Los trágicos acontecimientos del 7 de octubre de 2023 marcarán para siempre la vida de innumerables familias en Israel, en particular las que perdieron a seres queridos durante el brutal ataque dirigido por Hamás. Entre los sobrevivientes se encuentra Sabine Taasa, una madre que experimentó horrores inimaginables cuando su esposo y su hijo fueron brutalmente asesinados por terroristas de Hamás. En un poderoso testimonio ante el Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, Taasa instó a la comunidad internacional a cambiar su enfoque de culpar a Israel por el conflicto en curso a abordar el trauma que están sufriendo los niños israelíes.
La trágica pérdida de un hijo y un esposo
Ese fatídico día, la vida de Sabine Taasa quedó destrozada. Su hijo de 17 años, Or, se dirigía a la playa cuando llamó a su madre, sonando aterrorizado pero tratando de tranquilizarla. “Mamá, te prometo que todo estará bien”, fueron sus últimas palabras. Momentos después, Or fue abatido a tiros por terroristas de Hamás, que grabaron el espantoso acto. Este fue solo el comienzo de la pesadilla para la familia Taasa.
Mientras los terroristas continuaban con su ataque, irrumpieron en la casa de Taasa en Netiv Ha’asara, un pueblo en el sur de Israel. El esposo de Sabine, Gil, un bombero de 46 años, intentó defender a su familia. Tomó su pistola para luchar contra los atacantes, pero le lanzaron una granada. En un acto heroico, Gil se arrojó sobre la granada para proteger a sus hijos. Si bien este acto de valentía salvó vidas, también causó heridas a dos de sus hijos. El más pequeño, Shay, que entonces tenía ocho años, perdió un ojo en la explosión.
Las profundas cicatrices emocionales en los niños sobrevivientes
Las heridas físicas son solo una fracción del sufrimiento que ahora soporta la familia Taasa. Las cicatrices emocionales son profundas, especialmente para Shay, que ahora tiene nueve años. Taasa contó a la ONU que Shay quedó profundamente traumatizado por los acontecimientos. “No puede dormir sin mí. Me necesita las 24 horas del día, los 7 días de la semana”, explicó. El miedo y la ansiedad son abrumadores, y Shay está constantemente preocupado por la seguridad de su madre. “Mamá, estaba bastante seguro de que te había pasado algo malo. No quiero que mueras”, le dice a menudo si pasan mucho tiempo sin hablar.
Los otros dos hijos sobrevivientes de Taasa también están lidiando con las secuelas psicológicas del ataque. La sensación de seguridad de la familia ha sido destruida, reemplazada por un estado constante de miedo y ansiedad. El trauma infligido a estos niños no es solo una tragedia personal; es un reflejo del sufrimiento más amplio que experimentan muchos niños israelíes a raíz de la violencia en curso.
Un llamado a la comprensión y la justicia
Durante su testimonio, Taasa dirigió su petición al Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, que había subrayado anteriormente la importancia de respetar los derechos de los niños tanto en Israel como en los territorios palestinos, incluida Gaza y Cisjordania. Las preocupaciones del comité se centraron principalmente en los niños que viven en Gaza, donde el conflicto en curso ha provocado importantes bajas.
Sin embargo, Taasa instó al comité a considerar también la difícil situación de los niños israelíes. Imploró a los expertos que “dejen de culparnos” por el conflicto y se centren en cambio en el grave trauma psicológico infligido a la juventud israelí. “Estos niños son el futuro de Israel, del mundo. Si no los ayudamos ahora y los curamos, no tendremos futuro”, afirmó.
Su mensaje fue claro: el sufrimiento de los niños israelíes no debe verse eclipsado por la narrativa geopolítica más amplia. El trauma que padecen estos niños es resultado directo de la violencia iniciada por Hamás el 7 de octubre, una masacre que se cobró la vida de 1.200 personas, en su mayoría civiles, y condujo al secuestro de 251 personas en Gaza.
Las complejas realidades de la guerra
Es comprensible que el comité de la ONU se centre en la situación en Gaza, dada la importante pérdida de vidas y la crisis humanitaria que se ha desatado allí. El Ministerio de Salud de Gaza, dirigido por Hamás, afirma que más de 40.000 personas han muerto o se presume que han muerto en los combates. Sin embargo, estas cifras no diferencian entre civiles y combatientes, lo que complica la narrativa.
Israel ha declarado constantemente que busca minimizar las bajas civiles y acusa a Hamás de utilizar a los civiles como escudos humanos. Esta afirmación está respaldada por pruebas de que los combatientes de Hamás operan desde dentro de zonas civiles, incluidas viviendas, hospitales, escuelas y mezquitas, lo que dificulta que las fuerzas israelíes ataquen a los combatientes sin poner en peligro vidas inocentes.
El gobierno israelí también ha destacado que el conflicto en curso fue provocado por la masacre liderada por Hamás el 7 de octubre. La naturaleza brutal de este ataque, que implicó el asesinato sistemático de civiles y el secuestro de otros, ha suscitado la condena internacional. Sin embargo, la complejidad del conflicto a menudo conduce a una atención sesgada hacia las acciones militares de Israel, en lugar de hacia las acciones que las provocaron.
El rostro humano del conflicto
El testimonio de Sabine Taasa sirve como un conmovedor recordatorio de que detrás de cada estadística y debate político hay personas reales -madres, padres e hijos- cuyas vidas han sido alteradas irrevocablemente por la violencia. Su petición a la ONU no fue sólo para que se reconociera el trauma que ha sufrido su familia, sino para que se comprendiera más ampliamente el costo humano de este conflicto.
“No somos criminales”, afirmó Taasa, rechazando la idea de que Israel sea el culpable de la violencia en curso. Enfatizó que es Hamás, no Israel, el verdadero perpetrador del terrorismo, y los describió como “los demonios que matan a niños, mujeres, hombres, ancianos”.
En busca de justicia y sanación
Además de buscar el reconocimiento del trauma experimentado por los niños israelíes, Taasa expresó su apoyo al objetivo del gobierno israelí de desmantelar a Hamás. Taasa compartió que si bien la noticia de la muerte de Ahmed Fawzi Nasser Muhammad Wadiyya, el comandante que lideró la invasión de Netiv Ha’asara, le trajo una sensación de satisfacción, no le trajo felicidad. Para Taasa, la verdadera justicia solo llegará cuando quienes orquestaron la masacre, incluido el jefe de Hamás, Yahya Sinwar, rindan cuentas.
Sin embargo, el enfoque de Taasa sigue siendo la necesidad de curación, tanto para su familia como para la comunidad más amplia de niños israelíes afectados por la violencia. “Estos niños son el futuro”, reiteró, enfatizando la importancia de abordar su trauma ahora para garantizar que puedan crecer y convertirse en adultos sanos y funcionales.
Las implicaciones más amplias para las relaciones internacionales
El testimonio de Taasa también destaca las implicaciones más amplias de cómo la comunidad internacional ve el conflicto israelí-palestino. La tendencia a enmarcar a Israel como el agresor, mientras se pasan por alto las provocaciones y acciones de grupos como Hamás, puede llevar a una comprensión sesgada de la situación. Esto, a su vez, afecta la forma en que los organismos internacionales como las Naciones Unidas abordan el conflicto y las políticas que promueven.
Al compartir su tragedia personal, Taasa espera desafiar estas narrativas y alentar una visión más equilibrada que reconozca el sufrimiento de ambos lados. Su súplica no es sólo por sus propios hijos, sino por todos los niños afectados por el conflicto, independientemente de su nacionalidad.
Conclusión: un llamado a la compasión y la acción
La historia de Sabine Taasa y su familia es un duro recordatorio del costo humano del conflicto. Mientras la comunidad internacional sigue lidiando con las complejidades del conflicto israelí-palestino, es crucial que se escuchen las voces de sobrevivientes como Taasa. Sus historias subrayan la necesidad de un enfoque compasivo y equilibrado que aborde el sufrimiento de todos los niños afectados por la violencia.
Para Taasa, la lucha no se trata sólo de buscar justicia para su esposo y su hijo, sino de asegurar un futuro para sus hijos sobrevivientes. Su testimonio ante las Naciones Unidas fue un poderoso llamado a la acción, un recordatorio de que detrás de cada estadística y debate político hay vidas reales que han sido cambiadas para siempre por los horrores de la guerra. Es un llamado para que el mundo reconozca la humanidad compartida de todos aquellos afectados por este conflicto y trabaje por un futuro en el que tales tragedias ya no sean una realidad.