Jerusalén, una ciudad sagrada para tres religiones abrahámicas, vuelve a ser el foco de una intensa controversia que amenaza con desestabilizar aún más una región ya de por sí volátil. El epicentro de esta nueva crisis es el Monte del Templo, conocido por los musulmanes como el Noble Santuario (Haram al-Sharif), un lugar cuya santidad y control han sido motivo de disputa durante siglos. La reciente declaración del Ministro de Seguridad Nacional de Israel, el ultraderechista Itamar Ben Gvir, afirmando que la oración judía, incluida la postración completa, está permitida en el sitio, ha encendido las alarmas y puesto en jaque el frágil «statu quo» que ha regido el lugar durante décadas.
El lunes, durante una visita con motivo del Día de Jerusalén –una jornada que conmemora la «reunificación» de la ciudad bajo control israelí tras la Guerra de los Seis Días en 1967, pero que los palestinos ven como el inicio de la ocupación de Jerusalén Este–, Ben Gvir no solo visitó el complejo, sino que proclamó un cambio significativo en las prácticas permitidas. «Hoy, gracias a Dios, es posible rezar en el Monte del Templo, inclinarse en el Monte del Templo; damos gracias a Dios por ello», declaró el ministro, flanqueado por Yitzhak Wasserlauf, Ministro de Negev, Galilea y Resiliencia Nacional, y el diputado Yitzhak Kroizer, ambos miembros de su partido extremista Otzma Yehudit. Ben Gvir añadió que sus oraciones eran por la seguridad de los rehenes israelíes en Gaza y por la victoria en la guerra contra Hamás.
Esta afirmación contradice directamente el «statu quo» de larga data, un entendimiento no escrito pero crucial que, si bien reconoce la soberanía israelí sobre el complejo tras 1967, permite el culto musulmán y la administración del sitio por parte del Waqf islámico jordano, mientras que a los no musulmanes se les permite visitar pero no rezar. La Oficina del Primer Ministro, Benjamin Netanyahu, se apresuró a responder, afirmando a The Times of Israel que «la política de Israel respecto al Monte del Templo no ha cambiado». Sin embargo, esta declaración no abordó explícitamente la creciente permisividad de las autoridades israelíes hacia la oración judía en el lugar en los últimos años, una tendencia que muchos observadores han señalado con preocupación.
El Peso de la Historia y la Santidad: Por Qué el Monte del Templo Importa
Para comprender la magnitud de las declaraciones de Ben Gvir y la fragilidad de la situación, es esencial entender el profundo significado del Monte del Templo/Noble Santuario para judíos y musulmanes.
Para el Judaísmo: El Monte del Templo es el lugar más sagrado. Es el sitio donde, según la tradición judía, se erigieron el Primer Templo, construido por el Rey Salomón y destruido por los babilonios en 586 a.C., y el Segundo Templo, reconstruido por los judíos que regresaron del exilio babilónico y posteriormente expandido por Herodes el Grande, solo para ser destruido por los romanos en el año 70 d.C. La pared occidental del complejo del Monte, conocida como el Muro de las Lamentaciones (o Kotel), es el vestigio más sagrado del Segundo Templo y un lugar central de oración y peregrinación judía. Muchos judíos devotos anhelan la reconstrucción de un Tercer Templo en este sitio, una aspiración que alimenta tensiones con el mundo musulmán. La oración en el Monte mismo, y no solo en el Muro de las Lamentaciones, es un objetivo para muchos judíos religiosos nacionalistas, quienes ven el control y la práctica religiosa judía en el Monte como una afirmación de la soberanía judía y el cumplimiento de profecías bíblicas.
Para el Islam: Conocido como Haram al-Sharif (el Noble Santuario), este lugar alberga la Mezquita de Al-Aqsa y la Cúpula de la Roca. Es el tercer sitio más sagrado del Islam, después de La Meca y Medina. Los musulmanes creen que el Profeta Mahoma fue transportado desde La Meca a Al-Aqsa durante su Viaje Nocturno (Isra) y desde allí ascendió al cielo (Miraj). La Cúpula de la Roca, con su distintivo domo dorado, se construyó sobre la roca desde la cual se cree que Mahoma ascendió. Para los palestinos y el mundo musulmán en general, Al-Aqsa no es solo un lugar de culto, sino un poderoso símbolo de identidad nacional y religiosa, y cualquier perceived amenaza a su integridad o al control musulmán del sitio es vista como una provocación grave.
Este doble reclamo de santidad ha convertido al complejo en un polvorín. La historia está repleta de episodios de violencia desencadenados por cambios, o percepciones de cambios, en el statu quo del lugar.
El Delicado y Ambiguo «Statu Quo»
El «statu quo» que rige el Monte del Templo/Noble Santuario es un conjunto de entendimientos complejos y, en gran medida, no escritos, que se establecieron principalmente después de que Israel capturara Jerusalén Este, incluida la Ciudad Vieja, en la Guerra de los Seis Días de 1967.
Tras la guerra, Israel decidió, en una medida pragmática para evitar un conflicto religioso a gran escala, permitir que el Waqf islámico de Jordania continuara administrando los asuntos religiosos y civiles dentro del complejo, mientras que Israel mantendría el control general de la seguridad.
Un componente clave de este arreglo fue la prohibición de la oración no musulmana en el Monte. Los judíos y otros no musulmanes podían visitar el sitio durante horarios específicos y siguiendo rutas designadas, pero no se les permitía realizar actos de culto explícitos. Esta política fue reafirmada por sucesivos gobiernos israelíes y tribunales, aunque siempre ha sido un punto de fricción para los activistas judíos que buscan plenos derechos de oración en lo que consideran su lugar más sagrado.
Sin embargo, la naturaleza «no escrita» y la implementación del statu quo han sido objeto de interpretaciones divergentes y han evolucionado con el tiempo. En los últimos años, especialmente bajo gobiernos con una fuerte presencia de partidos religiosos y de derecha, se ha observado una creciente tolerancia por parte de la policía israelí –que opera bajo la jurisdicción del ministerio de Ben Gvir– hacia la oración judía silenciosa o disimulada en el Monte. Grupos de activistas judíos han aumentado la frecuencia y visibilidad de sus visitas, a menudo escoltados por la policía, y algunos han sido vistos murmurando oraciones o incluso postrándose brevemente, como las imágenes recientes de Kroizer sugieren.
Esta «erosión» percibida del statu quo es una fuente constante de tensión. Para los palestinos y muchos en el mundo musulmán, estas acciones son vistas como un intento deliberado de Israel de «judaizar» el sitio y, eventualmente, tomar control total del mismo, posiblemente para reconstruir el Templo judío, lo que implicaría la destrucción de las mezquitas islámicas. Esta narrativa es un potente motor de movilización y, a menudo, de violencia. Hamás, por ejemplo, nombró su devastador ataque del 7 de octubre de 2023 contra el sur de Israel como «Operación Inundación de Al-Aqsa», vinculando directamente su acción militar a la defensa de la mezquita.
Ben Gvir: El Incendiario en Jefe y su Desafío al Consenso
Itamar Ben Gvir no es un actor político convencional. Su carrera se ha construido sobre una retórica ultranacionalista, antiárabe y una postura de línea dura en cuestiones de seguridad y religiosas. Antes de convertirse en ministro, fue conocido por su activismo en el movimiento kahanista (considerado terrorista por Israel y EE.UU.), por haber tenido en su salón un retrato de Baruch Goldstein (un colono que masacró a 29 palestinos en Hebrón en 1994), y por sus múltiples enfrentamientos con la ley. Su nombramiento como Ministro de Seguridad Nacional en el gobierno de coalición de Netanyahu fue controvertido desde el principio, generando preocupación tanto a nivel nacional como internacional.
Desde que asumió el cargo, Ben Gvir ha hecho del Monte del Templo uno de sus escenarios predilectos. Ha realizado varias visitas al lugar, cada una de ellas publicitada y diseñada para enviar un mensaje claro: su política es permitir y fomentar la oración judía en el Monte. Sus declaraciones del lunes son la culminación, hasta ahora, de esta postura. Al afirmar que la oración y la postración «son posibles», no solo describe una supuesta realidad, sino que activamente la promueve, desafiando la política oficial del gobierno del que forma parte.
Ben Gvir parece disfrutar de su papel de provocador. Sus acciones son a menudo vistas como un intento de complacer a su base electoral de extrema derecha y de presionar a Netanyahu para que adopte políticas más duras. El hecho de que también orara por el éxito del candidato de Netanyahu para dirigir la agencia de seguridad Shin Bet, el Mayor General David Zini, subraya la mezcla de política, religión y seguridad que caracteriza su actuación. Declarar que Zini «perseguirá a nuestros enemigos» y «los aniquilará» añade una capa de beligerancia a una situación ya explosiva.
Las advertencias sobre las consecuencias de alterar el statu quo han llegado desde múltiples frentes. Funcionarios estadounidenses e internacionales han expresado repetidamente su preocupación. El propio aparato de seguridad israelí ha advertido que un conflicto renovado en el Monte del Templo podría tener implicaciones graves para la seguridad nacional, potencialmente encendiendo una conflagración regional más amplia.
Reacciones Airadas: Un Coro de Condenas
Las acciones y declaraciones de Ben Gvir y sus asociados no pasaron desapercibidas y provocaron una ola de condenas:
- Dentro de la Coalición de Gobierno: Significativamente, la crítica más dura provino de un socio de la coalición de Netanyahu. El diputado Moshe Gafni, del partido ultraortodoxo Judaísmo Unido de la Torá, declaró: «Condeno y denuncio enérgicamente el provocador ascenso al Monte del Templo», que, según la interpretación rabínica mayoritaria seguida por los haredim, está estrictamente prohibido por la ley judía (Halajá) debido a la santidad del lugar y el estado de impureza ritual en el que se considera que se encuentran los judíos hoy en día. Gafni añadió que la acción de Ben Gvir constituye «un duro golpe al pueblo judío y sus lugares sagrados y causa daños irreparables». Esta condena es notable porque los partidos haredíes son cruciales para la estabilidad del gobierno de Netanyahu, pero su visión sobre el Monte del Templo difiere radicalmente de la de los sionistas religiosos como Ben Gvir.
- Oposición Árabe-Israelí: El presidente de Hadash-Ta’al, Ayman Odeh, fue implacable en su crítica: «El criminal convicto Ben Gvir continúa incitando, incendiando y profanando los lugares sagrados». Odeh vinculó las acciones de Ben Gvir con su pasado extremista: «Quien colgó la imagen del terrorista Baruch Goldstein en su casa no puede predicar sobre la oración. Cada una de sus acciones es una provocación que busca incitar a la violencia y eliminar cualquier posibilidad de paz entre las naciones». Odeh también condenó los ataques contra árabes en la Ciudad Vieja de Jerusalén perpetrados por activistas de extrema derecha durante la marcha del Día de Jerusalén, eventos que a menudo coinciden con las tensiones en el Monte. La frase «Ben Gvir no es el Ministro de Seguridad Nacional. Es el terrorista de la seguridad nacional» encapsula la indignación y el temor que suscita en la comunidad árabe.
- Condena Internacional:
- Jordania: El Ministerio de Asuntos Exteriores jordano, cuyo país tiene un papel histórico como custodio de los lugares sagrados musulmanes y cristianos en Jerusalén, condenó la visita. Jordania reiteró su postura de que «Jerusalén Oriental es una ciudad ocupada sobre la que Israel no tiene soberanía». Para Amán, las acciones de Ben Gvir son una violación del derecho internacional y de los acuerdos existentes.
- Autoridad Palestina: La Autoridad Palestina (AP) con sede en Ramala también condenó lo que describió como «el asalto a la mezquita Al-Aqsa por parte del extremista Ben Gvir». El Ministerio de Asuntos Exteriores palestino fue más allá, afirmando que la visita de Ben Gvir y del diputado Zvi Sukkot (del partido de extrema derecha Sionismo Religioso, quien fue filmado caminando por el lugar sagrado con una bandera israelí y declarando «El Monte del Templo está en nuestras manos»), así como la marcha de las banderas, son «parte del genocidio, el desplazamiento, la judaización y la anexión a los que está sometido el pueblo palestino». La AP pidió «una intervención internacional urgente para detenerlos de inmediato».
- Respuesta de la Oficina del Primer Ministro: La respuesta de la PMO fue escueta: «la política de Israel con respecto al Monte del Templo no ha cambiado». Si bien esto puede interpretarse como un repudio implícito a las afirmaciones de Ben Gvir sobre un cambio en la política, la declaración fue criticada por no abordar la realidad sobre el terreno, donde la policía, bajo el mando de Ben Gvir, ha estado permitiendo cada vez más la oración judía. Esta ambigüedad permite a Ben Gvir continuar con sus provocaciones mientras el gobierno de Netanyahu intenta mantener una negación plausible a nivel internacional.
La Estrategia de Ben Gvir y las Implicaciones para el Gobierno de Netanyahu
Las acciones de Ben Gvir pueden interpretarse como parte de una estrategia multifacética:
- Consolidar su base electoral: Apela a los votantes de extrema derecha y religiosos nacionalistas que ven la afirmación de la soberanía judía sobre el Monte del Templo como una prioridad.
- Presionar a Netanyahu: Desafía constantemente los límites, obligando a Netanyahu a elegir entre apaciguar a sus socios de coalición extremistas o mantener la estabilidad y las relaciones internacionales.
- Cambiar gradualmente el statu quo: A través de hechos consumados y una retórica persistente, busca normalizar la oración judía en el Monte, erosionando las restricciones existentes poco a poco.
Para Netanyahu, la situación es un acto de equilibrio precario. Necesita a Ben Gvir y a su partido Otzma Yehudit para mantener su mayoría parlamentaria y su gobierno a flote, especialmente en medio de la guerra en Gaza y la creciente presión interna e internacional. Sin embargo, las acciones de Ben Gvir amenazan con inflamar la región, dañar las relaciones con aliados clave como Estados Unidos y Jordania, y proporcionar munición a los enemigos de Israel.
La aparente contradicción entre las declaraciones de Ben Gvir y las de la Oficina del Primer Ministro podría ser una táctica de «policía bueno, policía malo», donde Ben Gvir satisface a la extrema derecha mientras Netanyahu intenta asegurar a la comunidad internacional que no hay cambios fundamentales. No obstante, esta dinámica es inherentemente inestable y riesgosa.
El Papel de la Policía y la Relajación de las Restricciones
Un aspecto crucial de esta controversia es el papel de la Policía de Israel. Aunque el «statu quo» prohíbe formalmente la oración judía, la policía, que está bajo la jurisdicción del ministerio de Ben Gvir, ha mostrado una tolerancia creciente hacia «oraciones limitadas» en el lugar. Esta «relajación» no es una política oficial declarada, sino una práctica que se ha ido afianzando. Las imágenes de Yitzhak Kroizer postrándose mientras la policía observa son un testimonio de esta tendencia.
Esta discrepancia entre la política declarada y la práctica en el terreno crea una ambigüedad peligrosa. Los palestinos y el Waqf lo ven como una complicidad del Estado israelí en la alteración del statu quo, independientemente de las negativas formales. Esta percepción alimenta la desconfianza y la sensación de que Israel está actuando de mala fe.
La «Judaización» de Jerusalén y el Día de Jerusalén
Las acciones de Ben Gvir y otros extremistas se enmarcan en un contexto más amplio de acusaciones de «judaización» de Jerusalén Este. Este término se refiere a los esfuerzos percibidos por Israel para cambiar la demografía y el carácter de la ciudad a favor de una mayoría judía, a menudo a expensas de la población palestina, mediante la expansión de asentamientos, demoliciones de viviendas palestinas y restricciones al desarrollo palestino.
El Día de Jerusalén, la ocasión elegida por Ben Gvir para su visita, es particularmente sensible. Mientras que muchos israelíes lo celebran como la reunificación de su capital eterna, los palestinos lo ven como un día de ocupación y provocación. La «Marcha de las Banderas», un evento anual en el que miles de nacionalistas israelíes, muchos de ellos jóvenes de derecha, marchan por la Ciudad Vieja, incluido el Barrio Musulmán, a menudo cantando consignas antiárabes, es una fuente recurrente de tensión y violencia. Los incidentes de ataques contra árabes en la Ciudad Vieja durante la marcha de este año, mencionados por Ayman Odeh, subrayan la atmósfera cargada que rodea este día y las actividades en el Monte del Templo.
La filmación del diputado Zvi Sukkot con una bandera israelí en el Monte del Templo, proclamando «El Monte del Templo está en nuestras manos», es otra manifestación de esta mentalidad de afirmación de soberanía de una manera que es profundamente provocadora para los palestinos y el mundo musulmán.
Las Consecuencias Potenciales: Un Barril de Pólvora
Los cambios percibidos en el statu quo del Monte del Templo tienen un historial de desencadenar violencia. Algunos ejemplos notables incluyen:
- La visita de Ariel Sharon al Monte del Templo en septiembre de 2000, que fue uno de los detonantes de la Segunda Intifada.
- Las tensiones en torno a la instalación de detectores de metales en las entradas del complejo en 2017, que provocaron protestas masivas y enfrentamientos.
- Los disturbios en Al-Aqsa en la primavera de 2021, que contribuyeron a la escalada que llevó a una guerra de 11 días entre Israel y Hamás en Gaza.
- La ya mencionada «Operación Inundación de Al-Aqsa» de Hamás en 2023, que invoca explícitamente la defensa de la mezquita.
El aparato de seguridad israelí es muy consciente de estos riesgos. Las advertencias de que un nuevo conflicto en el lugar podría suponer un riesgo para la seguridad nacional no son exageradas. Un estallido de violencia en Jerusalén podría extenderse rápidamente a Cisjordania, Gaza e incluso provocar una intervención de actores regionales como Hezbolá en el Líbano o milicias proiraníes en Siria. Además, podría inflamar a las poblaciones árabes en países vecinos, incluidos aquellos que han normalizado relaciones con Israel, como Jordania y Egipto, poniendo en peligro estos frágiles acuerdos de paz.
La comunidad internacional, especialmente Estados Unidos, la Unión Europea y las Naciones Unidas, sigue de cerca la situación. Las llamadas a la moderación y al respeto del statu quo son constantes, pero su efectividad es limitada frente a actores políticos decididos a desafiarlo. La petición de la Autoridad Palestina de «una intervención internacional urgente» refleja la desesperación palestina, pero las perspectivas de una intervención de este tipo son escasas en el actual clima geopolítico.
El Futuro Incierto del Lugar Más Disputado del Mundo
La controversia actual en torno al Monte del Templo/Noble Santuario es un microcosmos de las tensiones más amplias del conflicto palestino-israelí. Es un lugar donde la historia, la religión, la identidad nacional y la política chocan con una fuerza inmensa.
Las declaraciones y acciones de Itamar Ben Gvir representan un desafío directo y peligroso a un equilibrio precario que, a pesar de sus imperfecciones, ha ayudado a gestionar, aunque no a resolver, las tensiones en el lugar más sensible de Jerusalén durante más de medio siglo. Su insistencia en permitir y promover la oración judía en el Monte, junto con la aparente tolerancia de las fuerzas policiales bajo su mando, amenaza con deshacer este delicado arreglo.
La respuesta de la Oficina del Primer Ministro, aunque busca tranquilizar, no aborda la creciente divergencia entre la política declarada y la realidad sobre el terreno. Esta ambigüedad puede ser políticamente conveniente a corto plazo para Netanyahu, pero es insostenible y peligrosa a largo plazo.
Mientras el mundo observa, el Monte del Templo sigue siendo un polvorín. Cada provocación, cada cambio percibido en el statu quo, acerca más la posibilidad de una explosión cuyas consecuencias serían devastadoras no solo para israelíes y palestinos, sino para la estabilidad de toda la región. La necesidad de una desescalada, de un compromiso renovado con el statu quo histórico y de un diálogo genuino que respete las sensibilidades de todas las partes nunca ha sido más urgente. Sin embargo, con figuras como Ben Gvir en posiciones de poder, el camino hacia la calma parece cada vez más esquivo, y el futuro del lugar más disputado del mundo pende, una vez más, de un hilo muy fino. La pregunta que queda en el aire es si los líderes responsables podrán prevalecer sobre las fuerzas del extremismo antes de que sea demasiado tarde. La historia de Jerusalén sugiere que la esperanza es necesaria, pero el optimismo, a menudo, imprudente.