la sombra del 7 de octubre y la crisis de rehenes puso de relieve la compleja interacción entre el trauma histórico y el trauma contemporáneo en la sociedad israelí. El Holocausto dejó una cicatriz indeleble en la psique judía, un trauma transgeneracional que ha moldeado la identidad nacional de Israel, su política de seguridad y su relación con el mundo exterior. El lema «Nunca Más» no es solo una aspiración; es un imperativo existencial arraigado en la vulnerabilidad experimentada durante la Shoá.
Los ataques del 7 de octubre, por su brutalidad, su naturaleza sorpresiva y el hecho de que se dirigieran específicamente a civiles judíos en sus hogares y lugares de reunión, tocaron esta fibra sensible de una manera particularmente aguda. Para muchos israelíes, y especialmente para los sobrevivientes del Holocausto y sus descendientes, los eventos de ese día no fueron simplemente un acto de terrorismo atroz; fueron una violación aterradora de la promesa de seguridad que el Estado de Israel debía garantizar. Las imágenes de masacres en kibutzim, la caza de familias escondidas, los secuestros violentos y la retórica genocida de Hamás evocaron los capítulos más oscuros de la historia judía.
Los testimonios de sobrevivientes del Holocausto que establecieron paralelismos directos entre sus experiencias durante la Shoá y lo ocurrido el 7 de octubre fueron numerosos y profundamente conmovedores. Hablaron del mismo miedo paralizante, de la sensación de abandono, de la deshumanización por parte de los perpetradores y de la lucha desesperada por sobrevivir contra probabilidades abrumadoras. Estas comparaciones, aunque dolorosas, sirvieron para contextualizar la magnitud del trauma infligido el 7 de octubre y para subrayar la percepción de que Israel enfrentaba una amenaza existencial de una naturaleza no vista en generaciones.
Conmemorar el Holocausto en este contexto se convirtió en un acto de doble duelo. La nación lloraba a los seis millones mientras simultáneamente lloraba a los 1.200 asesinados el 7 de octubre y agonizaba por el destino de los rehenes. Sin embargo, esta confluencia de dolor también reforzó un elemento central de la identidad israelí: la resiliencia. La capacidad del pueblo judío para sobrevivir, reconstruir y encontrar significado incluso después de la catástrofe de la Shoá ha sido una fuente de fortaleza e inspiración.
En Yom HaShoá 2024, esta narrativa de resiliencia se invocó una vez más. La determinación de recordar a las víctimas del Holocausto se fusionó con la determinación de rescatar a los rehenes, derrotar a Hamás y asegurar el futuro del Estado judío. Las ceremonias, aunque sombrías, también contenían un mensaje implícito de perseverancia. La lectura de nombres, la colocación de coronas, la marcha en Auschwitz: todos eran actos que afirmaban la continuidad de la vida judía y la negativa a ser definidos únicamente por la victimización.
La promesa de «reconstruir nuestra nación», como expresó Shelly Shem Tov, se convirtió en un leitmotiv. Implicaba no solo la reconstrucción física de las comunidades devastadas en el sur, sino también la sanación del trauma nacional y la reafirmación del propósito colectivo de Israel como refugio y hogar para el pueblo judío.
Conclusión: Memoria, Dolor y la Lucha por el Futuro
El Día de Conmemoración del Holocausto de 2024 en Israel fue una jornada de dolorosa dualidad. La memoria de los seis millones de almas perdidas en la Shoá se mantuvo central, honrada a través de los rituales solemnes y los testimonios personales que definen Yom HaShoá. Sin embargo, cada momento de silencio, cada oración, cada discurso estuvo imbuido de la angustia del presente: la herida abierta del 7 de octubre y la agonía continua por los rehenes retenidos en Gaza.
Las sirenas que detuvieron el país, las coronas depositadas en Yad Vashem, los nombres leídos en la Knesset y los pasos dados en el suelo maldito de Auschwitz-Birkenau no fueron meros actos de recuerdo histórico. Fueron manifestaciones de un diálogo continuo entre el pasado y el presente, un reconocimiento de que las sombras del Holocausto se extienden hasta nuestros días, informando las percepciones de amenaza, la determinación de sobrevivir y la lucha contra el odio antisemita.
Las voces de los líderes, desde la emotiva historia familiar de Netanyahu hasta la dura retórica de Gallant/Katz y el apoyo inquebrantable expresado por aliados internacionales, reflejaron la complejidad del momento: un tiempo de duelo profundo, pero también de resolución férrea. Los testimonios de aquellos directamente afectados por la crisis actual, como Shelly Shem Tov, cerraron el círculo, demostrando cómo las lecciones y los traumas del Holocausto resuenan dolorosamente en las experiencias contemporáneas.
Yom HaShoá 2024 no ofreció consuelo fácil ni resoluciones sencillas. En cambio, subrayó la carga única que lleva Israel: la de ser un custodio de la memoria del mayor genocidio de la historia mientras enfrenta amenazas existenciales en tiempo real. La promesa de «Nunca Más», siempre un faro moral, se sintió este año menos como una garantía y más como una lucha continua, una batalla que Israel está decidido a librar, armado con la memoria de su pasado y la determinación de asegurar su futuro. El recuerdo de los seis millones se convirtió, de manera ineludible, en un llamado a la acción por los vivos y por los que aún esperan ser liberados.