El número de israelíes diagnosticados con el coronavirus ha aumentado a 2.693, dijo el jueves por la tarde el Ministerio de Salud. Ocho personas murieron, tres de ellas en las últimas 24 horas, 46 están en estado grave y 67 en estado moderado.
La cifra es un aumento de 324 respecto del miércoles y 27 desde que se publicaron las cifras de la mañana.
Unos 45 soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel han sido diagnosticados con COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus, mientras que 4.156 están en cuarentena, dijeron las FDI.
Uno de los tres israelíes que murieron por coronavirus el jueves fue una mujer de 89 años que fue tratada en el Hospital Hadassah de Jerusalén Ein Kerem.
«Esta es una paciente con afecciones preexistentes que hace una semana ya estaba clasificada como en estado crítico y fue tratada con devoción durante toda su hospitalización por el personal del departamento, que hizo todo lo posible para aliviar su sufrimiento», dijo el hospital en un comunicado.
Otra de las muertes fue un hombre de 83 años de Bnei Brak que tenía condiciones preexistentes. Wolfson Medical Center en Holon dijo anteriormente que la tercera víctima era una mujer de 91 años.
Moshe Bar Siman-Tov, director general del Ministerio de Salud, dijo al comité de coronavirus de la Knesset que cree que dentro de una semana Israel tendrá 200 personas en estado grave por COVID-19.
Las próximas dos semanas serán «críticas», dijo Bar Siman-Tov el jueves, advirtiendo que existe un alto potencial para una mayor propagación del virus. «Estamos realmente asustados de la Pascua y el Ramadán», dijo. «Estas multitudes son las más peligrosas».
Mientras tanto, el ministro de Salud, Yaakov Litzman, ha sufrido un ataque mordaz de una fuente en el ministerio, según el Canal 12.
La gestión de Litzman de la crisis es «una reminiscencia de los fracasos de la Segunda Guerra del Líbano», dijo la fuente no identificada. «La explosión que estamos viendo es el resultado de la restricción que se ha retrasado hasta después de las vacaciones de Purim debido a la insistencia de Litzman de que se permita a las personas leer la meguilá».
La fuente acusó a Litzman de «operar tiempo y tiempo contra el interés público para promover los intereses del sector ultraortodoxo».