En los pasillos laberínticos del poder en Teherán, donde las paredes susurran décadas de intrigas, revoluciones y guerras en la sombra, una figura proyecta una silueta cada vez más solitaria. El Ayatolá Ali Jamenei, el Líder Supremo de Irán de 86 años, se encuentra en el epicentro de la tormenta geopolítica más peligrosa que ha enfrentado la República Islámica en su historia. Pero a diferencia de crisis pasadas, hoy se encuentra peligrosamente solo. Una serie de ataques aéreos israelíes, precisos y letales, ha decapitado su círculo íntimo de asesores militares y de seguridad, dejando un vacío de experiencia y confianza en el momento más crítico. Este vacío, según fuentes familiarizadas con las deliberaciones internas del régimen, ha creado un riesgo «extremadamente peligroso» de que el líder, desprovisto de sus consejeros más fiables, cometa un error de cálculo con consecuencias catastróficas no solo para Irán, sino para toda la región.
La supervivencia del régimen ha sido siempre la estrella polar que ha guiado cada una de las decisiones de Jamenei durante sus más de tres décadas en el poder. Sin embargo, con sus principales estrategas del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) eliminados, sus aliados regionales clave neutralizados y una población interna ahogada por la crisis económica, la brújula del Líder Supremo podría estar fallando.
El Círculo de Confianza: Un Escudo Humano Desmantelado
Para entender la gravedad de la situación actual, es fundamental comprender cómo operaba el círculo íntimo de Ali Jamenei. No se trataba de un gabinete formal, sino de un grupo informal y fluctuante de entre 15 y 20 individuos, un sanedrín de leales compuesto por clérigos de alto rango, políticos veteranos y, de manera crucial, los comandantes más poderosos del CGRI. Según tres fuentes que han asistido a reuniones con el líder y otras dos cercanas a su oficina, este grupo se convocaba puntualmente en el complejo fortificado de Jamenei en Teherán para debatir y asesorar sobre las decisiones más trascendentales del Estado. La lealtad inquebrantable a su persona y a la ideología de la República Islámica era el requisito no negociable para formar parte de esta élite.
Dentro de este círculo, los comandantes del CGRI no eran meros ejecutores de órdenes; eran los arquitectos de la estrategia de seguridad nacional y la proyección de poder regional de Irán. Eran los ojos, los oídos y el puño de hierro del Líder Supremo. Y ahora, muchos de ellos ya no están.
Las recientes pérdidas han sido devastadoras. El Comandante General del CGRI, Hossein Salami, un estratega formidable; Amir Ali Hajizadeh, el cerebro detrás del formidable programa de misiles balísticos y drones de Irán y jefe de la fuerza aeroespacial; y Mohammad Kazemi, el maestro de espías y jefe de la Organización de Inteligencia del CGRI, han sido eliminados. Estos no eran simples funcionarios; eran hombres que habían compartido décadas de lucha y confianza con Jamenei. Su muerte no solo deja vacantes de liderazgo, sino que borra una memoria institucional y una experiencia estratégica irremplazables.
Una fuente que asiste regularmente a estas reuniones de alto nivel, y que habló bajo condición de anonimato por la sensibilidad del tema, describió el impacto de estas pérdidas de forma lapidaria. El riesgo de un error de cálculo en materia de defensa y estabilidad interna es, en sus palabras, «extremadamente peligroso». Sin las voces templadas y experimentadas de sus generales, que entendían los matices del poder militar y sus límites, Jamenei podría verse tentado a escuchar a consejeros menos experimentados o a confiar únicamente en su propio instinto, un instinto forjado en la cárcel del Shah y endurecido por décadas de desconfianza hacia Occidente.
La Psicología del Líder: Testarudo, Cauteloso y Obsesionado con la Supervivencia
Para predecir el próximo movimiento de Irán, es necesario adentrarse en la mente de su líder. Ali Jamenei es una figura de profundas contradicciones. Sobreviviente de un atentado con bomba en 1981 que le dejó el brazo derecho inutilizado, su cuerpo es un recordatorio constante de la fragilidad de la vida y la omnipresencia de los enemigos. Su ideología es rígida: un compromiso inquebrantable con el sistema teocrático, una desconfianza patológica hacia Estados Unidos y sus aliados, y una dedicación doctrinal a la destrucción de Israel.
Sin embargo, esta rigidez ideológica se equilibra con un pragmatismo cínico. Alex Vatanka, director del Programa sobre Irán en el Middle East Institute en Washington, lo resume de manera elocuente: «Hay dos cosas que decir sobre Jamenei: es extremadamente testarudo, pero también extremadamente cauteloso. Es muy cauteloso. Por eso ha estado en el poder tanto tiempo».
Esta cautela se deriva de su objetivo primordial, uno que eclipsa a todos los demás: la supervivencia del régimen. Jamenei, como comandante supremo de las fuerzas armadas y árbitro final de todas las políticas estatales, valora el consejo y escucha diversos puntos de vista antes de tomar una decisión. Según una fuente presente en sus reuniones, a menudo busca información adicional y contrasta opiniones. Este proceso deliberativo, sin embargo, dependía en gran medida de la calidad y la franqueza de sus asesores. Con los más influyentes de ellos fuera de juego, la cámara de eco alrededor del líder se vuelve más pequeña y peligrosa.
La historia ha demostrado su disposición a usar la fuerza para garantizar la supervivencia. Desplegó al CGRI y a su milicia Basij para aplastar brutalmente las protestas masivas en 1999, el Movimiento Verde de 2009 y los levantamientos por los derechos de las mujeres en 2022. Siempre, la maquinaria de seguridad del estado ha logrado sofocar el disenso. Pero el contexto actual es diferente. La guerra en la sombra con Israel ha salido a la luz, con ataques directos y represalias que elevan las apuestas a un nivel sin precedentes. La pregunta ahora es si su análisis de costo-beneficio, el cálculo que siempre le ha permitido navegar crisis, sigue siendo preciso sin sus calculadoras humanas más fiables.
Los Pilares Restantes: ¿Quién Susurra Ahora al Oído del Líder?
A pesar de las devastadoras pérdidas en el frente militar, sería un error suponer que Jamenei está completamente solo. El entramado de poder en Irán es complejo, y aún quedan figuras influyentes que no han sido blanco de los ataques y que continúan moldeando las decisiones del régimen. Sin embargo, el equilibrio de poder ha cambiado, y un nombre resuena con fuerza creciente: Mojtaba Jamenei.
La Sombra del Hijo: El Ascenso de Mojtaba
El segundo hijo del Líder Supremo, Mojtaba Jamenei, un clérigo de rango medio, ha emergido en las últimas dos décadas como una de las figuras más poderosas y enigmáticas de Irán. Las cinco fuentes familiarizadas con la toma de decisiones del líder coinciden en su creciente relevancia. Mojtaba no ocupa un cargo oficial, pero su influencia es inmensa. Actúa como un coordinador transversal, un nexo entre las diferentes facciones, personalidades y organizaciones, desde el CGRI hasta las instituciones económicas.
Su poder se deriva de dos fuentes principales: su acceso sin precedentes a su padre y sus estrechos vínculos con la cúpula del CGRI. Esta combinación le otorga una influencia formidable en el aparato político y de seguridad. Para muchos observadores, Mojtaba es el sucesor en la sombra, el heredero aparente de un sistema que, irónicamente, se fundó como una república para derrocar a una monarquía hereditaria. Su ascenso, sin embargo, no está exento de controversia y podría ser un factor desestabilizador en una futura transición de poder.
La Vieja Guardia Burocrática y de Seguridad
Más allá de su hijo, Jamenei todavía confía en un cuadro de asesores civiles y de seguridad que han demostrado su lealtad a lo largo de los años. Ali Asghar Hejazi, adjunto de asuntos de seguridad política en la oficina del líder, es a menudo descrito como el funcionario de inteligencia más poderoso del país, involucrado directamente en las decisiones más sensibles. Su voz, ahora, probablemente pese más que nunca.
En el ámbito diplomático y político, la vieja guardia sigue presente. Mohammad Golpayegani, el jefe de la oficina de Jamenei, actúa como un guardián clave. Figuras como los ex ministros de Relaciones Exteriores Ali Akbar Velayati y Kamal Kharazi, y el ex presidente del Parlamento Ali Larijani, siguen siendo confidentes de confianza en asuntos como la política interna o la perenne disputa nuclear con Occidente.
Sin embargo, la influencia de estos asesores políticos y burocráticos no puede compensar plenamente la pérdida de la pericia militar del CGRI. El CGRI no es solo un ejército; es un imperio económico, político e ideológico que responde directamente a Jamenei, no al presidente electo. Sus comandantes no solo ejecutaban la estrategia regional; la diseñaban. Su ausencia deja un vacío estratégico que los diplomáticos y burócratas, por muy leales que sean, no pueden llenar. El resultado es un desequilibrio peligroso: el aparato político puede aconsejar sobre las consecuencias diplomáticas, pero la comprensión matizada del riesgo y la oportunidad militar se ha visto gravemente mermada.
El Eje de la Resistencia se Fractura: Soledad Regional
El aislamiento de Jamenei no es solo interno; es un fenómeno que se extiende por todo Oriente Medio. La doctrina de seguridad de Irán durante décadas se ha basado en la construcción de un «Eje de la Resistencia», una coalición de estados y milicias proxy que le permitían proyectar su poder y librar guerras por delegación lejos de sus fronteras. Este eje, que se extendía desde Teherán hasta el Mediterráneo, ha sufrido golpes demoledores.
La pérdida de Hassan Nasrallah, el carismático líder de Hezbolá, en un ataque aéreo israelí en septiembre de 2023, fue un golpe personal y estratégico para Jamenei. Nasrallah no era solo un aliado; era un amigo cercano y el comandante más eficaz del eje. Su muerte, un año después de que Hezbolá iniciara una guerra de desgaste contra Israel tras la masacre de Hamás del 7 de octubre, dejó a la milicia libanesa debilitada y sin su principal estratega.
A este golpe se sumó el colapso del régimen de Bashar al-Assad en Siria en diciembre. Durante más de una década, Irán invirtió miles de millones de dólares y la sangre de sus soldados del CGRI para mantener a flote a Assad, convirtiendo a Siria en un corredor vital para abastecer a Hezbolá. La caída de Damasco a manos de las fuerzas rebeldes cortó esta arteria estratégica y borró del mapa a uno de los pocos aliados estatales de Irán en el mundo árabe.
Hamás, el catalizador de la última conflagración, se encuentra diezmado en Gaza. Los hutíes en Yemen, aunque siguen siendo una molestia para el transporte marítimo internacional, carecen de la capacidad de infligir un daño estratégico a los principales adversarios de Irán. El Eje de la Resistencia, que una vez pareció una amenaza formidable que rodeaba a Israel, hoy luce fracturado y en desorden. Para Jamenei, esto significa que la estrategia de «profundidad estratégica» —mantener el conflicto lejos de casa— ha fracasado. El conflicto ahora está a sus puertas, y se encuentra con menos amigos y peones que nunca para enfrentarlo.
La Olla a Presión Interna: Crisis Económica y Descontento Social
Mientras las presiones externas se acumulan, el frente interno iraní es todo menos estable. Años de severas sanciones occidentales, agravadas por la mala gestión endémica y la corrupción, han sumido al país en una miseria económica generalizada. La inflación galopante, el desempleo juvenil masivo y el colapso del rial han erosionado el nivel de vida de la mayoría de los iraníes, alimentando un profundo descontento social que yace latente bajo la superficie.
Este descontento ha estallado periódicamente en protestas masivas, cada una más desafiante que la anterior. Si el régimen pudo aplastar los levantamientos de 1999, 2009 y 2022, fue a un costo enorme para su legitimidad. La represión brutal ha creado una brecha insalvable entre el estado y una gran parte de su población, especialmente los jóvenes y las mujeres.
Esta fragilidad interna limita severamente las opciones de Jamenei. Una guerra a gran escala con Israel o Estados Unidos podría no unir al país detrás de la bandera, como podría ocurrir en otras naciones. En cambio, podría ser la chispa que encienda un levantamiento interno a una escala nunca vista, amenazando la propia supervivencia del régimen que tanto se esfuerza por proteger. Un líder que debe mirar constantemente por encima del hombro a su propia población es un líder propenso a tomar decisiones defensivas y, a veces, irracionales. El temor a parecer débil ante sus adversarios externos se ve contrarrestado por el temor a provocar un colapso interno. Es un acto de equilibrio en la cuerda floja, y la red de seguridad ha sido retirada.
La Sucesión Incierta y el Legado en Juego
Con 86 años, la cuestión de la sucesión de Ali Jamenei no es una especulación académica, sino una realidad inminente que se cierne sobre Irán. El desmantelamiento de su círculo de confianza militar complica enormemente este proceso. Los comandantes del CGRI no solo eran asesores de guerra; eran los garantes de la estabilidad durante una transición de poder. Su papel habría sido crucial para asegurar una sucesión suave y gestionar las inevitables luchas de poder entre facciones.
El ascenso de Mojtaba Jamenei como potencial sucesor añade una capa de complejidad. Una sucesión hereditaria sería un anatema para los principios fundacionales de la República Islámica y podría ser rechazada por sectores de la élite clerical y política, así como por una población ya cínica. Sin el respaldo unificado de los comandantes más respetados del CGRI —muchos de los cuales ahora están muertos—, la ascensión de Mojtaba podría ser impugnada, abriendo una peligrosa crisis de legitimidad en la cúpula del poder.
Para Ali Jamenei, su legado está en juego. Su objetivo siempre ha sido entregar un régimen estable y fuerte a su sucesor. Sin embargo, se enfrenta a la posibilidad de dejar atrás un Irán aislado en el exterior, fracturado en el interior, y con un liderazgo militar debilitado. La ironía es que las mismas políticas de confrontación regional y represión interna diseñadas para asegurar la supervivencia del régimen pueden ser las que, en última instancia, lo condenen a un futuro de inestabilidad y declive.
En la Encrucijada de la Historia
El Ayatolá Ali Jamenei se encuentra en el ocaso de su vida y de su reinado, gobernando desde un trono cada vez más solitario. Los rostros familiares y las voces de confianza que lo rodearon durante décadas han sido silenciados por la precisión letal de su archienemigo. Su Eje de la Resistencia está en ruinas, y su población está inquieta y empobrecida.
El riesgo, como advierten quienes mejor lo conocen, es que este aislamiento conduzca a un error de juicio fatal. Ya sea una represalia desproporcionada que desencadene una guerra regional, una muestra de debilidad que erosione su autoridad hasta el punto de ruptura, o una mala gestión de la delicada transición de poder que se avecina, las decisiones que tome en los próximos meses definirán el futuro de Irán y el de Oriente Medio.
El mundo observa con la respiración contenida, porque un líder supremo sin brújula, al timón de un estado poderoso y volátil, es una de las fuerzas más impredecibles y peligrosas en la política internacional. La tragedia final de Ali Jamenei podría no ser su derrota a manos de un enemigo externo, sino el colapso de todo lo que construyó, provocado por un error de cálculo nacido de la soledad y la desesperación.