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¿Cómo medían el tiempo los judíos bíblicos? Nuevas pistas de inscripciones del siglo VI a.e.c. 

Descubre cómo los antiguos judíos registraban meses y días a partir de inscripciones del siglo VI a.e.c., revelando un sistema administrativo del tiempo.

El tiempo es uno de los marcos más fundamentales para organizar la vida social, política y religiosa. En sociedades antiguas, medirlo —meses, días, años— no era trivial; requería métodos simbólicos, astronómicos, administrativos y religiosos. Recientemente, una investigación sobre inscripciones del siglo VI a.e.c. halladas en el sitio de Arad (judá bíblica) ha arrojado luz sobre cómo los judíos del periodo bíblico llevaban ese registro temporal.

Contexto histórico: Judá y el Primer Templo

Judá en el siglo VI a.e.c.: crisis y administración

Durante el siglo VI a.e.c. el reino de Judá vivió tensiones políticas, crisis económicas y cambios administrativos profundos. En el año 586 a.e.c., el Reino de Judá fue conquistado por Babilonia bajo Nabucodonosor II, quien destruyó Jerusalén y el Templo de Salomón, y deportó parte de la élite judía al exilio babilónico.

Antes de esa catástrofe, Judá estaba organizado territorial y políticamente con fortalezas fronterizas, guarniciones militares y redes de abastecimiento. Una de esas fortalezas fue Arad, ubicada en el Negev, en el extremo sur del reino. En los años finales del Primer Templo, la guarnición local debía mantener almacenes, distribuir raciones, coordinar provisiones y mantener correspondencia administrativa. Es precisamente en ese contexto que surgieron las ostracas (fragmentos de cerámica con escritura) que han ofrecido pistas clave para entender cómo esta administración cuantificaba el paso del tiempo.

Las ostracas de Arad: testimonio administrativo

¿Cómo medían el tiempo los judíos bíblicos? Nuevas pistas de inscripciones del siglo VI a.e.c. 
Inscripciones en hebreo antiguo que datan de hace 2600 años descubiertas cerca de Arad. (Universidad de Tel Aviv/Michael Kordonsky, Autoridad de Antigüedades de Israel)

Las llamadas ostracas de Arad son unas 90 inscripciones en hebreo antiguo que datan de fines del siglo VII o principios del VI a.e.c., aunque la mayoría corresponden al período de la guarnición de ʾElyashib.

Estas piezas eran usadas para registrar transacciones cotidianas: asignaciones de pan, vino o aceite, recepción de bienes, y órdenes de distribución. En muchas de ellas aparecen menciones explícitas de meses (hebreo hodesh) y días (yom), lo que sugiere que los responsables del almacén no solo manejaban cantidades físicas, sino también calendarios internos.

Hasta hace poco, la literatura especializada había abordado ampliamente la alfabetización bíblica, pero prestaba poca atención a la numeracía —la capacidad de los escribas de comprender y manipular números en contextos administrativos antiguos—. El reciente estudio de Gorzalczany y Rosen aborda esta laguna al analizar cómo se implementaba la medición del tiempo en esas ostracas.

Descubrimiento y análisis reciente: nuevas pistas para el cronometraje bíblico

Naturaleza del estudio y metodología

El hallazgo clave es que los investigadores analizaron las menciones de “mes” (haciendo referencia a hodesh) y “día” (yom) en las ostracas, encontrando seis o siete referencias a mes y nueve a día en esos textos.

También examinaron la forma y distribución de las fechas escritas, así como la posibilidad de que existiera una estructura organizativa basada en ciclos de días dentro del mes. A partir de eso propusieron que la guarnición siguió un calendario administrativo de 30 días, subdividido en segmentos regulares (posiblemente de seis días) para regular la distribución de provisiones.

Una conclusión llamativa del estudio es que, aunque una semana de siete días era común en otras culturas antiguas, en Arad podría haberse usado un “ciclo administrativo de seis días” para dividir el mes en cinco unidades o bloques logísticos de provisión.

Resultados clave: meses, días y ciclos internos

Meses de 30 días y estructuras internas

Los investigadores sugieren que utilizaban meses de 30 días como unidad básica para organizar el suministro y la contabilidad. Esa longitud de mes no es desconocida en sistemas administrativos antiguos, pues en Mesopotamia también existían calendarios de 360 días (12 meses de 30) usados con fines fiscales u organizativos.

El mes de 30 días estaba subdividido en cinco bloques de seis días cada uno. En ese esquema, los suministros se distribuían o contabilizaban en esos bloques regulares. Esto implicaría un sistema interno de “semana administrativa” de seis días, no necesariamente vinculado al ciclo semanal religioso.

Días y su registro

El uso explícito de la palabra yom en las ostracas muestra que los escribas registraban el día exacto (por ejemplo: “el día 24 del mes, Nahum dio aceite”) y lo comparaban con otros registros (“hasta el día 6 del mes…”).

Ese nivel de detalle sugiere que el cronometraje no era puramente simbólico: tenían que coordinar entregas, comparar fechas y calcular plazos. En otras palabras, en Judá bíblica existía una concepción administrativa del tiempo con días contables explícitos.

Numeración híbrida y cultura escrituraria compleja

Otro hallazgo importante es que, aunque las ostracas están en hebreo bíblico, en algunos casos los números podrían estar representados con numerales jeroglíficos o hieráticos adaptados del mundo egipcio. Esto sugiere una cultura de intercambio intelectual con otras civilizaciones del Próximo Oriente antiguo, donde los escribas locales podían incorporar elementos foráneos al sistema contable.

La implicancia es que la numeracía —la capacidad para escribir, manipular y comprender números— era más desarrollada de lo que se había asumido en estudios previos de literatura bíblica.

Sistemas calendáricos hebreos antiguos: comparaciones y evolución

Para entender mejor cómo encajan estos hallazgos, conviene mirar otros sistemas calendáricos antiguos en el entorno hebreo y cómo se desarrolló la cronología judía.

El calendario hebreo clásico: lunisolar y ritual

El calendario judío que todavía se utiliza (en su versión rabínica) es un sistema lunisolar: los meses se basan en el ciclo lunar, pero el año debe ajustarse al ciclo solar para mantener la sincronía con las estaciones agrícolas. Eso requiere insertar meses intercalares periódicos (llamados embólimos).

Existen dos enfoques tradicionales:

  • Un calendario “civil” que comenzaba en el otoño (séptimo mes) y servía para asuntos agrícolas y administrativos.
  • Un calendario “sagrado” que comenzaba en primavera, con el mes de Nisán como primer mes (relacionado con la Pascua y narraciones del Éxodo).

Durante el exilio babilónico, los hebreos adoptaron nombres de meses babilónicos (como Nisán) que reemplazaron nombres más antiguos en hebreo.

Este sistema lunisolar exige decisiones humanas: determinar cuándo comienza cada mes (observación lunar), cuándo insertar un mes adicional, y cómo reconciliar discrepancias entre el calendario astronómico y el calendario religioso.

El calendario Qumrán de 364 días

Un contracampo interesante es la comunidad de Qumrán, vinculada a los Rollos del Mar Muerto, que parece haber usado un calendario no lunar sino un calendario solar fijo de 364 días. En el manuscrito 4Q324d se describen festivales y estaciones fijas en un año de 364 días.

Ese calendario tenía la ventaja de mantener siempre la misma relación entre día de la semana y festividad, eliminando la necesidad de ajustes comunitarios para evitar superposiciones con el sábado.

La coexistencia de calendarios (el lunisolar oficial en Jerusalén y el calendario solar sectario en Qumrán) refleja tensiones religiosas sobre cómo concebir el paso del tiempo sagrado.

Otros testimonios antiguos: calendario de Gezer y prácticas israelitas tempranas

Un testimonio arqueológico relevante es el Calendario de Gezer, una pequeña inscripción sobre piedra que data posiblemente del siglo X a.e.c. y que lista actividades agrícolas según estaciones: “sembrar cebada”, “cosechar avena”, etc. No es un calendario formal con meses y días contados, sino un esquema estacional de actividades agrícolas.

Aunque no es un cronómetro preciso, demuestra que los israelitas antiguos ya tenían una conciencia estacional clara y registraban ciclos agrícolas en correspondencia con el tiempo.

Otros ostracas hebreos (como el ostracon de Yavne-Yam) indican cartas u órdenes legales con menciones de “estos días” o “durante estos días”, lo cual sugiere una conciencia temporal en documentos cotidianos antiguos.

Por último, los grafitos de Khirbet Beit Lei contienen inscripciones con el nombre “Jerusalén” y “YHWH” que datan del siglo VI a.e.c. aproximadamente, lo cual refleja el uso del hebreo en contextos epigráficos en ese periodo.

En conjunto, estos testimonios muestran que las sociedades israelita y judía antigua ya manejaban nociones temporales (estaciones, días contados, meses, ciclos). Lo nuevo del estudio de Arad es la evidencia administrativa explícita que sugiere un sistema regular, interno y cuantitativo del paso del tiempo.

Interpretaciones y debates: ¿semanas de seis días? ¿paralelos con Mesopotamia y Egipto?

¿Existía una “semana” administrativa de seis días?

Una de las interpretaciones más sugerentes del estudio de Arad es que, en lugar de una semana de siete días (como la semana sabática judía más adelante), los encargados de la guarnición habrían usado un ciclo logístico de seis días para subdividir el mes de 30 días en cinco bloques iguales.

Esta hipótesis no implica que los judíos ya tuvieran una “semana religiosa” de seis días, sino que en el contexto administrativo local se podía aplicar un ciclo interno regular para fines contables. El ciclo de siete días con el sábado como día de descanso, tal como lo conocemos en el judaísmo posterior, aparece con más claridad en textos posteriores.

No obstante, este planteamiento ha generado algunas controversias:

  • ¿Se puede distinguir claramente entre ciclo administrativo y semana ritual?
  • ¿Hasta qué punto esas «semanas de seis días» eran rígidas, o solo una convención logística local?
  • ¿Cuántas guarniciones u oficinas en Judá usaban sistemas similares, y si existía uniformidad regional?

Algunas voces críticas sugieren que podría tratarse de una interpretación demasiado audaz basada en pocos textos. Sin embargo, la propuesta abre un campo novedoso para explorar cómo se conceptualizaba el tiempo en contextos burocráticos antiguos.

Comparaciones con sistemas mesopotámicos y egipcios

Es interesante examinar posibles paralelos:

  • En Mesopotamia, los gobiernos empleaban calendarios administrativos (360 días compuestos por 12 meses de 30 días) para fines fiscales. Esa estructura podría haber influido indirectamente a Judá, al menos en el ámbito administrativo.
  • En Egipto, existieron calendarios con meses regulares y semanas de 10 días (décadas), más días epagómenos adicionales. Por ejemplo, el “Diario de Merer”, un registro del Antiguo Reino, muestra que se usaban meses de 30 días, diez días por década y cinco días epagómenos.

Aunque no hay evidencia directa de una influencia egipcia en Judá en este caso particular, la existencia de sistemas administrativos rígidos en civilizaciones vecinas sugiere que la idea de ciclos internos regulares no era única en Judá.

La combinación observada en Arad —meses de 30 días, subdivisión en bloques internos, numerales híbridos— podría reflejar una adaptación local de ideas más amplias del mundo antiguo.

Implicaciones para la cronología bíblica, cultura administrativa y numeracía antigua

Revisión de supuestos sobre cronología bíblica

La nueva evidencia obliga a repensar algunas suposiciones previas en estudios bíblicos:

  • Que la medición del tiempo solo estaba motivada por rituales religiosos. El caso de Arad muestra que ya existía un interés estrictamente administrativo.
  • Que los israelitas no tenían una cultura numérica fuerte. Pero los escribas de Arad debían manejar cálculos de días, ciclos y distribución de provisiones.
  • Que la semana de siete días siempre fue central en el mundo israelita. En Arad puede haber coexistido otra dimensión temporal funcional.

Aunque este hallazgo no rescribe toda cronología bíblica, añade un matiz importante: las autoridades locales tenían herramientas sofisticadas de gestión del tiempo que se integraban con la vida cotidiana y las exigencias administrativas del reino.

Cultura administrativa en Judá antigua

La existencia de un cronometraje interno formal implica que el aparato estatal de Judá contaba con técnicos capaces de esa labor: escribas con conocimiento numérico, supervisores logísticos y coordinación central. La administración no era improvisada, sino estructurada.

Esto refuerza la idea de que los reinos del antiguo Israel y Judá no eran meramente entidades tribales, sino estados con burocracias emergentes que lidiaban con inventarios, abastecimientos, correspondencia y planificación.

Además, el hallazgo sugiere que la cultura administrativa judía interactuaba con corrientes intelectuales vecinas (Egipto, Mesopotamia, Asiria) y que la numeracía bíblica no era un reino aislado, sino parte de un mundo antiguo más amplio.

Aportes al estudio de numeracía en el mundo bíblico

El estudio de Gorzalczany y Rosen abre una nueva línea de investigación: la numeracía epigráfica bíblica. Más allá del texto literario y teológico, los escritos administrativos tempranos ofrecen pistas sobre cómo los antiguos judíos pensaban el cálculo, la división del tiempo, la contabilidad y la escritura numérica.

Este enfoque puede extenderse a otros hallazgos epigráficos antiguos y fomentar comparaciones entre culturas vecinas para reconstruir mejor los sistemas numéricos del Cercano Oriente antiguo.

Limitaciones, debates y preguntas abiertas

Limitaciones inherentes al corpus epigráfico

El corpus de ostracas de Arad no es vasto ni uniformemente completo: muchas piezas están fragmentadas o ilegibles, lo cual limita las reconstrucciones del sistema cronológico.
Además, los escritos provienen de una guarnición particular y pueden no representar prácticas estándar en todo Judá o Israel.

Por ello, las interpretaciones (como la “semana administrativa de seis días”) deben considerarse hipótesis plausibles pero no definitivas.

¿Uniformidad institucional o variabilidad local?

No está claro si otros centros administrativos en Judá (como Jerusalén, Lachis, Hebrón) empleaban sistemas idénticos al de Arad. Podría haber diversidad local en la medición del tiempo, adaptada a condiciones específicas, disponibilidad de escribas y nivel de centralización.

Esto plantea una pregunta: ¿existió eventualmente un sistema cronológico oficial en Judá que homogenizó estas prácticas locales? Si es así, ¿cuándo y cómo se impuso?

Conexión con la semana religiosa y el calendario sabático

Una cuestión delicada es cómo estos sistemas administrativos internos se relacionaban o coexistían con la semana religiosa sabática (de siete días), un elemento central del judaísmo posterior.

Es posible que el sistema de seis días en Arad fuera puramente operativo, sin implicaciones para la observancia del sábado en contextos religiosos más amplios.

El vínculo entre cronometraje administrativo y la evolución del calendario religioso sigue siendo un tema abierto de debate.

Relevancia para la datación de textos bíblicos históricos

La evidencia de cronometraje local puede ayudar a precisar la datación de inscripciones, ostracas y otros documentos antiguos al comparar estilos epigráficos y contenido administrativo.

Además, nuevas técnicas combinadas (como paleografía, análisis por inteligencia artificial y datación por radiocarbono) pueden refinar cronologías del período bíblico, como ocurre en los estudios recientes sobre los Rollos del Mar Muerto.

Proyección histórica: del cronometraje antiguo al calendario judío rabínico

Para apreciar el impacto de estos hallazgos, vale situarlos en la evolución del calendario hebreo y su aplicación en la historia judía.

Transición al período del Segundo Templo

Después del exilio y el retorno a Jerusalén (siglos VI–V a.e.c.), los judíos adoptaron y adaptaron sistemas calendáricos tradicionales (como el lunisolar) en el contexto del Templo, las festividades y la agricultura local.

Durante este período, el sistema religioso y civil del calendario se consolidó en instituciones sacerdotales, que tenían autoridad para decretar la observación del mes según la luna y decidir los años bisiestos.

Las prácticas sectarias: Qumrán y calendarios alternativos

Como ya se mencionó, la comunidad de Qumrán eligió un calendario solar fijo de 364 días, en contraste con el sistema oficial del Templo. Esa divergencia refleja debates sobre pureza ritual, perfección cósmica y autoridad cronológica en la comunidad judía del Segundo Templo.

El hallazgo de un calendario fijo en Qumrán subraya que la cronología no era neutral ni uniforme: las decisiones sobre cómo medir el tiempo estaban imbuidas de significado religioso y teológico.

Desarrollo del calendario rabínico y su uso continuo

Después de la destrucción del Segundo Templo en 70 d. C., el judaísmo rabínico consolidó el calendario lunisolar con reglas fijas (como el sistema de posiciones molares y cálculo matemático de los meses intercalados). Este modelo unificó la práctica judía en la diáspora y definió la cronología para festividades religiosas, el Shabat y el Año Nuevo judío.

Las prácticas de cronometraje administrativo que vemos en Arad no permanecieron como bloques rígidos en el calendario rabínico, pero sí forman parte del trasfondo cultural y técnico de cómo los judíos antiguos concebían el tiempo.

Conclusión

El estudio reciente de las ostracas de Arad abre una ventana fascinante hacia cómo medían el tiempo los judíos bíblicos, revelando un sistema administrativo interno que combinaba meses de 30 días con subdivisiones regulares y días contados explícitamente. Esta evidencia sugiere que en Judá antigua existía una cultura numérica avanzada, con escribas capaces de planificar y coordinar provisiones según ciclos temporales regulares.

Aunque la hipótesis de una “semana administrativa” de seis días aún merece cautela, representa una propuesta innovadora para repensar la medición del tiempo en contextos burocráticos antiguos. Cuando se compara con otros sistemas antiguos (Mesopotamia, Egipto) y con calendarios hebreos posteriores (como el sistema lunisolar rabínico o el calendario solar de Qumrán), emerge un panorama de pluralidad cronológica e innovación local.

Este hallazgo tiene relevancia para varias disciplinas: estudios bíblicos, historia antigua, arqueología del Cercano Oriente, historia de la administración y ciencia de la numeracía antigua. Aun con algunas limitaciones derivadas del reducido corpus epigráfico, estas ostracas invitan a repensar nuestras suposiciones sobre la organización temporal en Judá y su papel en la formación del pensamiento cronológico judío.

En síntesis, la medición del tiempo en el mundo bíblico no era un mero accesorio religioso, sino una herramienta administrativa concreta y vital. Este avance nos lleva a proyectar que, a medida que se descubran más textos epigráficos y se apliquen técnicas modernas (análisis digital, datación, imágenes multiespectrales), podremos reconstruir con mayor precisión cómo los antiguos judíos vivieron y midieron el tiempo —una dimensión esencial para entender su sociedad, su cultura y su mundo.

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